Viaje de LSD sobre viaje montañero. Aclarando el tema de la revolución mágica. Escenario pre-paranoide.
El recuerdo que siempre he tenido de este viaje es el de un auténtico viaje al infierno. Pero, no sé, ahora, desde la distancia, después de haberlo repasado y desahogado no parece que sea para tanto.
Los preparativos
Ixiu vino un día a mi casa. Sería a finales de Enero. Me dijo que había hablado “todo lo que tenía que hablar” con nuestros compañeros, y que ahora él quería ir al monte conmigo durante unos días, tal y como habíamos convenido anteriormente (En la luna de diciembre, posiblemente).
Lo de que había hablado con los compañeros «todo lo que tenía que hablar» lo decía como si él pensase que yo ya sabía de que iba el tema, Incluso me decía los nombres… pero yo, ni idea, no estaba al corriente.
Yo me encontraba un poco regular, en un escenario ya comentado en el capítulo anterior. Era ya mucho tiempo con el tema de los ácidos, las anfetas, con una acumulada onda expansiva. Y, recién pasadas las navidades, de las cuales no guardo ningún recuerdo, pero girarían alrededor de las tradicionales comidas familiares y desenfrenos relacionados.
Yo no había perdido la esperanza de continuar la revolución mágica; de sentar las bases de un movimiento revolucionario de New Age. Unos días en la montaña, en contacto con la naturaleza, debatiendo las líneas mágico-estratégicas, para después volver a la civilización para predicar el nuevo evangelio mágico-revolucionario.
El siguiente recuerdo que tengo es que quedamos con un proveedor en el bar Peyote, no te jode el nombre, y compramos 7 ácidos de dudosa calidad (número mágico por otra parte), y unas barras de hachís de supuesto origen libanés. Creo recordar que queríamos comprar Mescalina, pero las cosas se torcieron y tuvimos que conformarnos con la susodicha mercancía.
Los recuerdos que tengo son grises, grises como el nuboso tiempo, como la húmeda niebla de invierno que se había asentado plácidamente en las montañas de la zona.
La Subida
El destino elegido era el macizo de las «Peñas Coloradas»; por lo que, probablemente, cogeríamos el tren hasta un apeadero perdido y cercano a la montaña. Tampoco recuerdo nada de la subida hasta el primer refugio, donde nos quedamos a pasar la noche. Supongo que haríamos una fogata y que comeríamos algo. Yo ya me había tomado medio ácido antes de llegar. Y una vez instalados allí me tomé otro medio y le ofrecí a Ixiu el otro medio:
– Quieres otro medio ácido? – le comenté – Yo ya me lo he tomado.
Ahora, desde la distancia, se me ocurre que Ixiu se sintió presionado para tomarse el otro medio (se suponía que él ya había tomado el primero al subir). Incluso me entran dudas acerca de si Ixiu realmente se tomó el segundo medio. Incluso, ahora que lo pienso, me entran dudas de si se tomó los ácidos o solo me hizo creer que los tomaba.
Entrando en materia
Hacía frío. Teníamos nuestros sacos de dormir sobre el suelo. Quizá un fuego estaba caldeando un poco el ambiente. Pero había un punto de incomodidad.
No sé de dónde venía la luz, era relativamente de calidad, quizá de algún lumi-gaz.
Me tomé una Maxibamato con un poco de sidra. No recuerdo si Ixiu hizo lo propio. No recuerdo si llevábamos algún otro tipo de bebida o hilo musical. Probablemente sí, pues era el equipaje “reglamentado”, cada vez que íbamos de excursión a la montaña. Tampoco me recuerdo en la tarea de liar y fumar porros. Pero supongo que así sería y nos fumaríamos algunos porros del hachís libanés.
Saqué mi diario y mis panfletos con el fin de entrar en materia y comenzar a debatir sobre el tema. Le comenté que había pensado en traer un ejemplar del Nuevo Testamento, que yo había comenzado a hojear y que tenía párrafos muy interesantes. Él comentó que estaba entusiasmado con Nietzsche, y que también había pensado en traer el “Así hablo zaratrusta”
Las noches de invierno son largas y supongo que tuvimos tiempo de hablar mucho entre porro y porro, y entre cuidar el fuego. O quizá predominaron los largos silencios. Pero apenas si recuerdo un par de frases de las que intercambiamos.
– En todo ese mundo, del mundo mágico, – me comentó – ¿no hay nadie superior a ti? –
Yo no supe que responderle. No conocía a nadie “superior”. O, quizá fuese más exacto decir que yo no conocía a nadie cercano. Yo era éso lo que yo venía intentando, buscar contactos, intercambios, a partir de los cuales valorar si alguien se convertía en superior, en inferior, en hermano o se fundía conmigo en una única esencia…
Me sonó a crítica. Quizá defensiva. Quizá percibió algún ademán algo pedante. El tema de la superioridad-inferioridad ya estaba desarrollado, y buenamente explicado en los panfletos. Además, ¿qué? ¿es mejor depender de un “superior” que te diga lo que sea políticamente correcto? Todas estas dudas y suspicacias yo las daba por superadas. Pero no era tanto un problema filosófico. Era nuestro nivel de conciencia, que no quería saltar a un nivel superior, como en el viaje de la luna pasada.
El siguiente comentario que recuerdo:
– “el niño tonto que cree saber muchas cosas y no sabe nada”
No recuerdo el contexto en que Ixiu soltó ese comentario. Pero era evidente que Ixiu pasaba de mí, no me valoraba, ni mis ideas, la revolución mágica…
– La unión mágica es el caballo (heroína) – dijo -. Tus panfletos mágicos me suenan a caballo, y yo creía que ibas a traer caballo a esta excursión.
Aquello me dejó boquiabierto. No sabía que Ixiu tenía ese lío con el caballo.
– ¡No!, ¡yo paso del caballo! – le dije – En realidad paso de todas las drogas y mi intención es ir dejándolas en un tiempo.
Monólogos preparanoides.
La situación me desbordaba. No podía entender el cambio tan radical de Ixiu desde el último viaje. ¡pero si habíamos tenido nuestras mentes unidas en otro plano de conciencia! ¿A qué venía ahora eso del “niño tonto”?
¡Quien estaba cayendo en el juego de la superioridad-inferioridad era él !. Yo el niño tonto. Y él, el superhombre Nietzschiano.
Comencé a preguntarme, a mí mismo, si la unión mágica vivida en la luna de diciembre podría haber sido una ilusión mía; que Ixiu, quizá, se había limitado a seguirme la corriente, pero que no había vivido el salto de conciencia. Pero, ¡no!, ¡no! algo me decía que no, aquello fue demasiado real. Por alguna razón Ixiu se había puesto en contra del tema. Pero, ¿Cuándo? ¿quizá él sí que tenía algún «superior» que le había mandado parar con el tema?
¿Y porqué puso ese interés en venir al monte conmigo? ¿porqué se preocupó de comprar siete ácidos? Algo no encajaba. ¿Y qué era esa historia de la heroína?
Yo le había oído comentar, a Ixiu, que una vez, alguien, le echó heroína en la bebida sin él saberlo. Y que los efectos le gustaron mucho. Le gustaron tanto que él sentía tentaciones de probar otra vez. Pero lo que no tenía sentido era pensar que mis panfletos mágicos tenían alguna relación con la heroína. Y, menos aún, pensar que yo iba a llevar heroína a ese viaje.
Todavía hoy, desde la distancia, y desde la experiencia, yo no veo claridad en la actitud de Ixiu. Es posible que fuese verdad la historia del caballo en la consumición. Es posible que, realmente, le gustase. Y que quisiera conseguir caballo para pincharse, o fumarlo, o lo que sea. Y es posible que mis compañeros, y los proveedores locales, no se fiasen de él por sus antecedentes, que comenté en anteriores posts. También es posible que, realmente, fuese un infiltrado, buscando información sobre las redes de tráfico de heroína. Pero no, no. Las cosas no encajan. No hay claridad.
Y no hay nada peor para un viajante de ácido que una situación ambigua, con personajes y escenarios ambiguos, desempeñando roles poco claros.
Mi mente empezó a trabajar en el sentido de intentar “entender” qué era lo que había pasado. En entender el funcionamiento de la mente, de Ixiu, sus intenciones y perspectivas. Y, en un momento dado, mi mente empezó a funcionar en clave paranoide, un aspecto clásico del LSD y de algunas otras drogas.
Las lecturas preliminares sobre Sartre y la mescalina rindieron su fruto!… Me gusta mucho, en especial el apartado «Monólogos preparanoides». Abrazo, Isar! Aquileana 😀