Llevo ya varios meses dando vueltas y rodeos sobre cristianismo gnóstico y no termino de quedarme a gusto. Quería hincarle el diente al grueso de la filosofía cristiana tal y como se describe en los evangelios y cartas paulinas, y al hilo del guión biográfico. Y se me está extendiendo más de la cuenta y ya tengo ganas de abrir la quinta parte. Pero, en fin, es temario obligado, sigamos con ello.
Voy a empezar con el punto de encuentro entre el cristianismo gnostico y el llamémosle, movimiento hippie. Osease, rebeldia y drogas.
Ya he dado vueltas a todo esto en posts previos, pero sigamos….
Huy!! Le dí a publicar sin querer, no habia hecho mas que empezar….
Seguiré en el proximo 🙂
Bueno, no me queda más remedio que continuar.
El punto de encuentro con las drogas se refiere al cambio de la clave vibratoria. Las drogas, unas más que otras, cada una a su manera, provocan un cambio en la clave vibratoria del psiquismo. No quiero decir que este cambio nos aproxime más al campo vibratorio gnóstico; las más de las veces quizá resulte a la contra. Pero el camino de las drogas puede surgir del instinto, la intuición, de que nuestro nivel de conciencia no es el adecuado y que, de una manera u otra, nuestra misión en la vida se refiera a este cambio.
Es una rebelión radical. No solo contra las autoridades establecidas, políticas, culturales religiosas… es una rebelión contra nuestro mismo modo de percibir la existencia, nuestro nivel vibratorio, nuestro modo de conciencia.
El punto de encuentro con la rebeldia se refiere a que, socioculturalmente, el cristianismo evangélico porta una importante carga «revolucionaria», desacreditando las autoridades culturales tradicionales, en un contexto cultural fácilmente extrapolable a las sociedades modernas. Poco importa que se trate de sociedades cristianas, católicas o protestantes. Las mismas críticas que los evangelistas vierten contra las autoridades religiosas de la época son extrapolables contra las autoridades cristianas surgidas a partir de la adopción del cristianismo como religión oficial del Imperio.
En este sentido, y a lo largo de la historia, siempre ha habido sectas cristianas que reivindicaban para sí el auténtico espíritu del cristianismo evangélico frente a la farisaica jerarquía romana, y que no terminaron muy bien que digamos.
Finalmente, en el siglo XX, nos encontramos al cristianismo resugiendo, con mayor o menor exito, en el seno de movimientos rebeldes, como el hippie, con un discurso marcadamente humanista, pacifista, ecologista, etc.
Por otra parte, nos encontramos tambien, por supuesto, sectas e iglesias cristianas de lo mas variado. Sin entrar, de momento, en mas detalle, digamos que hay una tendencia a extrapolar el «rebelde» discurso evangélico antifarisaico a sus coordenadas locales.
Por lo que se refiere al cambio de conciencia, de tonalidad vibratoria, encontramos tambien en estos grupos otro tipo de metodologías, de caracter mágico-ocultista, yoga, pranayama, hipnosis etc. Que, al igual que las drogas, ofrecen una respuesta a este instinto gnóstico de necesidad de cambio radical.
La cuestión del millón es ver cual de todas estas innumerables tonalidades vibratorias de la consciencia, todas ellas orientadas hacia la leyenda evangélica es la auténticamente gnóstica, si es que puede hablarse de tal cosa. No es una cuestión fácil de resolver en términos objetivos, ni siquiera hablamos de cosas visibles.
Digamos que, a lo largo de su vida, cada buscador se va topando con diferentes opciones energéticas, vibratorias… y se va abriendo y/o cerrando a cada una según su disposición interna y sus experiencias y resultados. A partir de aquí, cada cual, se convierte en un repetidor, o modulador, o transformador de su propio campo energético.
Así pues, la pregunta del millón debemos reciclarla hacia un contexto mas subjetivo. Valorar cual de las tonalidades vibratorias que experimentamos nos «suena» mejor, a nosotros mismos. Sin pretender, por supuesto, que nuestros convecinos se vayan a ver obligados a profesar las mismas preferencias.
Y por otra parte valorar cuáles puedan ser los «ecosistemas», o guiones biográficos más consonantes, si los hubiera, con el campo vibratorio que nos interesa reforzar.