Los malos del Evangelio: fariseos, saduceos, escribas. Las prostitutas, y libertinos aventajan a la autoridad religiosa. Fariseos y satanistas también adoran a las escrituras y profetas del pasado. Satanistas se consideran herederos de Moisés, Cristo y Profetas. Las estructuras de poder como nichos satánicos. Satanás, Imitador de Cristo y los profetas.
Volviendo al escenario evangélico, vamos a fijarnos en los malos de la película, propiamente dichos.
Satanás, como líder del Mal, no aparece más que esporádicamente en la historia evangélica (Mateo 4, por ejemplo). Lo que sí resulta más recurrente son las líneas de fuerza satánicas encarnadas en las autoridades religiosas Judías. Más concretamente, fariseos, saduceos y escribas.
«Vosotros [fariseos] sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer (Juan, 8:44)»
Satanás encarnado en la autoridad religiosa
No toca aquí un profundo estudio antropológico de la época. Digamos que, así, a ojo, fariseos y saduceos eran como sectas o partidos religioso-políticos con gran poder, también religioso y político (siempre sometidos al poder romano).

Los Fariseos, más anclados en las tradiciones. Los Saduceos, apoyados sobre el poder económico, y avanzando un poco el protestantismo calvinista neoliberal (a lo que se ve, no hay nada nuevo bajo el sol 🙂 )
Los Escribas, «letrados», racionales, expertos en la interpretación de las escrituras (leyes vinculantes en muchos sentidos), mezcla de notario juez y sacerdote. Quizá lo más aproximado a un «científico»
Pues helos ahí, los malos del Evangelio, flor y nata de la sociedad judía.
Otro par de grupos coetáneos son los zelotes y los esenios.
Los esenios, ascetas, practicantes de una espiritualidad «militante», alejada de los placeres del mundo y del poder y prestigio político. Estarían bastante próximos a Jesús, aunque son los que menos aparecen en el relato evangélico.

Los zelotes son guerrilleros, practican la lucha armada contra la ocupación extranjera; siempre expectantes ante a la llegada un líder religioso-político. Lo que comúnmente se denomina hoy como «Terroristas».
Parece ser que dos de los apóstoles eran zelotes, o lo fueron previamente: Simón el cananeo y Judas el traidor. Pero, aparte de la actuación traicionera de Judas, en sí misma, del evangelio no se desprende ninguna crítica en especial hacia estas prácticas guerrilleras.
Tampoco los Romanos, poder político-militar ocupante, son objeto de un severo juicio. Poncio Pilato declara la inocencia de Jesús: «yo no encuentro nada malo en este hombre» (Juan 18:38) e insiste en interceder por él ante las autoridades religiosas judías (que son quienes finalmente toman la responsabilidad de crucificarle). Y Jesús, por su parte, sentencia su célebre máxima: «Al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios».(Marcos 12:17)
Por otra parte, cabe señalar que, en el Evangelio, no se hace especial hincapié en los «pecadores» clásicos, prostitutas, ladrones, libertinos, ateos… al contrario, pareciera que pertenecen al bando de los «buenos».


«De cierto os digo [a los líderes sacerdotales], que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.» (Mateo 21:31)
Tampoco se muestra especialmente intolerante contra el consumo de alcohol y drogas 😉
«No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre.» (Mateo 15:11)


Así que los auténticos representantes de Satanás en la Tierra son, a la luz del Evangelio, las autoridades religiosas, o político religiosas, léase, como hemos visto, fariseos, saduceos, escribas, sacerdotes y una especie de comité de «ancianos». No resulta difícil extrapolarlos sobre sus homólogos en las subsiguientes épocas históricas, hasta nuestros días.

Romanos y guerrilleros, prostitutas y libertinos, muestran un relativo «buen rollete» con Jesús, lo cual, por otra parte, era una de las cosas que escandalizaba a los fariseos:
«Y los fariseos y sus escribas se quejaban a los discípulos de Jesús, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los recaudadores de impuestos y con los pecadores? Respondiendo Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos (Lucas 5:30-31)
La esencia del satanismo
Merece la pena investigar este asunto más a fondo, a ver que tipo de energía interna anima a las autoridades religiosas; e intentar después elucidar la esencia del satanismo genuino..


Los satanistas también adoran las escrituras y a los profetas del pasado
Lo primero, señalar que no se trata de que los escribas y fariseos sean «malos» por profesar una mala religión, o por dejarse seducir por falsos profetas. Tanto Jesús, el bueno, como los fariseos, los malos, se orientan hacia las mismas escrituras, hacia los mismos profetas, los mismos símbolos, Abraham, Moisés, Isaías, Elías, etc…
«Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí». (juan 5:29)
«Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés. De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen» (Mateo 23:2)

Extrapolándolo hacia la actualidad, deducimos que, los siervos de Satanás, hoy en día, se basarían en la Biblia, los profetas bíblicos… y, por supuesto, en Jesucristo y los evangelios cristianos.



En el imaginario colectivo se representa a Satanás, aparte del rabo, colmillos y cuernos, divulgando doctrinas anticristianas, blasfémicas, pornográficas, malévolas… Sin embargo, a la luz del evangelio nos encontramos con que ésto no es exactamente así. El buen siervo de Satanás se presenta como seguidor de Moisés, de Jesucristo, con un profundo conocimiento de la literatura evangélica y un comportamiento de vida pretendidamente ajustado a los preceptos cristianos.


Son sinceros
A pesar de que los fariseos eran acusados de hipócritas, (incluso nuestro diccionario ha adoptado la expresión farisaico como sinónimo de hipócrita), lo cierto es que los fariseos son sinceros en, al menos una cosa: Creen realmente ser los herederos espirituales de Moisés, los profetas, (y, en su caso, del Jesucristo histórico). Y creen realmente en la malignidad del foco energético jesuscrístico. No se trata de que los fariseos piensen que «Oh, sí, ya sabemos que eres el Cristo, hijo de Dios; sabemos que los profetas daban testimonio de tí. Ya sabemos que nosotros somos del diablo. Por eso nos oponemos a tí y vamos a crucificarte.«
No. Se trata más bien de que los fariseos percibían, honestamente, el campo de energía jesuscristico como algo esencialmente extraño, hostil, malévolo.
«Jesús entonces les dijo [a los fariseos]: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.» (Juan, 8:42)
«El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por éso vosotros no escucháis, porque no sois de Dios. Contestaron los judíos, y le dijeron: ¿No decimos con razón que tú eres samaritano y que tienes un demonio? (Juan 8:47-48)
Hay una incompatibilidad irresoluble entre el campo de energía jesucrístico y el farisaico-satánico.
El «pecador» clásico puede ser tocado y trasmutado por, y hacia, el campo de fuerza jesucrístico. El satanista rechaza frontalmente este campo de fuerza, bien sea que, digamos, no puede ser tocado ni trasmutado, bien sea que, digamos, este toque origina una repulsión, un «cierre de filas» en su contra.
Se asientan sobre el poder, la riqueza y la gloria

Una cualidad propia de la «autoridad» religiosa, farisaico-satánica, es precisamente ésa: su autoridad. Se desarrolla en estrecha connivencia con el «poder», poder militar, poder económico, poder cultural.
En un primer momento se encarga de inculcar a los jóvenes un sistema de creencias, supersticiones, hábitos de comportamiento, y sumisión a las propias autoridades religiosas que redunda en beneficio de la propia élite de poder.

La autoridad militar consigue la obediencia bajo la amenaza del látigo. La autoridad económica con la recompensa.
La autoridad religiosa consigue la obediencia por inducción mágico-hipnótica, ejercida desde la infancia y que predispone a la población a una cosmogonía, a una obediencia sumisa a los líderes religiosos.


La autoridad religiosa va íntimamente unida al prestigio y va organizada jerárquicamente.
«[Los fariseos], hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos;
y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.» (Mateo 23:5-7)
Culto a las apariencias
El satanista sería, así, un imitador nato. Careciendo de lo fundamental, careciendo del campo de energía crístico, se rodea de toda la apariencia posible de santidad, de religiosidad, esto es: la invocación a los profetas y los textos sagrados del pasado.

Pero, careciendo de sensibilidad vibratoria, no puede reconocer a los profetas del presente que pudieran aportar, en vivo, la energía crística original.
Por ello, la historia se repite. Cristo, Moisés, Elías o sus homólogos se encarnan en la Matrix, insertando un campo energético de alto nivel.
Este campo toca a un primer estrato de discípulos predispuestos que reaccionan simpáticamente, estableciendo un vínculo vibratorio con el foco inicial y actuando como transformadores, o adaptadores de la intensidad y frecuencia del campo vibratorio, que se va extendiendo.
«Y les dijo [a Pedro y Andrés ]: Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres.» (Mateo 4:19)
A medida que el grupo se vuelve más numeroso, y según va incorporando en su seno personas «importantes» (políticos, maestros, cantantes, futbolistas, y otras autoridades o referentes culturales) adquiere un cierto potencial de «prestigio», y comienza a emitir una vibración que sintoniza con fuerzas satánicas. Dicho de otro modo, atrae a personas que empatizan con el potencial de prestigio y no tanto con la pura y genuina energía crística.
Pero la avidez de prestigio, de «arrimarse a buen árbol», de ocupar los primeros puestos… es una energía con fuerte componente satánico, que va envolviendo al grupo primigenio. Las luchas de poder surgen por ver quién está más avanzado, en términos espirituales, por ver quien se sienta a la derecha del lider…
«Y se le acercaron Jacobo y Juan, los dos hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que hagas por nosotros lo que te pidamos. Y El les dijo: ¿Qué queréis que haga por vosotros? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Pero Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que soy bautizado? «(Marcos 10:35)
Pero el satanista que ingresa en la comunidad atraído por el factor prestigio es repelido por el campo de fuerza central, viendo frustradas sus intenciones de utilizar la fuerza crística para sus objetivos satánico-terrenales. Es de esperar, por tanto, una reacción violenta, homicida, contra su líder y sus genuinos seguidores.
Una vez ejecutados, líder y seguidores, y extinguido el campo de energía original, son las fuerzas satánicas quienes toman el control de la comunidad. Pero no se hace denostando al líder, ni a sus discursos. Al contrario. Se los convierte en mártires para la fuerza satánica, se resumen y reinterpretan las enseñanzas, se pintan sus rostros en los libros de texto y se convierten en carne de educación primaria.
«¡Ay de vosotros!, porque edificáis los sepulcros de los profetas, y fueron vuestros padres quienes los mataron. De modo que sois testigos, y aprobáis las acciones de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros.…» (Lucas 11:47-48)
El satanista se convierte así en imitador de Jesucristo, imitando su enseñanza, citando sus palabras, imitando la expresión de su rostro, si fuese posible…

pero cambiando la clave vibratoria de la comunidad, asociándola al campo gravitatorio terrestre, al prestigio, el poder, la gloria… con su estructura jerárquica característica.
Por fuera aparenta un discurso, unos modales, una conducta, pretendidamente cristianos. Pero por dentro carece del campo vibratorio genuino.
«Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
Así también vosotros, de fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres; mas de dentro, llenos estáis de hipocresía e iniquidad.» (Mateo 23:27,28)

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