La Leyenda Evangélica IV, La Comunidad Gnóstica

A vueltas con el verbo sagrado. El Verbo, campo vibratorio. La paradoja de la existencia del Mal. El verbo hecho carne: transmisión del campo vibratorio. Paradoja de la lucha contra el Mal. Tomando partido por una modalidad vibratoria. La conversión: Cabeza y Corazón. Amor al enemigo: la aplicación práctica de la paradoja del Mal. El «enemigo» en la sociedad moderna. La Crítica. El aislamiento y la comunidad del campo vibratorio. Papel del «Maestro». Roles de superioridad/inferioridad espiritual. Coherencia del campo vibratorio.

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No quisiera perder la perspectiva biográfica del blog; y es que, de lo que se trataba con esta saga, era de reflejar mi contacto con la literatura evangélica en un punto concreto de mi vida. Claro que no resulta fácil separar las conclusiones de la época con las que hayan podido generarse mas adelante. Pero, en fin…

Ya hemos dado un repasito a los malos de la peli evangélica, vamos a meternos un poco más con los «buenos».

El Verbo sagrado

«En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1,1)

El significado del «Verbo», o la razón por la cual el evangelista utiliza ese término no se me presentaba muy evidente al principio. Más adelante comprendí, creí comprender, la «gramática sagrada»: Dios es Sujeto, pero tambien es Verbo, es manifestación activa. Dios se manifiesta a sí mismo. No existiendo nada fuera de El, es al mismo tiempo Sujeto, Verbo y Objeto.

El Verbo sagrado es el SER, en su forma absoluta, en todos sus tiempos y declinaciones. Y en especial su forma causativa, Aquello que se mantiene a sí mismo, se crea a sí mismo, y a su vez es causa de todo cuanto ha sido creado.
Tenemos de nuevo, una versión del nombre de YHVH, ahora expresada en lengua griega:

«Yo soy el que soy», el Sujeto que SOY/ES/SOMOS, es el Verbo, el campo vibratorio que se manifiesta a diferentes niveles.

Podríamos traducir el Verbo, en terminología moderna, como un campo vibratorio, un campo de energía dinámica que, igualmente, transmite la idea de una acción constante.

La paradoja de las tinieblas

«En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La Luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.» (Juan 1,4)

Por alguna incomprensible razón, el Mal, la oscuridad, aparece en escena. Digo incomprensible, porque es una de las grandes paradojas del cristianismo gnóstico, tal y como ya fue planteado por Epicuro:

«Si todas las cosas fueron hechas por Dios, entonces el Mal también es una creación divina. ¿Cómo puede Dios, siendo bueno, crear algo malo? ¿O es que el Mal no es tan malo?»

Paradojas metafísicas aparte, los hechos son que nos encontramos ante dos campos vibratorios opuestos, o aparentemente opuestos: el jesuscrístico y el satánico. El Bien y el Mal, Luz y Oscuridad. Ambos campos vibratorios se manifiestan en el subsistema humano, con todos sus matices, sus «curvas de nivel», sus líneas de fuerza…
El Ser-Humano es también un «verbo», un subsistema vibratorio, con la facultad de abrirse a la influencia, a la inducción, bien sea de las líneas de fuerza de la Luz o de la Oscuridad, o, en general, ambas a la vez, en proporciones variables.

El Verbo hecho carne

En este sentido, el Evangelio escenifica la figura de Jesucristo como «Verbo hecho carne». Sería el establecimiento de un vínculo directo entre «las oficinas centrales» del Bien; entre la energía divina en toda su magnificencia, y la ola de vida humana.
Se sobreentiende que los seres humanos van unidos entre sí, en un único corpus, con múltiples canales de interconexión, y que cuando Cristo encarna en la carne, valga la redundancia, el campo vibratorio crístico se transmite a todo el corpus humano en su conjunto.

En principio, podría parecer que los «agraciados» con su cercanía física, espaciotemporal, experimentarían una mayor inducción magnética. Sin embargo, y siempre a la luz del relato evangélico, la receptividad de los vecinos de Jesús frente a su campo de fuerza electromagnético era realmente variable. Incluso su propia madre 😉 y familia en alguna ocasión parece que pensaban que se le había ido la olla.
Tenemos, igualmente, la consabida reacción de fariseos y saduceos que le crucifican, Pilato que se «lava las manos» y un largo etcétera de personajes y actitudes intermedias entre la apertura total y la condena. Con lo cual la relevancia espaciotemporal del evento queda un tanto en entredicho…

Uno se pregunta qué necesidad tiene Dios, con todo su poder y magnificencia, de encarnarse en la carne 😉 para inducir el cambio de nivel vibratorio entre la peña. ¿No podría hacerse directamente sin tanta escenificación?  ¿Para qué tanto Profeta y Maestro y escritura sagrada? ¿No puede la vibración crística incidir en el centro de la conciencia humana sin intermediarios?
Pero, en fin, después de todo, estas cuestiones no dejan de ser variantes de la paradoja inicial: «¿porqué permite Dios la existencia del Mal, de la oscuridad?» ¿Porque nos coloca frente a tal larga búsqueda y lucha? ¿No sería más fácil, un simple chasquido de dedos para, automáticamente, dominar al Mal?

Tomando partido

Si entendemos que existe en nuestro ser este combate entre la luz y las sombras, entonces éso es lo que hay. Si se presentan diversas ofertas vibratorias ante nuestra conciencia y tenemos la opción, tenemos el poder, de abrirnos a alguna de ellas… pues éso es lo que hay. Y si descubrimos que con decisiones concretas en nuestra vida cotidiana favorecemos la manifestación de tales o cuales modelos vibratorios… pues éso es lo que hay. Preguntarse porqué las cosas son así y no de otro modo quizá no ayude demasiado a manifestar la clave vibratoria adecuada.
¿O sí?

Si constatamos, por percepción directa, que ésto es así, en principio nos vale para continuar adelante.

Conversión

Resituándome en el hilo biográfico, en un momento dado yo percibí, creí percibir, un modelo vibratorio, adaptado a mi modo de ser, a través de la literatura sagrada. Un modelo vibratorio que, igualmente, se mostraba caprichoso, se manifestaba cuando le daba la gana, y era lo suficientemente sutil como para, cuando oscurecía, hacerme dudar de su realidad. Y lo suficientemente persistente como para ir provocando en mí un cambio gradual de orientación y de hábitos de vida.

Tenía el referente de la experiencia mística de la mescalina, pero el tono vibratorio era esencialmente diferente. Aunque consideraba la mescalina, y sus meditaciones relacionadas, como un eslabón más que me habían llevado hasta ese punto, hasta el nuevo campo vibratorio, se trataba ahora de algo mucho más sutil, más centrado y compatible con la vida cotidiana y, sobre todo, mas «humilde» y «amoroso».
En cierto modo, y aún con muchas reservas, diría que la mescalina, la filosofía, el Jnana, y sus meditaciones relacionadas fueron una especie de iluminación mental. El campo vibratorio crístico trabaja a otro nivel, no se si llamarlo astral o cómo…. más adelante llegué a la conclusión de que las referencias al «corazón» en la literatura sagrada eran algo más que metafóricas, y que realmente existían diferentes órganos de contacto con los campos vibratorios relacionados.

» Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu Corazón, y con toda tu Alma, y con todas tus Fuerzas, y con toda tu Mente; y a tu Prójimo como a ti mismo» (Lucas, 10, 27)

Amor al adversario

La fase previa a mi segunda «conversión» iba impregnada de un cierto sentimiento de superioridad hacia las personas que, supuestamente, vivían dormidas en la ilusión de Maya 😉 una superioridad que se tornaba en sutil odio y desprecio contra los «Malos», contra las autoridades farisaicas de la época, gobernantes, militares, obispos, criminales de guerra etc.

Ahora me tocaba cambiar el modelo, hacia la práctica del amor al próximo, del amor a los adversarios. Se trata, en suma, de un cambio en la respuesta vibratoria frente a los próximos y, desde luego, no se trata de algo evidente en la forma de ponerlo en práctica.

  » Amad a  vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?»

(Mateo 5, 44-46)

Uno tiene derecho a defenderse de las agresiones, especialmente aquellas que pudieran poner en peligro la propia armonía interna; y quizá, el amor al enemigo deba practicarse, más bien, en la dimensión astral-vibracional, sin que ello impida, si fuese posible y necesario, estrategias de tipo político-militar en el plano práctico-material, tal y como lo fui madurando más tarde.
Sin embargo, no es nada evidente cómo pueda hacerse éso de embarcarse en una lucha «cuerpo a cuerpo» sin perder el tono vibratorio.
En cualquier caso llama la atención que el evangelista ponga el dedo sobre la paradoja del Mal: «Dios hace salir el sol sobre justos e injustos». O sea, sobre lo bueno y lo malo…

El enemigo en la sociedad moderna

Hay otras luchas más refinadas, sobre todo en las sociedades modernas. Como cuando se le paga a un mercenario para que haga el trabajo sucio. O se vota a un partido político para que haga lo propio.
Nuestros Estados modernos envían sus ejércitos a masacrar países lejanos. ¿Cómo podrán estos últimos encontrar la calma interior para manifestar el campo energético crístico, y el amor a los enemigos, mientras caen las bombas sobre sus ciudades y ven sus hijos descuartizados?

Mas fácil lo tienen los verdugos, que dejan caer sus bombas inteligentes desde sus aviones de última generación, cual videojuego, generando un espectáculo, como decían, similar al entrañable «árbol de navidad».

Fácil también lo tienen los políticos que organizaron la invasión, y más fácil aun los votantes, probos ciudadanos, cristianos pacifistas incluso, que participarán del botín de guerra a través de su sueldo, a través del «nivel de vida» , «estado de bienestar» o como quiera llamarse, mantenido con los botines de guerra.

La crítica

En la sociedad moderna, en el día a día, la interacción con el adversario se realiza de un modo más sutil, en forma de críticas y agresiones de rol que no provocan heridas físicas directas aunque no por ello dejan de ser dolorosas.

«Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego». (Mateo, 5:22)

En mi caso, yo no me vi confrontado con agresiones especialmente graves. Únicamente, como decía, de tipo verbal, de relaciones de rol, críticas y burlas de familiares, amigos vecinos, que pensaban que se me había ido la olla o que me había vendido a la democracia cristiana, lo cual tampoco era de extrañar, dadas las circunstancias.

Incluso llegué a tomármelo como una merecida penitencia. Pues, ¿no hacían conmigo lo mismo que yo había hecho pocos años antes con mis compañeros? ¿No me criticaban y se burlaban así como yo había hecho con mis próximos? Justo parecía ser que yo recibiese el mismo trato.

Y esta relación de rechazo, burla, crítica, resignadamente asumida, fue la que marcó mi relación con el mundo durante varios años, con ocasionales Oasis.

Pero sigamos con la leyenda evangélica. Allí se dice, en efecto, que una de las consecuencias de abrirse al campo vibratorio crístico es el «rechazo del mundo»:

«Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia.» (Juan 15, 18:19)

Pero algo no encajaba en todo esto. Pues, el mundo, la «opinión publica», odia, margina, rechaza a cualquiera que manifieste ideas o comportamientos diferentes, sean del tipo que sean, no necesariamente de tipo religioso o herético. Por otra parte, en el relato evangélico, «los buenos» se apiñan entre sí, se reconocen mutuamente, lo cual no tenía nada que ver con mi situación peculiar. Yo estaba Sólo. Quería creer que muchos de mis compañeros y convecinos vivían abiertos, de manera más o menos inconsciente, quizá, al campo vibratorio de la luz. O que estarían destinados a abrirse en un breve plazo. Pero, en cualquier caso yo estaba solo. La energía no fluía…

Por supuesto, que no se me ocurría ni por asomo confesar a mis convecinos mis pensamientos, ni los pormenores de mi «conversión», a pesar de que en aquéllos momentos era lo único que me importaba y que ocupaba mi ser. La verdad, no sé qué hubiese sido mejor, si contarlo o no, pero opté por mantener silencio, salvo en contextos muy concretos no fuera que alguien terminase llamando a los loqueros 😀 😀 .
De modo que, de los temas que verdaderamente me interesaban no hablaba. Y de los que no me interesaban… pues, que voy a decir, tampoco lo hacía con demasiado entusiasmo…

La comunidad cristiana

Por aquella época me llamó la atención, en especial, la descripción de San Pablo sobre el cuerpo vibratorio común, sobre la manera de ensamblarse los diferentes modelos vibratorios particulares.

El evangelista Juan ya había transcrito aquello de:
» [ruego] para que todos sean Uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros.»(Juan 17:21)

Pero Pablo lo desarrolla mas amplia y gráficamente:

» Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, aun siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque todos nosotros, tanto judíos como griegos, tanto siervos como libres, fuimos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Pues tampoco el cuerpo es un solo miembro, sino muchos. Si el pie dijera: «Como no soy mano, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser del cuerpo. Y si dijera el oído: «Como no soy ojo, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Ahora bien, Dios dispuso cada uno de los miembros en el cuerpo como quiso. Si todos fueran un solo miembro, ¿donde estaría el cuerpo? Ciertamente muchos son los miembros, pero uno solo el cuerpo. No puede el ojo decir a la mano: «No te necesito»; ni tampoco la cabeza a los pies: «No os necesito». Más aún, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son más necesarios; y a los miembros del cuerpo que parecen más viles, los rodeamos de mayor honor, y a los indecorosos los tratamos con mayor decoro; los miembros decorosos, en cambio, no necesitan más. Dios ha dispuesto el cuerpo dando mayor honor a lo que carecía de él, para que no haya división en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen por igual unos de otros. Si un miembro padece, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se gozan con él. Vosotros sois cuerpo de Cristo, y cada uno un miembro de él.» (1Corintios, 12)

El aparente aislamiento en que me desenvolvía me hacía pensar con frecuencia que el camino que seguía era equivocado. Un camino, sin marcha atrás, que me conduciría inevitablemente a la locura, a la muerte psíquica. Me hacía mirar con cierta envidia a mis convecinos tan aparentemente seguros de sí mismos, tan armónicos con su Maya… no me quedaba más remedio que aplicar, forzadamente, la recomendación de San Pablo:

» Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.» (Filipenses 2:3-4)

Realmente yo no podía evitar un cierto complejo de inferioridad, como si careciese de ciertas cualidades que envidiaba en mis vecinos.

Y todo ésto se configuraba así, entre otras cosas, porque yo había sintonizado (todo supuestamente, por supuesto) con el campo vibratorio de forma impersonal y directa, sin la intervención de ningún gurú, maestro, líder, o similar.
Quiero decir que, cuando aparece un maestro, de los buenos o de los regulares, da igual, el caso es que se forma una «comunidad» de discípulos en torno al líder, y sintonizan con su campo vibratorio. El vínculo con el maestro genera, indirectamente, el vínculo interdiscipular. Los discípulos se reconocen entre sí como «hermanos», seguidores del mismo pater-líder, y se estructuran jerárquicamente sobre la base de la cercanía al líder. Una jerarquía-cercanía real, o supuesta, pues cuando el líder fallece, falta el criterio objetivo para calibrar la cercanía al campo, y queda el grupo abandonado a su suerte, luchas de poder y la falta de la cohesión interna generada por el Líder-Maestro.
Cuando la comunidad es lo suficientemente numerosa, el líder no puede, físicamente, calibrar la calidad vibratoria de los alumnos. Como mucho puede nombrar apóstoles, o generales, que a su vez nombraran capitanes, sargentos, etc. Pero, a medida que se pierde la cercanía con el Jefe 😉 se pierde igualmente la calidad del calibrado.

Lo «propio» y lo «ajeno» también se valoran en función de su relación con el líder. Quienes no se someten a su liderazgo «no son de de los nuestros». Quienes sí que lo hacen se van integrando en los diferentes estratos jerárquicos.
Sin embargo, en una comunidad gnóstica, o en una comunidad que porte como señas de identidad su conexión con un campo vibratorio invisible, la frontera entre los que están dentro y los que están fuera dista mucho de presentarse con claridad.

«Entonces, respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros. Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.» (Lucas 9:49-50)

E, igualmente, la frontera entre los diferentes estratos jerárquicos. Puesto que no existen criterios objetivos para determinar la calidad vibratoria del miembro, debe apelarse a la opinión subjetiva del líder. Todo esto genera un campo de cultivo para movimientos especulativos del Ego, siempre deseoso de brillar por encima de sus congéneres.
Ya solo por la entrada en la comunidad, el ego se siente reforzado por encima de aquellos que no pertenecen a la misma. Y, mirando hacia adentro, comienza una solapada lucha por ver quien está más «avanzado», o quién sea el más grato al líder.

» Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor.
Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí, y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande.
 «(Lucas, 9 46-48)

Juegos de Rol y Status espirituales

Entre los miembros de la comunidad se intercambian «juegos de rol». Quiero decir que cada cual actúa frente al otro según su propia percepción de su status espiritual. Uno no se comporta igual frente a su adorado maestro que frente al neófito que acaba de llegar a la comunidad. Al discípulo no se le ocurre decirle al maestro lo que debe hacer o como deba comportarse. El maestro, por su parte, no preguntará al discípulo sobre cuestiones filosóficas o de organización interna de la comunidad. Cuando los roles se intercambian de común acuerdo se mantiene cierta armonía. Pero cuando dos miembros no se ponen de acuerdo sobre quién de ellos es el superior espiritual jerárquico, entonces surgen las tensiones. Cada cual desempeña su rol de «superior» frente al otro, y cada cual se siente ofendido y ultrajado por el rol de su compañero que pretende situarlo en un estrato de inferioridad.

«Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. » (Lucas 20: 25-28)

La recomendacion de Pablo, de que nos tratemos «estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo» resulta ciertamente sugerente, y con un fuerte componente equilibrador. Pero me temo que, en tal caso, sería poco menos que imposible mantener la cohesión de la congregación. De entrada tendríamos que empezar a tratar como «superiores» a personas que no manifiestan adecuadamente el corpus vibratorio. Como consecuencia de lo cual, los verdaderos portadores de la clave vibratoria gnóstica, no terminarían de reconocer a la comunidad como auténtica depositaria de los valores crísticos.
En realidad, ni siquiera parece que Pablo se aplicase a sí mismo dicha recomendación. Él mismo se dirige a sus seguidores como su «superior espiritual», dándoles órdenes sobre lo que deben hacer, o como deben comportarse. Quizá sea nuestro propio lenguaje moderno quien carezca de formas gramaticales adecuadas para expresar la humildad, quién sabe…

No sé hasta qué punto un «Maestro» puede calibrar la calidad vibratoria de sus alumnos. Lo que sí parece es que el alumno, o el buscador en general, no puede calibrar la calidad de un maestro. Digo ésto «por definición», porque el pobre buscador, imperfecto él, puede equivocarse en sus apreciaciones. Puede adherirse a un maestro mediocre o, si fuese el caso, puede adherirse a un maestro auténtico «por casualidad». Quiero decir que los motivos por los cuales un interesado se adhiere a una comunidad pueden ser diversos, y, en general, diferentes a los pretendidos por el líder. Quién sabe, quizá algún afamado cantante o futbolista es miembro de la comunidad, lo cual genera una atracción publicitaria que cautiva al interesado. O quizá es que el líder le recuerda a su padre o abuelo, o se enamoró de algún miembro activo. Y entonces lo que tenemos es una comunidad que se va nutriendo de miembros que, quizá, no comparten el tono vibratorio inicial de líder.

En fin, la manera de asociar un campo vibratorio de energía a una comunidad terrestre no es en absoluto evidente. Quizá sea un tema sobre el que haya de volver más adelante.

Volviendo a mi situación personal, como decía, yo no seguía a ningún «Maestro», unicamente a un sutil campo vibratorio que se iba y se venía caprichosamente, y que, justo, si podía relacionar con la literatura sagrada y algunos nuevos hábitos de vida que iba desarrollando. No habiendo maestro, tampoco habia comunidad… a no ser… que tomara como comunidad de referencia… a la humanidad en su conjunto. Como Maestro… el campo vibratorio impersonal.

El reto que me quedaba era la forma de aplicar las sugerencias evangélicas. La práctica del amor y humildad frente a los adversarios, poner la otra mejilla…

¡No sabía donde me estaba metiendo! 😀 😀

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Acerca de Isar

Investigador de todo...
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