Y la puerta se abrió (viene del post previo).
Y apareció, no una pareja de loqueros, pertechados con inyección de risperidona y camisa de fuerza , pero casi algo parecido 😉
Pagitzlan era un joven licenciado en psicología por una universidad mediterránea.
Cargo electo por el partido indigenista marxista, próximo a la guerrilla, ocupaba en el Consistorio alguna responsabilidad en asuntos de juventud, especialmente en el area de Drogodependencias.
Combinaba la asistencia psicoterapéutica a politoxicómanos con la persecución política al narcotráfico. Un narcotráfico que estaría directamente vinculado a la Inteligentsia militar y policial de las fuerzas de ocupación.
Supuse que había sido mi familia, mi padre más concretamente, quien invitó a Pagitzlan a visitarme. De hecho, nuestras familias se conocían: habíamos sido vecinos años atrás. Pero por otra parte me extrañaba dada la distancia ideológico-cultural.
Comenzó diciendo algo de que él también era un hippie, que le gustaría ponerse unas trenzas y no sé qué.
Me hizo gracia. Pensé que estaba utilizando técnicas psicológicas para romper el hielo, acortar distancias, conseguir mi confianza, en suma.
Pero más tarde me enteré de que era cierto. Cuando regresó a la comarca recién licenciado vestía de hippie, con unas trenzas, se paseaba descalzo por la calle y se alimentaba solo de crudos, hasta que la presión psicosociofamiliar le obligó a moderar sus exóticas costumbres.
Intenté destensar un poco lo violento de la situación:
– Me alegro de verte Pagi. ¡Qué casualidad! Precisamente pensaba últimamente que quería hablar contigo. Porque… tú… estudiaste psicología ¿no?
Pagi comenzó a enrollarse, contando su vida, de cómo se confabularon ciertas «energías cósmicas» que le condujeron a la facultad de psicología de B.; de cómo había viajado aquí y allá, de como se le iban abriendo puertas, como si una mano misteriosa fuese guiando su destino.
Yo escuchaba boquiabierto, creyéndome todo lo que decía. Seguramente era todo verdad.
Aunque había un nosequé de aura fantasiosa, me gustaba lo que decía. Yo sentía cierta desconfianza hacia los currículos adaptados, las personas corrientes, como las que habrían gustado a mi familia.
Siguió contando su historia, de cómo había vuelto, trabajando aquí y allá…
Finalmente confesó:
– y me vino tu padre, que te veía un poco triste, y a ver si podía echarte una mano. Al principio le dije que no, que no podía hacer éso. ¿Como voy a meterme yo en la vida de una persona, de esa manera? Pero después pensé que, bueno, ya que eramos vecinos, voy con la excusa de visitar a la familia, a tu abuela, tu primo… y de paso aprovecho para platicar un poco contigo. Por cierto, que no te veo triste en absoluto…
Para mí fue un alivio comprobar que mi intuición no iba del todo desencaminada, que hasta las paranoias más disparatadas tienen una base real, que cuando sospechamos de alguna conspiración judeomasónica a nuestro alrededor es por algo real que percibimos. Apostaría que la mayor parte de procesos paranoides son provocados por las redes de manipulación y control de las buenas familias contra pobres adolescentes desvalidos luchando por su destino.
– Pues no, la verdad es que la tristeza no es mi problema. No soy tampoco una persona especialmente depresiva. Mi padre dirá que estoy triste porque él sí que sentiría tristeza si estuviese en mi pellejo, encerrado en casa, leyendo la biblia, paseando solo por el campo… pero vivimos en mundos diferentes.
– Lo que sí que parece es que hablas como un náufrago que ha pasado un año sólo en una isla desierta.
Permanecí callado. Aquello sonaba como un cliché, algo que probablemente soltaba a todo el mundo. Por un milisegundo pensé que éso también se lo habían dicho a él mismo.
– ¡Así que te interesas por la biblia y los evangelios! -continuó Pagi- … ¿dónde la tienes?
Piqué.
Aquello era un juego de psicólogo aficionado 😀 . Le enseñé mi biblia que guardaba debajo de la almohada.
– Ah! Bien, la tienes a mano, éso quiere decir que te interesa mucho y que es importante para ti.
– Bueno, no creas, también la utilizo por la noche para aplastar mosquitos contra la pared – contesté sarcástico y un poco molesto de ser objeto de este tipo de juegos psicológicos-
Y comenzó a hablar de la biblia, la religión, el cristianismo…
– El cristianismo no es como nos han enseñado – afirmó con cierta autoridad y como dando por supuesto que yo era víctima de tales ensenanzas manipuladas.
Luego, de repente, me salta hablando de la segunda venida de Cristo, del arcángel Gabriel, la importancia de descansar en sábado (y no en domingo) y otras cuestiones bíblicas.
Durante unos segundos pensé, en la línea que decía antes, que estaba jugando conmigo, que me estaba faroleando, haciéndose pasar por religioso para sonsacarme información de terapia.
Pero no, no podía ser…
la habitación se llenó de una intensa energía espiritual, relativamente densa, casi podía tocarse, mi corazón vibraba… él estaba siendo sincero… o casi…
Yo me sonreía para mis adentros. Sus plantemientos me parecian superinfantiles e ingenuos. La verdad, no veía ninguna diferencia esencial entre «su» cristianismo y el cristianismo «que nos habían enseñado». Lo que sí era diferente, al parecer, era la energía interna con la que vívia sus creencias.
Seguimos hablando de las drogas. De que si estaban destruyendo a la juventud, que si policía y ejército estaban implicados en las redes de narcotráfico, que si había intereses políticos en mantener atontada y drogada a una juventud potencialmente combativa…
– mira los hippies! Un movimiento tan estupendo que se echó a perder por una moda estúpida!
La impresión que me dió es que no tenía mucha idea de drogas ni de su psicosociologia relacionada. Sus planteamientos me parecian un tanto infantiles, así como sus creencias cristianas. No me refiero a la implicación del gobierno y de la policía en estos asuntos, éso se daba por supuesto, era algo mas sutil, algo así como una historia de niños buenos y tontos que salen a la calle y se tropiezan con unos traficantes malos y astutos que les venden droga para dañarles y sacarles el dinero.
Pero esa energía espiritual que impregnaba la habitación… ¡nunca habia visto nada igual!
Hablamos de la Rosacruz de Max Heindel. Se sorprendió de que hubiese leido algo de esos temas.
-¡Has leido a los rosacruces! No es muy corriente encontrar gente con estas inquietudes, ¡y menos aún a tu edad! Yo también comencé a interesarme por estos temas, pero lo dejé. Me di cuenta de que si seguía por ese camino terminaría encontrandome cada vez más solo y aislado.
De nuevo me puse en guardia. ¿Qué quería decir?¿me estaba soltando una indirecta? ¿Que yo me estaba aislando por culpa de esos temas? Hummm…!
– Leyendo «La Voz del Silencio»[*] -continuó- tuve una experiencia: me sentí flotando por encima de mi cuerpo, hacia el techo, y me veia desde arriba a mí mismo y mi habitación…
Me quedé un poco desconcertado. No sabía muy bien como calibrar la situación. Yo creía en tales experiencias, desde luego, pero a pesar de ello la situación no me parecía muy normal, no sé… ¿me mentía? ¿Estaba jugando? ¿Se lo creía realmente? ¿Le contaría así, ésto, a todo el mundo?
No sabía lo que era éso de «la voz del silencio». Luego me enteré que era un libro de H. P. Blavatski, fundadora de la sociedad teosófica y, en cierto sentido, antecesora de Max Heindel.
Cuando finalmente me contó que había sido abducido por un OVNI comencé a verlo todo más claro. Bueno, lo de que fue abducido es una deducción mía. Lo que contó en realidad, fue que un OVNI pasó por encima de su casa y lanzó un rayo de luz que atravesaba techos y paredes, justo hasta su cama, incluso intentó esconderse bajo las mantas. Pero, daba igual, la luz lo atravesaba todo.
Posiblemente le insertaron el microchip de rigor en el lobulo temporal para actuarlo y monitorizarlo. Y, muy posiblemente ,no llegaron a colocárselo bien, obteniendo como resultado una respuesta atipica y no-controlada, o imprevisible.
Ixiu Respondía positiva y claramente al test del DSM alternativo para el diagnóstico de abducciones, aunque éste ya es un tema que fui comprobando más adelante.
Luego volvió al terreno más propiamente psicoterapeutico.
– Bueno, y… ¿Qué objetivos, qué intenciones tienes para el futuro?
– pues, lo único que me interesa es ésto – dije señalando a mis libros – pero voy a ir a estudiar a M. más que nada pensando en un trabajo, una profesión…
– Bueno, pero, ¿si pudieras elegir? ¿Qué te gustaría hacer en el plano concreto?
– Lo que siempre me ha tirado ha sido el monte, la naturaleza, Senderismo de montaña…. Vivir en una granja o caserío, un comuna con una huerta y animales… pero actualmente no veo posibilidades…
Entonces me dijo que, precisamente, tenía una casa en plena montaña (allí precisamente tuvo lugar la abducción), y que su sueño, su misión en la vida era poner en marcha una suerte de granja terapéutica.
– ¡Isar! ¡Yo tengo una casa en el monte! Allí quiero preparar un lugar donde pueda ir quien lo necesite, para dejar las drogas, aprender a vivir sin ellas, aprender a comunicarse a otro nivel… estamos arreglando la casa y tenemos una huerta y unas gallinas!
Si quieres podrías venir a ayudarme. Yo te ayudo, tu me ayudas…
Me tocó uno de mis puntos flacos 🙂 .
Finalmente nos despedimos, con la seguridad de que ya volveríamos a vernos y seguir platicando de lo divino y lo humano.
Me quedé prendado de la energía espiritual que canalizaba y me tomé muy en serio la misión de ayudarle. De ayudarle a centrarse un poco, a liberarse de sus infantiles concepciones sobre la religión 😉 , a comprender mejor el mundo de la droga… y reajustarle el implante 😉 , si fuese posible …
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