Mi primera visita a la granja de Pagiztlan, (su proyecto de reinserción de toxicómanos) me dejó un poco decepcionado.
No sé porqué había imaginado una especie de comuna al estilo hippie, pero en plan naturista y vegetariano. Lo que me encontré fue un ambiente un tanto tradicional, una familia tradicional que, desde luego, no era lo mío. No veía mi sitio allí.
Me habría gustado hacer algo, ayudar en algo… pero allí no había nada organizado. Me dejaron en un rincón, se olvidaron de mí y cada uno se puso a trabajar en lo suyo. Por un momento me recordó a «la casa de la pradera»
Me sentí una nulidad completa. Como proyectado hacia el rol de enfermo, de enfermo mental desestructurado que necesita ayuda…
Pero, ¿donde me había metido?
Fuí a dar una vuelta por los alrededores. Me sentí tan confuso y desorientado que no se me ocurrió otra cosa que ponerme rezar. Toda una regresión a la infancia, a mi cristianismo infantil. Luego me avergoncé de semejante actitud pueril. ¡Mary ya sabe qué es lo que necesitamos antes de solicitar nuestra petición! ¿Es justo que más mame quien más llore? ¡En absoluto! ¡Al contrario!
Pagi no vibraba en la energía interior que le había conocido, sumergido en su rol de Michael Landon [*]. Pensé que ese ambiente no le favorecía, no le permitía desarrollarse. Más tarde comprendí que ese mismo ambiente le ayudaba a mantener «los pies en la tierra», pues su microchip peculiar le llevaba por caminos excesivamente fantasiosos, o mágico-místicos. Pero, en cualquier caso, a mí me gustaba verle vibrar en su infantil mundo mágico, como buen adolescente rebelde que rehuye los ecosistemas y maneras formalmente establecidos.
Me había tomado en serio la misión de «ayudarle». Ayudarle a centrarse y a canalizar adecuadamente su energía interior. Una «energía sin forma», como le fui calibrando más adelante. Pero, su «te ayudo, me ayudas» tenía trampa, no era tan igualitario como parecía a primera vista. El «te ayudo» se refería a una supuesta ayuda espiritual o psicoterapéutica. El «me ayudas» parecía una demanda de mano de obra barata para su finca particular 😀 😀
Y algo más… el «me ayudas» parecía un «me ayudas a recrearme en mi rol de superior jerárquico», más aun: «me ayudas a vender mi imagen personal en la comunidad, (a hacer campaña electoral, en suma)»
Bueno, tampoco me importaba mucho ponerme a trabajar en la finca, ni tampoco me habría importado mucho dejarme utilizar en sus campañas de marketing personal, como ejemplo de toxicómano reinsertado gracias a sus servicios terapéuticos, siempre y cuando se acordasen unas condiciones mínimas. Unas condiciones mínimas que no llegaron a darse… Y es que intentar negociar con Pagi era como intentar menear un muro de piedra a cabezazos 😀 😀 Al parecer, los de la nodriza, ejercían un férreo control sobre el microchip 😉
Lo que sí me cautivó desde el principio fue el ecosistema natural. A unos 20 KMs de casa, en plena naturaleza, a 4 Kms del asfalto, 700 de altitud. Una antigua estación estelar, situada a tiro de piedra de la guarida de la diosa Maia, con buena parcela de aterrizaje, aún en nuestros días perduran notables perturbaciones electromagnéticas, cuya incidencia en el sistema neuronal se deja notar en las personas más sensibles.
Pagi tambien se enamoró del sitio, desde joven.
– ¡Esto va a ser mío!. – pensó la primera vez que arribó a la vieja borda semiderruida, extraviado tras una excursión montañera.
Y la verdad es que Pagi se comportaba como si realmente aquella casa, aquellos parajes fuesen de su propiedad.
-¡Esto ya es mío! – parecía, más bien, ser su mantram
En realidad, la propiedad, jurídicamente hablando, era de unos cuantos indígenas; adquirida por herencias sucesivas, mantenían la finca abierta, sin vallas ni cerrojos, siendo usada y disfrutada libremente por montañeros, pastores, cazadores y cuadrillas de politoxicómanos que acudían a celebrar los plenilunios.
Sin embargo, el poderoso mantram de Pagi nos impedía ver la situación con nitidez. Y por inducción tambien nos comportábamos como si realmente los parajes fuesen de su propiedad. Incluso, todos, nos referíamos, a la finca como «la finca de Pagi».
En cualquier caso, como decía antes, el ecosistema humano no estaba maduro para mí, o a la inversa, yo no lo estaba para él. Antes de ir albergaba ciertas esperanzas de que, quizá, en lugar de irme a estudiar una Ingeniería Industrial, podría emprender algún proyecto con Pagi, algo relacionado con una comuna New Age, o con politoxicomanías. Pero no. Por ahí no estaba preparado mi camino, al menos a corto plazo.
Cuando nos despedimos, ya de vuelta al pueblo, estuvimos un rato a solas. Volvió a recuperar su nivel vibratorio anterior.
-¡Cuando quieras llamas, Isar! Subimos a la finca, o charlamos y damos un paseo por el pueblo
-Sí, ya estaremos…
Estaba visto que no me iba a escapar de mis estudios de ingeniería ni a través de la puerta estelar 😀 😀