Ora et Labora

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Y, así, mis huesos terminaron en un internado estudiantil patrocinado por el Opus Dei.

No sabía donde me estaba metiendo 😀 😀
¿O si?

Un cambio radical. ¿Brutal?

Un pobre politoxicómano a medio reinsertar, enemigo de la civilización y del progreso, de las instituciones establecidas y tal y cual… Metido de repente entre lo mas selecto de los estudiantes del país, aspirantes a hombres de provecho.
Convencido anticlerical, metido en un nido de militantes opusdeistas.
Yo, acostumbrado a una vida bohemia, a un año sabático sin horarios, y sometido de repente a un intensivo horario de estudios…

Yo, con una recién descubierta vocación de, llamémosle, filosofía mística-oculta, puesto a estudiar una ingeniería industrial, sin el más mínimo colorido poético…

Y acostumbrado a relacionarme con mis hampones colegas triperos 😉 , ahora rodeado de la flor y nata de los buenos estudiantes del país.

Pako, mi compañero de habitación fue una auténtica broma karmika 😀. Un proyecto frustrado de cura, amante del orden y de las buenas costumbres… Extrema izquierda frente a la extrema derecha; hereje frente a beato, rebelde frente al adaptado, … Al final casi nos hicimos amigos, después de un par de años de cómica convivencia.

El staff del internado era también un cura «retirado». Pero un cura «guay», cuya afición a las pelis porno le hacia parecer más simpático y moderno a las bases estudiantiles. No rocé mucho con él, (en el buen sentido por supuesto). Un día me citó para unas gestiones y, de repente, como quien no quiere la cosa, y mientras hacia ademán de meterme mano, me dice algo así como que «Ya sé yo que tu eres un punkie»

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Quedé sorprendido, porque yo me cuidaba mucho de comentar nada sobre mi pasado. ¿De donde habría sacado la información? ¿Algún tipo de confabulación judeomasónica se cernía sobre mí?

Más tarde me enteré, el propio staff me lo confesó, que era cosa de mi padre, que solía llamarle y confesarse con él 😉

Militantes del Opus Dei campaban a sus anchas por el internado, haciendo proselitismo y buscando «voluntarios» para ir a rezar a una virgen en una capilla próxima. A mí me dejaban en paz, pero le rondaban a Pako.

Incluso entre los más modernillos alumnos había quien se dejaba convencer.

Yo flipaba 😀 😀

En cuanto al horario de estudios, pues… Unas 9 horas diarias. La ingeniería propiamente dicha eran 5 horas. Pero aparte teníamos otras cuatro horas «practicas» de taller, tecnología y dibujo básico.
Creo recordar asignaturas como Álgebra; Cálculo, con el ladrillo de Piskunov; Economía positiva, otro ladrillo, ; Física, Termodinámica y Electromagnetismo; Circuitos eléctricos y Dibujo técnico.

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En cuanto al curso práctico no recuerdo ningún texto, se trataba de aprender a montar y circuitos prácticos con interruptores, resistencias, condensadores, osciloscopios… El Dibujo se repetía un poco con el de ingeniería y la tecnología con los circuitos eléctricos.

Entonces, pongamos que la jornada comenzaba a las 9 am y terminaba a las 19:30, comida incluida. Después tocaba la cena. Y después para llevar las cosas al día, pues un par de horitas más para repasar las lecciones y hacer los deberes.

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Uff! Agobia solo de pensarlo ¿Eh? 😀

Yo, por supuesto, me tomaba mis horas libres para pasear, explorar las montañas de la comarca y leer algún libro de ocultismo y misticismo. Recuerdo durante los primeros meses el Concepto Rosacruz del Cosmos, de Max Heindel, que guardada disimuladamente entre los libros académicos…

Luego recuperaba algo el fin de semana, pero en general se me iba acumulando trabajo para los exámenes.

El objetivo de semejante temario era, supuestamente, controlar la maquinaria industrial, especialmente la parte eléctrica, bien sea en un contexto de mantenimiento de la maquinaria de producción o la producción de maquinaria, aunque en la práctica la mayoría de conocimientos estaban condenados a mostrarse inservibles y perderse en el olvido. Los cuadros directivos, para los cuales eran precisos conocimientos técnicos, también podrían ser reclutados de entre las promociones ingenieriles, después de un par de posgrados en organización y gestión de empresas (actualmente las especializaciones académicas ya vienen desglosadas,,,)

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Sin embargo, el sistema de estudios también tenía otra función: y era la de hacer criba entre la población estudiantil, muy especialmente el primer año.
Lo que se valoraba aquí no es la mera capacidad de repetir ante un examen los conocimientos previamente memorizados sino de aplicarlos para la resolución de nuevos problemas. Muchos esforzados estudiantes se veían obligados a abandonar, a falta del «ingenio» requerido para afrontar problemas y situaciones nunca vistas.

A tal efecto, el profesorado se reservaba un libro de sesudos y rebuscados problemas que no eran presentados a los alumnos hasta el día del examen. Aunque, en general, el método de evaluación era mixto: parte de los problemas de las pruebas de evaluación eran nuevos y parte ya habían sido vistos y podían resolverse al estilo tradicional.

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Otro modelo mixto consistía el plantear al alumno durante las clases una enorme cantidad de problemas, de entre los cuales se extraían los contenidos del examen. El esforzado alumno que se estudiaba todo el material tenía abierta las puertas del aprobado. El que se limitaba únicamente a los conceptos básicos tenía que hacer un esfuerzo extra el día del examen para ingeniar la resolución de un problema nuevo. Tal era la opción que, en cualquier caso, yo me veía obligado a seguir, acostumbrado como estaba a preparar el temario en días previos al examen.
Una opción arriesgada, ya que, aparte de las aptitudes requeridas, era necesario adaptarse al tiempo reglamentario, y aparte de otras incidencias que pudieran surgir, como un dolor de muelas o unas inoportunas ganas de ir al baño 😉

En cualquier caso, la metodología de evaluación no dice nada de la calidad didáctica del profesorado que, intencionadamente o no, no siempre resultaba ser de lo mejorcito, lo cual obligaba al alumno a instruirse por medios autónomos, añadiendo, si cabe, un añadido meritaje extra en el proceso selectivo.

Finalmente, el numero de alumnos que pasaba al segundo curso era aproximadamente la tercera o cuarta parte. Y, sin contar de que, para entrar en la Escuela ya se había hecho una criba previa a través de los exámenes de acceso. Luego, los subsiguientes cursos resultaban menos cribatorios, pero aun seguían produciéndose algunas deserciones, depresiones, gente que se le iba la olla, incluso algún suicidio.

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El objetivo final era conquistar el Titulo de Ingeniero que abriese las puertas de la élite tecnocrática empresarial a los sufridos estudiantes que mostraban su disposición a someterse al citado régimen de evaluación, disposición a pasarse horas y horas seguidas sentado en el pupitre, engullir un abstracto temario y discurriendo sobre la resolución de abstractos problemas técnicos.

Mis aspiraciones eran un tanto más modestas. No tenía nada claro si iba a ser capaz de aguantar mucho tiempo en ese ecosistema, con ese ritmo de estudios, y con unas materias que no eran las que más me cautivaban, precisamente. La ecuación que yo me había planteado era algo así como que «al César lo que es del César». Es decir, que para ganarme la vida tendría que aprender una profesión; pero ni los estudios ni la profesión en sí «iban conmigo». Ni siquiera me imaginaba como podría ser el puesto de trabajo de ingeniero en una empresa.

A veces pensaba que esa escuela de ingeniería era parte de mi destino. No porque lo quisiera yo, sino que venía «de arriba».
Intuía que, independientemente de la cuestión técnico-profesional, para mi evolución personal, me resultaba conveniente establecer distancias con mi familia y colegas, con mi pasado ritmo de vida, en suma.

Otras veces pensaba que me había equivocado de estrategia, que había sobrevalorado mi capacidad de resistencia, y que todo éso no podía durar mucho. «Quizá dure una semana, quizá dos… Hasta navidades?… Hasta los exámenes parciales?… Hasta los finales?…» 😀 😀

¿Dónde terminarían finalmente mis huesos?

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Acerca de Isar

Investigador de todo...
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