Upanishads

Pero la lectura que más me ayudó a afinar mi orientación interior en aquella época fue la de los Upanishad.


  Solicité un pedido de varios libros a la editorial argentina, creo recordar «la voz del silencio» y «ocultismo práctico» de Blavatski. Los «principios ocultos de la salud y curación» de Heindel, y alguno de Leadbeater sobre budismo.


  No guardo muy buen recuerdo de ninguno de ellos. Casi como que
generaban cierta confusión, como que me mantenían encerrado en una nube de conceptos o afirmaciones de dudosa contrastación, contradictorias entre sí muchas de las veces.
  En cierto modo veía desbordada mi capacidad crítica, dando por válidas algunas afirmaciones de un autor, para más tarde dar igualmente por válidas las afirmaciones contrarias de otro. Y con el consiguiente colapso neuronal. 

  Por alguna razón había dejado de escribir. Quizá llegué a considerarlo un tanto presuntuoso, pero era la terapia que mejor me ayudaba a poner las ideas en orden.

La versión de los Upanishad, sin embargo, activó algo en mi interior… o en mi ese interior que no es ni interior ni exterior 😉 .

 Buena parte del texto era bastante impenetrable pero se me quedaron grabados unos versos que decían: algo así cómo:

«¿Cómo podrás ver a Aquél que ve con tu visión?»

«¿Como podrás oir a Aquél que oye con tu oído?»

«¿Cómo podrás pensar en Aquél que piensa con tu pensamiento?»

Digo que «decían algo así» porque no se cual es el texto original que leí. Me pregunto si no me habré reinventado, o readaptado el verso. Recientemente me he descargado otra versión de los Upanishads y no he visto la estrofa tal cual, sólo una parecida.

«Aquél que ve» o «Aquél que oye» o que piensa… así lo entendía yo… era «mi» Atman. Aquél o Aquello que permanece fijo en el constante cambio vital.

 Aquello que ve, que oye, que piensa… es de una naturaleza esencialmente diferente a la de aquello que es visto, oído, pensado… captar su verdadera esencia, en estado de serena atención, sería la verdadera meditación, la verdadera oración. 

  Se iban encadenando conceptos: 1) el que piensa-conoce;  2) lo pensado conocido 3) el medio (la visión, el oído, el pensamiento) 4) la unidad de todo ello…

Pero no era una simple cuestión filosófica. Un rayo de luz atmánica iluminaba todo mi ser, apuntando hacia la armonía cabeza-corazón, y  disipando miedos o dudas. No sé porqué lo relacionaba con la luz solar; con el reflejo de la luz solar que podía contemplar desde mi ventana… ni tampoco me cuadraba, pues entendía que la radiación solar, ingrediente material, nada tenía que ver con el mundo atmánico.

La propia palabra «Atman» me encantaba, me removía cosas internamente, me sonaba familiar, como si siempre hubiese convivido con ella.

Me reconocía a mí mismo y a la energía interna que debía sintonizar. 

«Este Ser, más pequeño que lo pequeño, más pequeño que un grano mostaza y al mismo tiempo más grande que todos los mundos». 

Su afinidad con el Evangelio Gnóstico se hacía patente, incluida la propia mención al grano de mostaza.

No quiero decir que estas corrientes atmánicas se instalaron en mi sistema de una vez para siempre. Simplemente, que venían y se iban, podían activarse pensando en Atman, en algunos versos del Upanishad y, en ocasiones, como decía, se activaba con el reflejo de la luz solar… pero siempre con los pies en la tierra y en armonía con el quehacer cotidiano. Una cuestión de grado, como siempre.

Al contrario que los otros textos, las Upanishads trabajaban sobre el centro de la conciencia, apelando no a la «autoridad» del gurú sino a conceptos y energías palpables en nuestro interior. Bueno, al menos los párrafos que más me impresionaban.

Algunas versiones que he descargado por ahí…

«Él es mi Ser dentro de mi corazón; más pequeño que un grano de arroz, más pequeño que un grano de cebada, más pequeño que un grano de mostaza, más pequeño que un grano de mijo; Él es mi Ser dentro de mi corazón, más grande que la Tierra, más grande que la Región Media, más grande que el Plano Celestial, más grande que todos los mundos».

~Chândogya Upanishad

 ¿Qué Ser, oh Vagñavalkya, está dentro de todo?” Yagñavalkya replicó: “Tú no pudiste ver al verdadero ser que ve con la vista, tú no pudiste oír al (verdadero) ser que oye con el oído, ni pudiste percibir al verdadero ser que percibe todas las sensaciones, ni conocer al conocedor del Conocimiento. Este es tu Ser, que está dentro de todo. Todo lo demás es ilusión”. Después de ésto Ushasta Kakrayana dejó de preguntar. 

Brihadaranyaka Upanishad 

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Acerca de Isar

Investigador de todo...
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