Ciencia y Vida

Ciencia y Símbolo.
Aprendizaje del lenguaje simbólico/escrito.
Inspiración y expiración informacional.
Aprendiendo matemáticas.
Investigación científica.
Psiquismo científico
Psicopatología del quehacer lógico-lingüístico.
Vocación científico-literaria
Animal político..
Psicoterapia.

Con «Ciencia» me refiero a ciencia oficial: Matemáticas, física, tecnología, etc.

«Vida» es en el sentido de biografía, o guión de vida, no tanto el concepto bioquímico.

Entonces la cuestión es ver cómo influye la Ciencia en nuestro personal guión de vida.

Ciencia y Símbolo

No me refiero tanto a la ciencia cristalizada en tecnología, ingenios técnicos al servicio del usuario, sino a la ciencia como vocación. Ciencia como actividad intelectual. Más exactamente en el sentido de ciencia escrita. Y más exactamente todavía, como ciencia que se desarrolla en un lenguaje escrito y/o simbólico.

La noción de ciencia tiene varias acepciones. Desde su sentido filosófico, como «conjunto de saberes ciertos» hasta su sentido práctico, de saber-hacer, la ciencia de un arte u oficio, por ejemplo.

Vista así, en principio, la ciencia, como ciencia práctica, no necesitaría soporte escrito o simbólico. Pensemos, por ejemplo, la sofisticada ciencia de la agricultura autosuficiente que el campesino aprende sin libros, en contacto directo con el sitio, sin necesidad de la lectura/escritura.

Muchos oficios tradicionales y artesanales, igualmente sofisticados, se aprenden directamente, de forma visual y práctica, sin necesidad de soporte escrito.

Pero ahora voy a enfocar la ciencia en la medida en que usa un soporte simbólico, un sistema lógico-lingüístico para: 1) almacenar conocimientos, 2) transmitirlos al estudiante y 3) crear o generar nuevos conocimientos.

No quiero decir que este aspecto de la ciencia, ciencia escrita o escriturable sea más o menos importante, o complicada de asimilar que la anterior, la artesanal. Pero sí creo que es la que conlleva mayores efectos secundarios sobre el psiquismo.

Aprendizaje del lenguaje simbólico/escrito

El aprendizaje masivo de las técnicas de lectura y escritura es relativamente reciente en la historia del mundo.

Inicialmente reservada a ciertas clases privilegiadas (o desafortunadas, según se mire) gobernantes, sacerdotes y comerciantes, las clases campesinas y artesanales se veían exentas de la sufrida escolarización y alfabetización. Quizá no fue hasta la revolución industrial, S.XIX, que se fue haciendo más necesaria una población mínimamente escolarizada para los nuevos sistemas de producción y dominación. Los sistemas legislativos, de derechos y obligaciones, fueron sustituyendo a los modelos de dominación personal tanto en la vida civil como en la fábrica y en un momento dado tanto capitalistas, como marxistas, como cristianos se pusieron de acuerdo (y no sin ciertas reservas según los casos) en la necesidad de escolarizar a la peña.

Situémonos pues en el momento en que el hijo de las modernas sociedades comienza a aprender el arte del lenguaje escrito.

Yo, la verdad, no recuerdo cuando fue que aprendí a leer y a escribir. Ni cuando ni cómo. Así como tampoco recuerdo cómo fue que aprendí a hablar. Pareciera pues, como si desde siempre hubiese dominado la lectura y escritura. Los primeros recuerdos se remontan con 5 años, que hice un examen de acceso a un colegio de benedictinos, ya entonces sabía leer, escribir y cálculo elemental. Lo recuerdo porque me entraron unas insoportables ganas de cagar mientras resolvía las multiplicaciones y divisiones. Y me vi obligado a inventarme el resultado de la última división para salir corriendo al baño…

La cuestión es que, después de los sufridos inicios de aprendizaje, en un momento dado, el interesado puede llegar a engancharse a los placeres de la lectura y pasarse horas y horas leyendo, primeramente, cómics, cuentos y las primeras novelas de aventuras.

Yo me recuerdo desde bastante joven leyendo estos cómics de el pato Donald de Walt Disney, Mortadelo y Filemón, Pepe Gotera y otros de Ibañez, y el Capitán Trueno. ¿Siete añitos quizá? ¿seis? Un poco más tarde, también, los de Spiderman, Superman y la Masa. Pero los cómics todavía tenían «trampa». Todavía llevan una importante carga visual.

La buena magia de la literatura aparece cuando nos sumergimos en una novela pura y dura durante horas y horas, no ya como una pesada obligación escolar sino ya bien enganchados al argumento, devorando un capítulo tras otro. Recuerdo a Enid Blyton con sus «siete secretos» y «los cinco». Y un par de novelas ambientadas en el circo, «el circo Galiano», creo recordar, me removió cosas, como el amor o la nostalgia por la vida nómada. Igualmente con Tarzán de Edgar Rice Bourhougs, me removió la nostalgia por la vida salvaje y Drácula, de Bram Stoker hizo lo propio con el esoterismo.

Pero, a lo que íbamos, y es al desarrollo del hábito por la lectura, a pasar horas y horas entre libros, lo cual conlleva unas peculiares connotaciones neurológicas, o neurofisiologicas: el cuerpo quieto, la mente abstraída, o disociada, del entorno inmediato. La vida cotidiana pierde su atractivo frente a los apasionantes guiones de novela literaria.

Y sin perder de vista el temario académico, las matemáticas, las ciencias naturales, la historia… Un temario de obligado cumplimiento que, normalmente, al menos en mi caso, no me llegaba a enganchar como una buena novela. No me desagradaban las clases en la escuela, pero no era lo mismo. Y menos aún cogerte el libro de texto para disfrutar de su lectura.

Asignaturas como los trabajos manuales, la gimnasia o educación física, la música… Iban relegadas a un segundo plano a pesar de su importante rol equilibrador y terapéutico.

Inspiración y expiración informacional

Pero la educación tiene sus dos partes, input y output, inspiración-expiracion, lectura y escritura.

La información absorbida es procesada y elaborada para ser devuelta transformada. Leemos una novela y escribimos un resumen. Leemos el libro de texto y respondemos las preguntas del examen.

Más aún, y a otro nivel, después de leer varias novelas, escribimos varios resúmenes… Y finalmente escribimos nuestra propia novela. Leemos varios libros académicos, superamos los exámenes… y finalmente escribimos nuestro propio ensayo académico.

(Bueno, es un decir, que en realidad la escritura de ensayos académicos viene un poco más tarde, pero sigue el mismo modelo.)

Los sistemas educativos tradicionales, especialmente de tradición religiosa ignoran este importante proceso educativo. Ignoran la parte creativa del aprendizaje, y es que no se trata tanto de repetir, palabra a palabra, el contenido de los libros de texto sino de reelaborarlos según criterios diversos. Un criterio puede ser el «resumen», la extracción de ideas principales. Otro criterio puede ser el comentario y crítica. Para, finalmente, elaborar un libro propio. En suma, se trata de articular un discurso diferente, elaborado con «palabras propias». Pero, porfa, no la mera repetición clónica del discurso original.

Tampoco quiero decir que no sea necesaria la repetición o asimilación memorística de ciertos contenidos. Para que pueda haber comunicación se necesita una parte común. Pero para que haya individualidad se necesita parte original.

La parte común es, por ejemplo, el lenguaje. Las palabras y reglas sintácticas deben ser iguales para todos en una misma comunidad lingüística, o muy similares al menos. Pero la forma de utilizarlas, de elaborar discursos, sería personal y original.

Aprendiendo matemáticas

En matemáticas también tenemos el doble juego. Aprendemos el concepto de número, aprendemos a representar cada número y a partir de aquí aprendemos a resolver problemas concretos. Pero el alumno no debe limitarse a repetir la solución de estos problemas concretos: debe asociar cada caso particular a un caso general, de modo que una vez conocido el modelo general de resolución, y por un proceso de abstracción, deducir la resolución de un número infinito de casos particulares que siguen el patrón general.

Por ejemplo, el estudiante aprende que «tenemos 3 nueces en una mano y 5 nueces en la otra. Juntando todas en un caja tenemos 8 nueces»

Ahora bien, si lo que tenemos, en lugar de nueces, son 3 garbanzos en una mano y 5 garbanzos en la otra, y los ponemos todos en la caja, ¿cuántos garbanzos tendremos en la caja? A primera vista parece evidente que, como en el caso anterior, en la caja tendremos 8 garbanzos. Pero en realidad no es tan evidente, ni tan inmediato. El estudiante, en principio, no tiene porqué saber que, garbanzos y nueces, tienen las mismas propiedades numérico-matemáticas. Es necesario un ejercicio de abstracción matemática, por el que, primero, aprendemos la naturaleza del número: el «1», el «3», el «5», el «8». Aprendemos a extraer el número correspondiente a un conjunto de elementos. Del conjunto de 3 garbanzos extraemos el número «3», la Idea de 3, que es el mismo número que extraemos del conjunto de 3 nueces. Lo mismo para el conjunto de 5 garbanzos o nueces.

Luego aprendemos las propiedades de los números, y que son independientes del conjunto de elementos físicos de los cuales han sido extraidos. Aprendemos a sumar números, por ejemplo: 2+3=5 y aprendemos que esta propiedad se cumple siempre independientemente de que el «2» o el «3» este representando a un conjunto de manzanas, dedos, rayas o gatos.

Y, entonces sí. Si un evento físico puede correlacionarse con la operación matemática de «sumar» nos da lo mismo que se trate de nueces o de garbanzos, la experiencia puede extrapolarse de un tipo de elementos a otros. Si aprendemos que juntando los 3 garbanzos de una mano con los 5 garbanzos de la otra mano nos aparecen 8 garbanzos en la caja entonces podemos dar por cierto que juntando 5 nueces con 3 nueces obtendremos 8 nueces.

Poco a poco podemos ir más allá.

Aprendemos el concepto, o Idea de la «suma», o de la «unión» de conjuntos. Aprendemos que si tenemos un conjunto de elementos en una mano y otro conjunto de elementos en la otra, y juntamos todos en una caja, el numero total de elementos en la caja se corresponde con la «suma» de los números correspondientes al conjunto de elementos en cada mano.

Ahora podemos ir mas lejos. Podemos abstraernos no solo del tipo de elementos (si son manzanas o peras) , podemos abstraernos tambien del numero concreto de elementos. Si juntamos los 2 garbanzos de una mano con los 4 garbanzos de la otra, en la caja aparecerá el número de elementos correspondiente a la «suma» de 2 y 4, o sea 2+4=6. Si son 10 y 5 lentejas tendremos 10+5=15. Un mundo de infinitas posiblidades se abre ante nosotros gracias a la abstracción y la generalización. 1+3=4; 3+8=11; 4+6=10; 6+4=10;

Podemos resolver infinitos problemas diferentes convirtiendo el problema concreto en problema general, obteniendo la solución general y reconvirtiéndola finalmente en infinitas soluciones concretas.

En lenguaje matemático se suelen usar las variables x, y, z, por ejemplo, para trabajar sobre el plano general, aplicar las propiedades generales para obtener soluciones generales y traducirlas a una solución concreta.

Por ejemplo, definamos:

x: elementos en mano izquierda

y: elementos en mano derecha

z: elementos finales en la caja.

La fórmula general que relaciona el evento es:

z=x+y

Cada evento particular emerge con dos valores concretos de x e y. Por ejemplo:

x=3; y=5. Para la resolución del problema sustituimos los valores generales de x e y por sus valores concretos, de cada problema concreto:

z=x+y –> z=3+5 –> z=8

Sí, claro, estoy trabajado sobre problemas supersencillos y superevidentes, pero es más o menos la forma en que se van elaborando las construcciones matemáticas, cada vez más complicadas y abstractas. Los problemas que muchos alumnos presentan para resolver problemas matemáticos reside en estos procedimientos de abstracción; digamos que aprenden a memorizar el evento concreto pero no le cogen el truquillo al proceso de abstracción. Digamos que aprenden que juntando 2 manzanas con 5 manzanas tenemos un total de 7 manzanas. Pero cuando les preguntas cuál seria el resultado si en lugar de manzanas trabajamos con piedras la CPU se les bloquea, no son capaces de encontrar una solución por sí mismos y no darán una respuesta hasta que el maestro les diga expresamente que juntando 5 piedras con 2 piedras el resultado es igualmente 7 piedras.

(Por supuesto, es un ejemplo extremo, el estudiante medio no se bloquea en estos niveles tan elementales de abstracción, y si lo hiciera pensaríamos que el problema es más bien neurológico que educativo. Pero, esencialmente, el problema es el mismo cuando avanzamos en el temario matemático.)

Así que, de momento, tenemos tres niveles de abstracción. Primero, el nivel básico, fenoménico, en que vemos conjuntos de 3: 3 garbanzos, 3 dedos, 3 gatos… de aquí comprendemos el concepto genérico de «3», el numero 3, la Idea de tres. Y comprendemos que todas las propiedades del número 3 son comunes a cualquier tipo de elementos que formen conjuntos de «3»

Luego vemos conjuntos de 4, de 8, de 27… y comprendemos el concepto genérico de «número», la Idea de número que podemos designar con variables x, y o z.

x,y,z representan, cual comodines, números cualesquiera en un evento definido. Por ejemplo, x= «número de garbanzos en mano derecha» como en el caso anterior. Y las propiedades definidas, o descubiertas para x son válidas para cualquier número que asociemos a x (o y, o z), como las fórmulas del tipo z=x+y; y=x*z; x²=y²+z² etc.

Investigación científica

La investigación científica sigue por similares caminos. El mundo fenoménico nos ofrece eventos convertibles en carne numérica y matemática. Pueden ser eventos en los que intervienen números o cantidades de elementos. Pero también pueden ser longitudes, pesos, temperaturas o cualquier otra variable física igualmente convertible a «formato numérico» (3,54 km; 0,850 kg; 35º…) y susceptible de participar de las funciones matemáticas generales (suma, resta, derivación, etc)

Entonces, a partir de procesos de abstracción y generalización, el investigador trata de obtener formulas generales que poder aplicar a cada uno de los infinitos casos particulares.

Psiquismo científico

Pero, ¿qué hay en la cabeza de un investigador científico empeñando en definir las formulaciones generales del mundo?

En la medida en que pretende establecer relaciones cada vez más generales se va alejando cada vez mas de los objetos concretos, del mundo del pensamiento concreto. No piensa en garbanzos ni en nueces, sino en números generales y abstractos, piensa en «unos», «doses» y «treses». Sumas y restas, + y -, como mucho piensa en un espacio euclidiano formado por tres ejes.

Debemos considerar, por tanto, que el científico matemático, cuando está plenamente concentrado, elaborando sus diseños abstractos en lenguaje matemático, estará haciendo trabajar zonas muy peculiares del cerebro, ( y detectables a través de una neuroimagen).

Al menos serán zonas un tanto diferentes a las de un campesino o un artesano cuando investigan igualmente en sus respectivos campos de trabajo.

Pensemos primero que, el científico, se encuentra inmóvil en su estudio. El campesino piensa, investiga, al tiempo que se mueve y realiza actividad física. El campesino está en contacto directo con su ecosistema exterior, y su dinámica cerebral está directamente relacionada con la «coyuntura» ambiental. En cierto modo, puede decirse que su huerta, sus animales y aperos de labranza son una extensión de su cerebro. El científico, matemático, (en tanto que tal) no tiene para nada en cuenta la configuración del mundo exterior, como mucho la localización del cuaderno y lápiz donde dibujar garabatos 😉 .

Situación similar a la del escritor o artista, por otra parte: muchos quehaceres intelectuales, la mayoría quizá, colocan al interesado en situación similar, cada uno a su manera. Pero siempre hay grados y matices.

El arquitecto diseñando una casa, vive cierto grado de abstracción, con relación a su estudio desde el que diseña una casa. Pero en cierto modo, permanece «atado» al mundo físico. Después de todo, la casa proyectada irá en unas coordenadas concretas, y vendrá provista de ladrillos, tejas y otros elementos «concretos». Y el resultado final del sesudo diseño tomará forma real en el mundo físico y fenoménico.

El escritor de novelas de aventuras también realiza su trabajo abstraído de su entorno y de sus vecinos. Y desarrolla historias fantásticas o «irreales». Pero, aunque la historia no sea real, incorpora elementos concretos. El escritor está pensando en personas, paisajes, animales, aventuras, guerras, etc. todas ellas perfectamente imaginables a nivel de pensamiento concreto. Elementos con forma, color y movimiento. Personas con proyectos, biografía, gustos y disgustos, amores y desamores… que en general van basados en «videoclips» de la experiencia cotidiana.

El investigador matemático, en su aspecto ideal, va un paso mas allá, piensa en términos abstractos. No sólo se abstrae de su entorno inmediato sino del mundo concreto en general. Hasta se desliga del propio lenguaje natural, cambiándolo por lenguaje técnico y matemático, y manejando variables y ecuaciones que representan valores y procesos numéricos. ¿De qué hablará con su novia en sus ratos libres?

Psicopatología del quehacer lógico-lingüístico

Esta desconexión de los procesos mentales del científico, del intelectual, del artista, con relación al mundo exterior, nos lleva a establecer cierto paralelismo con la desconexión propia de un desorden mental, de ciertas psicopatologías asociadas precisamente a éso: a la desconexión con la trama cotidiana, la pérdida de contacto con la «realidad» o interpretaciones erróneas de la misma.

De hecho el estereotipo del «científico» loco» o del «artista chiflado» está bastante extendido y, ciertamente, resultan numerosos los casos de artistas, filósofos y científicos que presentaron problemáticas psicopatológicas. Y, a la inversa, personas con desórdenes mentales que presentaron envidiables dotes intelectuales y artísticas.

A lo largo del blog he tocado algunos perfiles como el de Einstein, de quién se pensó cuando era joven que era retrasado mental (y algunos conspiranófilos piensan que realmente lo fue, y que la relatividad fue un fraude); el de Maxwell, bullyingneado por sus compañeros, apodado como «el chiflado», y el de Herman Hesse.

Tenemos tambien otras famosas biografías peculiares, en diferentes campos. Pensemos en Nikolae Tesla, Newton, Friedrich Nietzsche, Max Weber, Van Gogh, Hemingway, o Jonathan Swift, por poner algunos ejemplos.

¿Será la actividad intelectual la que propicia la aparición de desórdenes mentales? ¿O serán ciertos desórdenes mentales quienes propician el quehacer intelectual? ¿O en cualquier caso, se realimentan mutuamente?

No es fácil establecer la frontera entre el psiquismo sano y el enfermo, o hasta qué punto, la actividad intelectual desligada de la trama cotidiana ya deba considerarse en sí misma como patológica.

Vocación científico-literaria

Pero sí parece que cierta predisposición a retraerse del mundo fenoménico, de las actividades cotidianas y psicosociales puede favorecer la creación literaria o científica que se realiza, precisamente, en relativo aislamiento.

Por otra parte, la aceptación de cierta vocación artística o científica va a implicar un cierto retiro, quasiascético, de la actividad cotidiana.

Pero, ¿qué es exactamente éso de la vocación? ¿Porqué una persona normal, feliz en su cotidiana vida, con su familia y amigos, sus buenos hobbys y proyectos… ¿porqué habría de abandonar todo ello para encerrarse en una habitación a desarrollar un interminable trabajo creativo de tipo técnico, artístico o científico, completamente abstraído de estímulos cotidianos? ¿Quizá experimenta algún tipo de mística llamada, para realizar una misión especial en la vida al servicio del mundo (tal y como por ejemplo era el caso de Newton o Compte, o Descartes )?

¿Quizá, de nuevo, tenemos la clásica actividad del lóbulo temporal ensayando proyectos de mutación cultural?

Puede ser. De hecho, a través de estos curriculums se desarrollan creaciones técnicas, literarias y filosóficas que influyen de manera determinante en el curso de la historia del mundo.

Pero, claro, como en el caso de la vocación profética, no todos los que se consagran a un trabajo literario o científico van obtener resultados relevantes de cara al desarrollo sociohistórico de su entorno. Y no resulta fácil predecir a priori cuales sean los investigadores destinados al «éxito», o predecir la relevancia sociohistórica de sus investigaciones. Con relativa frecuencia, las buenas obras creativas sólo son reconocidas, y con un poco de suerte, años después de la muerte del investigador… suerte, digo… o sea, que tenemos un importante factor de azar (aparentemente, al menos, si es que existe realmente el azar)

De modo que sólo con sumo cuidado podríamos considerar el éxito y reconocimiento social como parámetro para distinguir al auténtico investigador del auténtico «desconectado» del mundo real. Pues no todos los que se abstraen en investigaciones científicas y filosóficas van a conseguir éxito, en el sentido comercial del término. De hecho, lo propio va a ser que muchas de las investigaciones queden atascadas a medio camino, y que no resulten de utilidad para el entorno social coetáneo. Y bien sea porque la investigación está mal enfocada, o bien porque el entorno no esta preparado para recibirla, o bien simplemente estuvo a un pequeño milímetro de manifestarse con pleno éxito, un pequeño milímetro que marcó la diferencia entre el todo y la nada.

Animal político

O tambien, porqué no, el investigador es torpedeado por sus camaradas en la humana competencia por el protagonismo y prestigio profesional. La competencia entre intelectuales y científicos, las recíprocas acusaciones de plagio y la lucha por el reconocimiento van a ser una constante en la historia de la ciencia y el pensamiento, y donde, precisamente, los trabajadores mas abstraídos son los mejores candidatos a ser ninguneados. Entre Newton y Leibnitz, por ejemplo, hubo lío, por ver quien fue el primero en descubrir el calculo infinitesimal. Algo raro hubo tambien entre Galileo y Kepler, entre Comte y Saint Simon, entre Einstein y Lorentz… (que les vas a hacer… pura idiosincrasia terrícola 😉

De modo que, la medida en que esta actividad intelectual pueda resultar de utilidad a la sociedad depende de criterios un tanto aleatorios y coyunturales. Por lo tanto, el éxito social no resulta una variable objetivamente fiable para valorar la salubridad de un quehacer intelectual concreto.

En cualquier caso lo que sí vamos a constatar, objetivamente hablando, es el desarrollo de un psiquismo de cualidad diferente al clásico preindustrial. Una cualidad vibratoria diferente que es percibida por el entorno y puede provocar, y que las provoca, de hecho, ciertas reacciones xenófobas… y comprensibles, por otra parte, desde un punto de vista evolutivo.

Al igual que veíamos con la vocación de líder o de profeta, el desarrollo de la especie no puede permitir el lujo de activar el currículo de investigador en todos los individuos. Al contrario, solo en unos pocos, y de los cuales, un número más reducido aún será quienes consigan provocar una «mutación cultural» en el desarrollo histórico de la sociedad de referencia. Y todavía queda por valorar, una vez constatada la mutación, si realmente es positiva o negativa para la especie)


Psicoterapia

Difícilmente podemos hablar de psicoterapia si previamente no hemos sido capaces de constatar una psicopatologia.

Pero, al menos, hemos constatado estados mentales diferentes, a saber:

– el psiquismo clásico, centrado y ambientado en la trama fenomenológica cotidiana.

– y el estado disociado de la trama cotidiana, sospechoso de presentar rasgos patológicos, y que estamos investigando…

Por supuesto, y como siempre, sin una frontera binaria definida. Simple cuestión de grado.

El psiquismo clásico se presentaría de una manera más evidente en personas sin formación escolar básica de lectura y escritura. El estado disociado sería más propio de intelectuales absortos en la investigación de tipo matemático.

Pero podríamos tener otras variantes, como por ejemplo, aquellas personas que, siendo analfabetas, presentan visiones, o alucinaciones o, en cualquier caso, una actividad mental disociada de la trama clásica cotidiana sin la intervención de literatura escrita.

Aquí, y en la linea de lo que voy comentando, me centraré más bien en los estados disociados que tienen su origen en literatura escrita. Y que, a su vez, van a presentar dos grandes tipos, en función de si se refieren a procesos de lectura o de escritura. Los primeros vienen inducidos por terceras personas: o sea, el «lector» se disocia de la realidad por la lectura de textos escritos por el escritor. En cierto modo el estado disociado comienza con el inicio de la lectura, y termina con ella. Podríamos decir que el estado disociado se activa y desactiva a voluntad.

Ahora me centraré más bien en los estados disociados que se refieren a los procesos de escritura. O sea, estados disociados relacionados con la mente del escritor (y aquí me refiero lo mismo a escritor de literatura, como de ensayo, o de lenguaje matemático o cibernético). Aquí el estado disociado se vuelve más crónico. Al ser una actividad creativa desenvuelve una mayor energía cerebral, con activación de complejas redes neuronales. Aquí no se puede decir que el estado disociado comienza al sentarse frente al papel, máquina de escribir o procesador de textos. Las redes neuronales tienden a trabajar día y noche buscando la expresión adecuada, la fórmula precisa, buscando una solución cada vez más exacta, un algoritmo más eficaz, y generando el clásico estado de abstracción, o distracción propio de los investigadores.

Este afán por «mejorar lo presente», por encontrar un teorema más ajustado, una redacción más comprensible, un nuevo capítulo de la novela, o una segunda parte de la misma, todo este afán creativo es fuertemente adictivo, con lo cual pasamos de la abstracción, o distracción, a la dejación de otras labores cotidianas que pudieran ser más prioritarias… al menos según el «sentido común» relativo al ecosistema humano de referencia.

Podríamos decir que el orden habitual de prioridades queda trastocado. El investigador, o artista, coloca como prioridad la expresión creativa, o la resolución técnico-artística de un problema, frente a otros quehaceres cotidianos.

Estos estados disociados, pueden presentar variantes en función de si la mente trabaja reelaborando reflejos fenomenológicos de tipo concreto, o bien extrayendo su estructura abstracta. El primer caso es, por ejemplo, el de el novelista, que a partir de estímulos y conocimientos procedentes de la esfera cotidiana elabora una historia fantástica que puede proyectar, por ejemplo, sobre una composición literaria. También el ensayista, que trabaja sobre la redacción de un manual de Know-How, pongamos un manual de apicultura, carpintería o viajes, puede trabajar en la esfera concreta del pensamiento.

El segundo caso, trabajando sobre estructuras abstractas, es el de el matemático, extrayendo generalidades que pueden proyectarse en un tratado de álgebra lineal. O también el informático que trata de integrar los eventos y elementos de una trama fenomenológica en un sistema de inteligencia artificial.

El grado de adicción puede ser variable, según los casos, y como veíamos, cronifica el estado disociado hasta afectar notablemente el discurso de la vida cotidiana, con la dejación de ciertos hábitos corrientes, pongamos por caso, relativos al orden, la imagen, relaciones psicosociales, y similares.

Psicopatológico o no, tenemos localizado el estado conflictivo, o controvertido. Nos queda plantear el programa, terapéutico o no, conducente a mantener un equilibrio con el psiquismo clásico y los requerimientos de la realidad cotidiana.

Deporte: El deporte, la actividad física intensa, aparte de otros beneficios para la salud, obliga a la mente a situarse en la realidad cotidiana. ¿Podemos visualizar a un corredor de fondo pensando en cualquier otra cosa que no sea lo que está haciendo? Me refiero a actividad física intensa, que acelere el trabajo de corazón y pulmones, como el footing, natación, ciclismo.

Los paseos, por muy buenos que puedan ser, resultan relativamente propensos a la desconexión. Es relativamente corriente el investigador o artista que sale a pasear concentrado en su labor creativa, mientras anda, va diseñando mentalmente sus futuros inventos, o soluciones a los problemas. De regreso a casa es incapaz de recordar el tiempo que hace 😉 … bueno, no es que no recuerde si no que nunca llegó a fijarse en el entorno ambiental…

Manualidades: Al igual que la educación física, los trabajos manuales, ayudan a centrar la atención en el entorno ambiental, siempre y cuando no sean excesivamente mecánicos y repetitivos, (como los típicos trabajos de una cadena de producción). Pensemos en trabajos clásicos de artesanía, horticultura, pastoreo… Claro que deben tener cierto atractivo para el interesado, sino la mente tiende a disociarse, a nada que el trabajo se vuelva mínimamente mecánico.

Música: Más de lo mismo. No es fácil tocar un instrumento musical mientras se piensa en otra cosa. Al menos para el principiante. El mundo del compositor es otra historia.

Música, educación física y trabajos manuales… Importantes asignaturas que con frecuencia son olvidadas y excluidas de los temarios escolares. En las universidades, en las facultades clásicas, suelen brillar por su ausencia, completamente.

Matemáticas: ¿Pero, no es una contradicción? Estamos hablando del matemático chiflado que va resolviendo problemas mentalmente y proponemos la matemática como terapia? Si, bueno, para el caso del matemático no sería quizá muy apropiado, sino, más bien, para otro tipo de desconexiones. El matemático, el científico técnico, aunque desconectado, siempre mantiene un hilo que le une a la realidad. Y es que la «realidad» en su estructura profunda es pura matemática. El razonamiento lógico y matemático siempre ayuda a mantener un mínimo de conexión. De hecho, los científicos locos nunca están locos en el sentido clínico del término, precisamente por ese hilo conductor. La viabilidad terapéutica de las matemáticas se refiere a desconexiones que no guardan un mínimo rigor lógico, y especialmente dentro de áreas de trabajo esotérico.

Literatura: inversamente, la literatura, la novela clásica, de personajes concretos realizando acciones concretas, puede ser aplicada para corregir el exceso de abstracción del técnico matemático y científico.

Meditacion: O ejercicios espirituales 🙂 . Se trata de ir al «centro de gravedad»: ¿estamos donde queremos estar? ¿Hacemos lo que queremos hacer? Quizá sí o quizá no. Quizá debamos abandonar nuestra investigación científica y técnica y dedicarnos a cuidar ovejas en la montaña. O quizá debamos mantener nuestro estado disociado, pero cambiando de temario, cambiando la física por la química, o la informática por la filosofía, o dedicarnos a escribir novelas de misterio.

Escritura: De nuevo una contradicción aparente. Y es que estamos considerando la escritura, la creación literaria, como factor de disociación, y ahora lo presentamos en la lista de propuestas terapéuticas. Bueno, la escritura estaría indicada cuando ya existe un estado de desconexión que no se canaliza, o materializa de ningún modo. Evidentemente la escritura supone un nexo de unión con el mundo fenoménico y con la lógica implícita en el lenguaje. Pensemos que cualquier estado disociado resulta aún más disociado en la medida en que no tiene expresión verbal. Y a la inversa, en la medida en que se «obliga» a cualquier estado disociado a tomar forma escrita, el grado de disociación se reduce.

Diálogos, o debates, o técnicas de oratoria. Se trata de establecer los protocolos adecuados para que diferentes personas, con patrones de disociación o no, se junten físicamente para intercambiar ideas, pensamientos, emociones…. Como siempre, de lo que se trata es de conectar el estado disociado con la vida cotidiana y los entramados psicosociales, que tienen tendencia a quedar desconectados en los estados disociados. Puede entenderse como diálogo, intercambio de ideas, escucha mutua, debate… amparado por una estructura formal, impersonal, o sea, a través de una convocatoria, a tal hora, tal fecha, con tal orden del día. Los interesados se someten a la autoridad de la estructura impersonal, generando así un espacio de interrelación personal que sustituye a los mecanismos clásicos, más informales, espontáneos y personales.

Conclusión

Bajo determinadas condiciones se generan estados disociados de la vida cotidiana, con una carga más o menos psicopatológica. Uno de estos condicionantes está relacionado con el mundo de la lectura y escritura y la abstracción propia de la investigación científica y matemática.

Lo cual no quiere decir que no existan estados disociados propios de personas analfabetas, o que no haya científicos que combinen adecuadamente su labor creativa con la vida cotidiana.

Pero la relación existe, y puede modularse con, por ejemplo, la «psicoterapia» relacionada más arriba.

A mi me tocó vivir de cerca esta disociación, fruto en mi caso de, por un lado, una intensa actividad de tipo científico-académico. Por otro lado una intensa actividad de tipo místico-filosófico, y un tanto aderezada con buenas dosis de esoterismo.

No es la mejor combinación, son dos actividades con alto poder disociativo, alto grado de abstracción.

Pero tampoco es la peor. El racionalismo de tipo Científico y Tecnológico tiende a domesticar y sujetar al quehacer místico y filosófico a ciertos patrones lógicos que, si bien pertenecen al mundo del pensamiento abstracto, mantienen un cierto hilo conductor con la realidad cotidiana. Y a la inversa, el enfoque místico y esotérico orientan el racionalismo lógico y metódico hacia otros objetivos, trascendiendo, si cabe, de la esfera puramente mundana y mayávica.

Nada nuevo bajo el sol, que diría el poeta. Ya en la República de Platón se perciben algunos de los aspectos presentados más arriba. La educación del filósofo-rey ponía especial atención en la gimnasia y la educación física, cualidades muy valoradas en la antigua Grecia, por otra parte. Igualmente la oratoria, los debates y, como no, los diálogos, sobre los que se sustenta la literatura platónica. Pero antes de hincar el diente a la Filosofía, el Filósofo debía estudiar matemáticas. Y es que, de hecho, la filosofía no es más que una matemática avanzada, es el enfoque en positivo de las matemáticas, quizá, frente a su enfoque negativo que sería la tecnología.

Fueron los griegos también quienes definieron al sapiens como «animal político». Quizá habría sido más exacto definirlo como «animal militar», o al menos: «animal político-militar», animal que práctica la guerra de un modo políticamente organizado.

La guerra va a ser pues, en todo caso, el objeto principal de la matemática aplicada, de la tecnología, a la realidad de la vida cotidiana. No es de extrañar que estas aplicaciones prácticas de las matemáticas estuviesen prohibidas en el contexto de las academias platónicas.

Hacia la Rosacruz.

Y, bueno, toda esta aplicación de la matemática y la ciencia a la filosofía, y por ende a la religión, nos lleva de nuevo al corazón de la Rosa-Cruz que intentaré desarrollar en la siguiente parte del Blog

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Acerca de Isar

Investigador de todo...
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