Las guerras: ¿el Bien contra el Mal, o simples intereses subjetivos?. Guerras por el liderazgo entre primates. Buenos contra Malos o Fuertes contra Débiles. Guerra evolutiva entre especies. Cadena trófica: carnívoros contra herbívoros. El Mal como asociado a la muerte y al sufrimiento. El Mal en la Madre Naturaleza. Alternativas a la muerte y a la enfermedad de la Naturaleza. Contradicciones de un mundo sin dolor y muerte. Humanismo, darwinismo y sociedades depredadoras. La renuncia a la lucha y sus contradicciones. El Bien como búsqueda del Poder. Sociedades imperialistas y sociedades humanistas. Organizaciones sociales: objetivos y estrategias. Contradicción entre medios y fines. Conflicto entre grupos organizados. El marxismo: la igualdad social. El ecologismo: lo natural frente a lo artificial. Humanitarismo: ayudadores y ayudados. La Filosofía Gnóstica: búsqueda de el Bien fuera de la Naturaleza. El átomo-semilla gnóstico. El Homo-Sapiens como matriz o incubadora del átomo-semilla.
Antes de terminar con la saga del sentido de la vida aún quedan un par de aspectos que me gustaría desarrollar desde el punto de vista antropológico y que pueden ser importantes para plantear algunas cuestiones de interés para comprender adecuadamente algunos controvertidos puntos de vista rosicrucianos..
Las guerras: ¿buenos contra malos?

Empezamos con el tema de las guerras: se trata de investigar si todas las guerras son iguales; si todos los ejércitos son similares; o si podemos distinguir algún patrón que permita identificar diferentes tipologías de guerreros, y de grupos guerreros. Más concretamente, de lo que se trata es de elucidar es si está justificada la creencia popular de que en las guerras, o en algunas de ellas, hay «buenos y malos», y como tan románticamente aparece reflejado en las películas de Holywood. Pensemos, por ejemplo, las pasadas guerras mundiales, las guerras civiles, golpes de estado, la guerra fría, la cuestión palestina, tibetana, o saharaui… la reciente guerra en Siria, con numerosos actores implicados entre sí, o la guerra del estado islámico, cuyos soldados están dispuestos a morir por la causa defendida.

El bien y el mal como intereses subjetivos
Lo bueno y lo malo, desde luego, son cuestiones muy subjetivas, y cada militante de cada grupo guerrero está muy en su derecho de creer que su causa es la más justa, o la más «buena». Resulta muy humano, por otra parte, considerar que los «buenos» son aquellos que defienden, o favorecen nuestros intereses personales, o nuestra sed de venganza a causa de un ser querido que quizá fue abatido por fuego enemigo. Pero no nos ayuda a comprender el «Bien» desde unas coordenadas absolutas.
Por supuesto, cada quien, que decida cuál es su grupo de referencia, su línea de agregación, su equipo de amigos o enemigos, pero de lo que se trata es de ver si más allá hay «algo más», algún otro sistema de líneas de fuerza que trascienda la mera lucha de intereses terrestres.
Vamos a intentar extraer la configuración interna de cada grupo en combate, de cada interacción de grupos en combate; y elucidar, si fuese posible, una tipología objetiva, que distinga diferentes tipos de guerra, o de combatientes.
Luego, cada cual, que valore subjetivamente si alguna tipología puede identificarse con su noción de lo bueno y lo malo; pero, en principio, enfocaremos el estudio a título general, filosófico, independiente del interés personal y coyuntural.
Lucha por el liderazgo

Vamos a empezar por las luchas individuales. Vayamos, por ejemplo, a una colonia de primates donde se establece una pelea por el liderazgo. El macho A pelea contra el macho B (parece que normalmente son los machos quienes pelean abiertamente)
¿Podemos decir que alguno de ellos sea «el bueno» y otro «el malo»? 🤔🤔 ¿con qué criterios? ¿qué diferencias objetivas hay entre A y B?
Quizá uno de ellos sea más fuerte.
¿Diremos que A representa a las fuerzas del bien por ser el más fuerte? ¿o quizá hayamos de ver el bien en el más débil? Hummm, no parece que vayan por ahí los tiros… el fuerte de hoy puede ser el débil mañana, y a la inversa.

Quizá uno de ellos es el líder actual que se ve cuestionado por el nuevo candidato. Tenemos otro parámetro objetivo. Si lo cruzamos con el previo ya tenemos dos tipologías de combate
- lider fuerte contra candidato débil
- lider débil contra candidato fuerte
Pero, la verdad que tampoco vemos aquí claramente reflejada una lucha entre el Bien y el Mal, en términos absolutos. El líder de hoy es líder porque venció en su día al debilitado líder de ayer, y será derrotado en el futuro por un nuevo aspirante.
La guerra evolutiva

Visualicemos ahora, en el contexto de evolución de las especies, la lucha de los carnívoros contra los herbívoros. El carnívoro mata para comer, alimentarse, y alimentar a las crías. La «hermana gallina» se come a la hermana lombriz. Y el hermano zorro se come a la hermana gallina. Y el hermano lobo se come al hermano zorro. Finalmente viene el hermano hombre-cazador, que se come a la hermana gallina, se viste con la piel del hermano zorro, adorna su casa con la cabeza del hermano lobo e inserta a la hermana lombriz en un anzuelo para pescar… a la hermana trucha…
¿Donde situar el Bien y el Mal en todo este proceso? ¿Podríamos pensar que los buenos sean los pacíficos herbívoros, y los malos los carnívoros, matadores y desangradores? Puede ser. Al menos, podemos extraer algunos parámetros diferenciadores. Es cierto que los herbívoros también matan a los vegetales, pero, podemos extraer, como parámetro objetivo, que los herbívoros no matan animales. Además, no generan dolor ni sufrimiento, no al menos en la misma medida. Y, en cualquier caso, si la raíz del Mal está en el hecho de matar, y generar sufrimiento, podríamos poner a los vegetales como ejemplo, que se alimentan directamente de la luz solar.


Bueno, no digo que necesariamente esté aquí el origen del Bien y del Mal. Sólo que tenemos una tipología diferencial objetiva. Tenemos una guerra entre carnívoros y herbívoros en la cual los primeros hieren, matan y devoran a los segundos.
Pero, en todo caso, ¿Donde situar el supuesto Mal? ¿En el carnívoro? ¿O en la Mater-Matrix-Naturaleza que los ha generado mediante sus procesos evolutivos?
Parece ser, por otra parte, los carnívoros tienen alguna función en los ecosistemas, y es la de frenar el crecimiento exponencial de herbívoros, que podrían exterminar todo el soporte vegetal, y con ello a sí mismos.
Uno se pregunta entonces si la Mater no podría haber inventado otro sistema para regular el crecimiento de los herbívoros, sin ofrecernos estos espectáculos tan violentos y sanguinolentos. Quizá podrían morir de «muerte natural», de alguna enfermedad infecciosa, quizá, cuando su número aumente por encima de un nivel dado. Sí, claro, podría ser, 🤔🤔🤔 pero 🤔🤔… es que entonces sustituimos al depredador carnívoro por las bacterias que van comiendo al herbívoro desde dentro. Quizá hemos evitado el derramamiento de sangre a cierto nivel pero, a fin de cuentas, el herbívoro muere devorado desde dentro por parásitos y gusanos, no sin sufrimiento.
Toca plantearnos entonces si el Mal estaría en el hecho de que un carnívoro ataque a un herbívoro causándole heridas y/o muerte. O quizá, si el Mal está en la existencia misma del dolor y de la muerte. De lo cual no tienen culpa los pobres carnívoros, ni las pobres bacterias sino que es parte del diseño evolutivo de la Mater Natura.
Podemos ir tirando de aquí. Entonces, si el Mal reside ya en la naturaleza podríamos especular sobre cómo debería ser nuestra querida Matrix para convertirse en un Reino del Bien.
¿Quitaremos los carnívoros por ser matadores y depredadores?
Bien. Pero, entonces, ¿cómo controlamos la superpoblación de herbívoros? Muerte natural? ¿Muerte por bacterias? Hummm, pero… igual lo que queremos es eliminar el dolor y la muerte de la naturaleza… Entonces eliminamos la enfermedad.
Y, entonces, de nuevo, ¿como controlamos la superpoblación de herbívoros?

¿Control de natalidad?
Puede ser.
Supongamos, por ejemplo, que nuestra Matrix Natura inventa un mecanismo por el cual la fertilidad disminuye automáticamente al aumentar la población. Ahora nos toca decidir cuánta mortalidad queremos tener en el ecosistema.
¿Ninguna?
Entonces los herbívoros serían inmortales y la fertilidad, la descendencia, también nula. 🤔🤔
En principio la evolución se detendría. Las especies evolucionan y sufren mutaciones a través de los descendientes… Nosotros mismos, Sapiens que nos atrevemos a cuestionar la obra de la Mater, hemos surgido a través de estos procesos.
Pero ahora hemos decidido suprimir la Muerte… y con ella la descendencia… y terminaría la variedad, el cambio, la evolución… Tendríamos inmortales herbívoros que permanecerían sin cambios evolutivos…
En cualquier caso, todo esto, no deja de ser un juego puramente especulativo sin contar con que, además, estamos haciendo trampicas, pues los antepasados evolutivos de los herbívoros eran carnívoros… el supuesto Mal carnívoro existía previamente a la aparición del Buen herbívoro… y, pero, ¿el Bien puede ser engendrado por el Mal?

Tendríamos que replantearnos, si no sería posible una Mater Matrix Naturaleza alternativa que, desde sus orígenes, excluya la depredación, la lucha a muerte entre los hermanos, sus hijos, que excluya el dolor, la enfermedad, la muerte…
pero ¿seríamos capaces, aunque solo sea, de imaginarlo? El sistema biosferico no se sustentaría. Es como decir que una silla ideal debe estar formada por sólo dos patas… pero, no, no funciona, Leyes de nivel superior hacen que no se sujete. Con solo dos patas la silla cae. Sería necesario reorganizar el universo entero para materializar un simple deseo idealista.
Humanismo y Darwinismo, Sociedades depredadoras
La sociedad humana hereda todas, o casi todas, las líneas de fuerza naturales. Esto es, la lucha por la vida, la muerte, dolor y enfermedad.
De tal palo tal astilla; y de la Madre Naturaleza surgen las sociedades humanas enfrentadas en interminables luchas fraticidas por el poder, por la supervivencia y depredación mutua.


A pesar de ello, en nuestra sociedad moderna, especialmete la europea, predomina una moral humanista, de que «el hombre es bueno por naturaleza» y que «la sociedad lo pervierte» (sentencias atribuidas a Rouseau y heredadas por el moderno humanitarismo, que tocaremos más abajo)
Se tiende a ver el Mal en el fuerte que agrede al débil. Por ejemplo para robarle una chocolatina. Pero muchas veces se queda en una moral un tanto parcial y sesgada. Por ejemplo, no vemos que el agredido, previamente, había tomado el rol de agresor, y había confiscado la chocolatina a una primera víctima. Quizá el hermano mayor intervino finalmente para hacer justicia…

También obviamos con frecuencia que las chocolatinas en cuestión quizá proceden de otros tipos de agresión, a mayor escala, que los estados europeos han realizado previamente contra otras poblaciones más débiles.
Impera una doble moral, según la cual, se justifica, a nivel estatal, las agresiones contra países más débiles.
Pero se defiende, para consumo interno, una moral humanista, igualitaria, pacifista, de defensa del débil frente al fuerte. Todo ello en consonancia con la doble línea de fuerza que comentamos en capítulos previos. En este caso la línea de fuerza humanista tiende a cohesionar el organismo nacional. La línea de fuerza disgregadora atacará a otros organismos nacionales extranjeros.

El humanismo y el pacifismo pueden ser promovidos por los propios estados guerreros con el fin de mantener la cohesión interna, y mantener la motivación en el campo de batalla. Pues, ¿qué mejor motivación para el combate que creer que uno está defendiendo a «los suyos», y a un sistema sociopolítico «justo y bueno»? Creer que está defendiendo a su familia, sus amigos, su Dios, su cultura, sus tradiciones… De otro modo, a falta de una buena humana motivación, es la propia población del país quien terminará desertando de la batalla.
El estado guerrero también puede promover la competencia, según los casos, desde luego. Con el fin de promover a su vez una selección natural. Pero finalmente se termina configurando como una competencia entre familias y grupos sociales, más que entre individuales propiamente dichos.
Darwinismo social
De aquí pasamos al «darwinismo social», un tipo de moral que justifica al fuerte en su lucha contra el débil, y quizá más propio de la cultura norteamericana y neocalvinista. Que mira para otro lado cuando tiene lugar una agresión, expoliación o genocidio de este tipo, encogiéndose de hombros y pensando que es «ley de vida», o designios divinos…
Pero tampoco es un planteamiento propiamente darwinista. La lucha darwiniana por la vida también tiene un doble componente de agregación/disgregación. La ley de vida es doble, por un lado la lucha, por otro lado la alianza, la agregación, como veíamos en el capítulo anterior. Alianza, por supuesto, contra un enemigo común. De modo que, el tomar partido a favor de la línea agregadora o disgregadora, va a depender de factores más bien personales o coyunturales.

Renunciando a la lucha
Volvamos a los primates.
¿Quizá la raiz del Bien se encuentre en la renuncia a la lucha por el liderazgo?
Hummm, puede ser.
Pero pensemos que la lucha por el liderazgo, total o parcial, es tambien una lucha por las reservas de alimento y el cortejo de las hembras. Entonces, el buen macho, supongamos que es bueno porque renuncia a la lucha por el Poder, el buen macho tiende a morir de hambre. Tiende a no aparearse con las hembras y tiende a perder las oportunidades de una buena descendencia. De modo que llegamos a una contradicción:
Hemos supuesto que el «bien» venía representado por el macho que renuncia a la lucha por el poder. Pero, precisamente, por eludir la lucha muere, y muere sin descendencia. Y así muere tambien el supuesto bien que había en él. Hay que subrayar este aspecto, porque nos va a compañar a lo largo de nuestra investigación de las sociedades humanas. Me remito de nuevo al ejemplo de la silla ideal de dos patas, que queremos insertar en nuestro universo, pero, a pesar de todo, no puede sustentarse y cae.
El Bien como búsqueda de poder
Tenemos otra opción, y es la de considerar que el Bien reside en la lucha por el Poder, y en el Poder mismo. Entonces, en toda lucha, el «bueno» es el más fuerte y ávido de poder. ¿No hemos escuchado siempre que Dios es Todopoderoso? ¿No estaremos, por tanto, más próximos a Dios cuanto más poderosos seamos?
(Maticemos primero que aquí tenemos dos variables: 1) La fuerza, o el poder, como capacidad de vencer en el combate. Y, 2) la avidez de poder como la disposición a poner en accion esa capacidad.)
«El malo es el débil. El Bien vence al Mal, el fuerte vence al débil. Como premio el fuerte se alimentará bien, fecundará a las hembras, tendrá una buena prole que heredará sus dotes y aptitudes guerreras y, de este modo, el Bien seguirá expandiéndose.»
No es un videoclip muy políticamente correcto, desde el punto de vista humanista, pero al menos resulta en un modelo estable y coherente. Muchas ideologías se apoyan en este principio, pensemos en la concepción clásica del nazismo, el Realismo Politico, el calvinismo, el fascismo. Es un clásico, igualmente, la sociedad espartana.
Se vislumbran así, dos prototipos ideales (en el sentido weberiano) de sociedades humanas condenadas a enfrentarse. Llamémosles la militarista y la pacifista. También podríamos hablar de la fascista y la demócrata, solidaria y competitiva… O quizá, mejor, la imperialista frente a la localista.
La relación final, parece ser, que la sociedad imperialista invade, ataca, somete a la localista. (Lo de local viene de que, siendo una sociedad pacífica y no-expansionista, tiende a ocupar una extensión de terreno limitada)
Tenemos un patrón diferencial objetivo, esto es: la sociedad A vive tranquilamente en su tierra, dedicada al pastoreo, el cultivo de la tierra y la filosofía, pongamos que habitan una isla. De repente aparecen los ejércitos de la sociedad B, militarizada, de modo que la sociedad A es sometida o exterminada, debido a su menor preparación para la guerra.
Digamos que la sociedad B es un organismo expansivo, que se nutre de sociedades vecinas, de modo similar a un organismo animal se nutre de otras especies para crecer, o de la misma forma que una especie se propaga alimentándose de otras. La historia nos muestra numerosos ejemplos. Pensemos en el imperio romano, la expansión del cristianismo, del islam… El imperio español, o el inglés, más recientemente el tercer reich alemán seguido del imperialismo Yankee y su contraparte soviética….
¿Diremos que la sociedad local y pacífica representa a las fuerzas del bien mientras que la imperialista representa al mal? ¿Quizá a la inversa? Bueno, cualquier caso podría ser, pero lo importante es tener catalogado este patrón diferencial.
Aparentemente se reflejan las líneas generales de evolución natural: el grande se come al chico, un organismo, una estructura orgánica, es asimilada por otra.
Pero si los más «buenos» son los más débiles, como comentábamos más arriba, dudoso futuro le espera al Bien. Por otra parte, la sociedad A que hoy es devorada por B, en tiempos pasados también devoró a la C con lo cual, la bondad y la maldad quedarían un poco relativizadas.
A ver cómo se organizan internamente estas sociedades. Por supuesto es un planteamiento teórico, un «tipo ideal», una tendencia, más que el reflejo de sociedades concretas, que podrán adscribirse mejor o peor al modelo planteado.
Sociedad Imperialista
La primera, tenemos una sociedad enfocada a la lucha por el Poder. El gobierno reside en unas cuantas personas, muy pocas personas, quizá con un caudillo o líder, aunque pudiera estar camuflada bajo apariencia democrática. Los individuos, desde jóvenes, son educados en la competencia, lucha por el poder, la obediencia a la autoridad, etc.

Ya de entrada se practica una eugenesia más o menos solapada. Los recién nacidos que muestren debilidades o deformaciones son eliminados. De este modo se promociona una población fuerte y sana, al tiempo que se ahorra el tiempo y esfuerzo de cuidar a débiles y enfermos en el futuro. Luego, a medida que vayan creciendo, no se les dará facilidades. Al contrario, deberán competir constantemente por la supervivencia. Se promociona, pues, una numerosa descendencia, a sabiendas de que los recursos son limitados, y que deberán competir entre sí para subsistir o morir; o, quizá, emigrar para conquistar nuevas tierras.

Pero, junto a la fortaleza individual, se debe promocionar la fortaleza social, la colectiva. Y ésto se enfoca hacia la militancia en un partido único, un pensamiento único, la obediencia al líder, y bajo el principio de que una sociedad dividida será más débil que la cohesionada ante el líder. Los ejércitos más efectivos son los formados por soldados obedientes al líder, o al superior jerárquico, incluso aunque el líder sea un tanto mediocre. Los que convocan asambleas democráticas en mitad de la batalla, a fin de decidir la estrategia, lo tienen un poco más complicado

En resumidas cuentas, lo que tenemos es una población altamente motivada y adiestrada para el combate. Una alta natalidad, un excedente de población y limitados recursos que tendrá como resultado una estrategia militar expansionista, conquistadora de territorios vecinos. Las contradicciones internas harán que, antes o después, el imperio colapse, en consonancia con la implacable ley del subir-brillar-descender. Pero, en cualquier caso, tendremos un periodo histórico, de gloria imperial, en que el imperio crece, se desarrolla y engulle a sus vecinos.
Sociedad Humanista
En el otro lado tenemos una sociedad humanista y pacifista.
Aquí, de entrada, se utilizan anticonceptivos y el aborto indiscriminado en lugar del infanticidio (directo o indirecto).
Con lo de indiscriminado, me refiero, a que no se discrimina al feto en función de su fortaleza, salud, sexo y similares, sino que resulta una eliminación aleatoria. Contrariamente al infanticidio, donde sí se sacrifica a los bebitos en función de sus características. Esto quiere decir que, en la sociedad humanista, no se promueve, de entrada, una mejora de la raza (o de las cualidades de la población, si se prefiere).

Si la comparamos con el modelo previo, la sociedad humanista se presenta como formada por miembros más debilitados.
Por otra parte, no se traen más hijos de los que se puedan alimentar. Se mantiene un número de descendientes en consonancia con los recursos y posibilidades sociales. Con lo cual se evita que las nuevas generaciones luchen entre sí por la supervivencia. Y se evita de nuevo una selección de los «más fuertes», o los más aptos. Bueno, sí que se puede mantener cierta competencia por los puestos de mayor prestigio o estatus, pero la supervivencia propiamente dicha tiende a quedar asegurada.
Suponemos la sociedad humanista dedicada al cultivo de la tierra, pastoreo, artesanías. Pongamos que se dedica al estudio de las ciencias y el arte, y quedando las habilidades militares y combativas en un segundo plano.

¿Tendremos aquí un prototipo de sociedad ideal, de sociedad «buena»?
Puede ser. Pero con un importante problema: vendrá el estado imperialista y se la comerá. O la someterá convirtiéndola en esclava e imponiendo sus propias leyes. Con lo cual volvemos a la contradicción inicial: si «los buenos» no son al mismo tiempo poderosos están condenados a desaparecer.

Ying versus Yang
Por supuesto, estos modelos no son perfectos. Presentan sus fisuras, y muestran más bien unas tendencias que unos hechos consumados. Los buenos imperios, por ejemplo, tienden a descomponerse, fruto de luchas internas. Claro que ésto no es más que un desliz técnico, un fallo del «departamento de agregación». Los buenos imperios deben canalizar adecuadamente las líneas de fuerza integradoras a fin de evitar luchas internas y aumentar su poder.
Y, es que la promoción del «más fuerte», tambien conlleva sus contradicciones. Tiene como resultado que los opositores, los rebeldes, sean igualmente «más fuertes», más preparados, y las revueltas más virulentas, con el consiguiente riesgo de guerras civiles y debilitamiento del cuerpo social.
Con el desarrollo de la tecnología militar, por otra parte, las aptitudes para el combate cambian. Ya no es lo mismo manejar el fusil que la espada, pilotar un caza de última generación o hackear los sistemas informáticos del bando enemigo: la pretendida selección del más apto para el combate puede fallar.

Con la eugenesia, por otra parte, puede exterminarse a recién nacidos con defectos físicos, pero es imposible predecir el efecto real de esta práctica en el futuro desenvolvimiento de la sociedad. Sus cualidades psiquicas y mentales, por ejemplo, podrían aportar importantes recursos logísticos, o quizá el defecto físico particular vaya asociado genéticamente a una mayor resistencia a otras enfermedades.
La creencia en la solidaridad, en los valores de ayuda al débil también pueden cohesionar la sociedad, pueden volverla más consecuente con una cosmogonía idealista y religiosa y volverla así más fuerte desde un enfoque macro. La motivación para el combate que comentaba antes, del soldado que cree firmemente que lucha por una causa justa.
La tecnología, en principio, comienza a desarrollarse en sociedades humanistas, mas aplicadas en cuestiones técnicas y científicas, y que deriva en ingenios militares que inciden en la balanza de poder.
Digamos, en cualquier caso, que hay un importante factor referido a los «resultados imprevistos» que pueden influir en la relación de poder entre las diferentes sociedades. Pero, finalmente, los organismos sociales aprenden de la experiencia, de modo que los imperios se van haciendo más sofisticados y poderosos… hasta que un nuevo resultado imprevisto los desintegra de nuevo.
De modo que el análisis de la evolución de sociedades es ciertamente complejo, los parámetros diferenciales vienen y van, y cuando parece que tenemos asido, catalogado y domesticado al «bien» o al «mal» en un subsistema social, entonces los parámetros se menean, se transforman en sus contrarios, nos cambia la configuración del subsistema, y debemos comenzar la búsqueda de nuevo.
La simbología del Ying y del Yang resulta especialmente sugerente, aunque le falta movimiento. Al sistema natural lo podemos dividir en dos subsistemas que representen al bien y al mal (y sin olvidar que nos movemos en criterios subjetivos) Pero el subsistema Ying guarda dentro de sí el principio-semilla Yang; y el subsistema Yang guarda, o incuba, al principio Ying. Digo que al símbolo le falta movimiento, donde se vea que el Ying se convierte en Yang, por el crecimiento, o germinación, de su principio-semilla, y a la inversa.
Organizaciones sociales: objetivos y estrategias
Una «organización social» es una forma peculiar de subcultura (en el sentido que comentamos en el capítulo previo, «sub» de subconjunto.) Está formado por un sector de la sociedad que comparte unos objetivos de mejora, transformación o mantenimiento del mundo, que pretende implementar a través de un programa, o una estrategia de actuación.
Se necesita Poder para alcanzar objetivos
Pero para aplicar cualquier estrategia son necesarios recursos, es necesario un potencial de poder. Además, posiblemente, otras organizaciones se opongan al citado programa político, lo cual tiene como resultado la confrontación, la lucha política, legal o dialéctica… o, finalmente, la guerra propiamente dicha.
Política, Ecología, Religión, Humanitarismo
Son típicas «organizaciones sociales», en este sentido, los partidos políticos. Sin embargo no queda clara la frontera conceptual con otro tipo de organizaciones, como pueden ser las religiosas, ecologistas, humanitarias o de cualquier otro tipo.
El partido político puede incluir en su programa transformaciones sociales compartidas con organizaciones religiosas: prohibir o permitir cultos, o prácticas que puedan ser consideradas como pecaminosas desde el punto de vista religioso, pongamos por ejemplo, el aborto, anticonceptivos, matrimonios gays y similares. O visto a la inversa: la organización religiosa tambien tiene, puede tener, en su ideario, una estrategia de transformacion del mundo conforme a sus creencias religiosas.


Lo mismo ocurre con la organización de tipo ecologista, pongamos que promueve la prohibición de tales o cuales prácticas contaminantes. O las organizaciones de corte humanitario, en general, implicadas quizá en la ayuda a los pobres, proyectos asistenciales, escuelas hospitales, etc.

Tenemos una inmensa variedad de enfoques organizacionales: animalistas, que promueven el respeto a los animales, culturales que promueven la recuperacion de una lengua, de un patrimonio artistico,… en fin, la lista de asociaciones y organizaciones que trabajan sobre objetivos puntuales puede ser inmensa.
Elementos comunes
Pero, distinguimos algunos elementos comunes a toda organización:
- Trabajan por una transformación (y/o conservación de la transformación previa) del mundo, que podrá ser más intensiva, o localista, o puntual. Por ejemplo desde quienes proponen parar el cambio climático hasta quienes defienden la conservación de una especie de escarabajo autóctono.
- Necesitan unos recursos a fin de materializar sus objetivos, o sea, necesitan Poder. Poder en forma de poder económico, político, militar, Tecnológico, logístico…
- Entran en conflicto con otros grupos sociales que persiguen objetivos distintos, a traves de estrategias diferentes, que pueden interferir, cuando no enfrentarse mutuamente.
- Antes o después, de un modo más o menos relevante, entran en una contradicción entre medios y fines. Excepto en aquellas organizaciones cuyo objetivo principal es la búsqueda del Poder en sí mismo, las demás utilizan el Poder como un recurso necesario para alcanzar sus fines, sean cuales sean. Pero fines diferentes del poder en sí. La contradicción consiste en que, en un momento dado, la busqueda del Poder, la búsqueda de recursos, aleja a la organización de su objetivo principal. Ejemplos:
- Contradicción pacifista: La organización pacifista que se ve impulsada a ejercer prácticas violentas para conseguir la paz, o para mantenerla una vez conseguida. O quizá simplemente acepta una subvención pública, un dinero público, procedente del botín de guerra, fruto de una intervención militar por los recursos petroleros de un país vecino.
- Contradiccion ecologista: la organización ecologista que se financia con las cuotas de sus socios, o subvenciones publicas; socios que trabajan a sueldo de cualquier multinacional de la industria petroquímica, por ejemplo, de modo que el grupo ecologista se sostiene gracias a las prácticas contaminantes de las empresas, estados, o sistema monetario en general.
De modo que, volviendo a los epígrafes previos, tenemos la posibilidad de investigar una nueva forma de tipologías guerreras en función del ideario o programa político de los combatientes. Quizá desde este punto de vista podamos reconocer a «buenos» y «malos».
Como decíamos más arriba, el grupo (o la persona) que persigue el poder por el poder en sí mismo no desarrolla conflictos entre medios y fines. Al contrario que el grupo que busca un objetivo final distinto al poder. Así que, ya de entrada, tenemos una tipología base:
– grupos que buscan el poder por el poder en sí, y
– grupos que buscan «otra cosa», siendo el poder únicamente el medio para conseguir el objetivo final.
Ahora vamos a ver algunos tipos de «otros» objetivos distintos al poder en sí, que puedan figurar en las agendas de las organizaciones sociales. Pero, siempre teniendo en cuenta que su tendencia es la de sucumbir ante sus contradicciones.
Marxismo, hacia la igualdad social
El marxismo, y sus versiones neomarxistas, entiende el Bien y el Mal como encarnado en la lucha de clases. La explotación del «hombre por el hombre», las relaciones de dominación capitalista, el desigual reparto de los recursos. Los «malos» son los ricos capitalistas que se aferran a su estatus de dominación a costa de la pobreza del proletariado sometido.

Los buenos son los proletarios y revolucionarios que luchan por invertir la situación, destronar a los capitalistas de su status y por instaurar una sociedad más «justa», con reparto equitativo de la riqueza. Tal lucha sería pues, la respuesta al sentido de la vida, y su propuesta vital de actuación. Libertad, Igualdad, Fraternidad, resuenan de un modo atractivo en el espíritu de los buenos buscadores, que no podrán dejar de interesarse, por estos escenarios de trabajo, en buena respuesta a su inquietud interior.
Aun a riesgo de simplificar, digamos que el objetivo de la lucha de clases es el reparto proporcional de la riqueza. A través del control de los medios de producción y tal y cual, pero finalmente lo que se pretende es un reparto de la riqueza. Digamos que los pobres, los proletarios en este caso, organizados como grupo, esperan obtener un beneficio procedente del reparto de la riqueza del país en cuestión. Aspiran a una mayor riqueza, a un mayor poder, de modo que, en suma, tenemos más de lo mismo: lucha por el poder del grupo en cuestión.
Quizá se pueda objetar que la lucha marxista por el poder tiene unos limites, simplemente destronar al capitalismo e instaurar una sociedad igualitaria.
Pero ¿realmente, puede mantenerse una sociedad igualitaria? Hummm, me temo que va a ser que no, que la propia naturaleza humana tiende hacia el poder, la competencia, y que las sociedades humanas tienden espontáneamente a organizarse según patrones de desigualdad y de dominación: «unos pocos mandan, los demás obedecen».
No lo voy a desarrollar aquí, solo dejar caer algunos indicadores. Una sola persona trabajando en clave competitiva basta para sembrar la cizaña de la lucha por el poder y protagonismo organizacional.
Las contradicciones pueden aparecer, primero, en la propia organización interna del grupo marxista. Quizá se pretendan instaurar nuevos valores igualitarios dentro del grupo; pero los conflictos internos, luchas por el poder y el protagonismo dentro de la organización no van a desaparecer tan fácilmente. Algunos miembros serán mas capaces que otros, mejores estrategas, mejores oradores, mejores administradores. Quizá convenga liberar a algunos miembros, con sueldo a cargo de la organización. Quizá haya voluntarios que se dediquen en cuerpo y alma a la causa, mientras otros solo hagan aportaciones más esporádicas… Y es que todo parece indicar que las organizaciones más eficientes son las estructuradas jerárquicamente (eficientes: o sea, que consiguen materializar objetivos). Y que, por cierto, son precisamente las estructuras adoptadas por los grupos marxistas clásicos, y el marxismo leninismo, y, posteriormente el stalinismo soviético.
El «enemigo», por su parte, puede intentar reclutar a los militantes más competentes, ofreciéndoles, como no, riqueza y poder, a cambio de trabajar para la causa capitalista. O, quizá mejor, corrompiendo desde dentro el movimiento marxista, u ofreciendo beneficios o concesiones intermedias a cambio de moderar la estrategia.
Estos patrones aparecen a diversos niveles, tanto a nivel de grandes partidos como de pequeñas fábricas, donde los líderes sindicales más revoltosos son promocionados internamente, con un buen puesto en las oficinas, o en la cadena de mando, siempre aderezado con mejoras salariales, y generando, si fuese posibe, rivalidad entre la militancia.
La clase obrera europea vió, efectivamente, mejorado su nivel de vida durante el siglo XX, aunque no a costa del enemigo capitalista. La explotación y la pobreza se exportaron a las clases obreras de otros lugares, de otros continentes, al tiempo que las nuevas tecnologías productivas iban destruyendo el ecosistema planetario a costa de las generaciones futuras. Mientras tanto, el proletariado europeo pasó a engrosar una especie de clase media, acomodada y consumista, y sin perder por ello un cierto romanticismo revolucionario.
En cualquier caso, y resumiendo, que la «lucha de clases» está bastante bien integrada en la lucha por el poder (no tanto una lucha contra el poder). Ocasionalmente podemos encontrar personas ricas que venden lo que tienen y lo reparten entre los pobres, en aras de materializar una sociedad igualitaria. Pero, en general, mientras sean los pobres quienes luchen por apropiarse del excedente de la clase alta, lo que tenemos no es más que una respetable lucha por el poder.
Ecologismo
El ecologismo considera la lucha entre el Bien y el Mal como encarnado en la dialectica entre lo natural y lo artificial. Pero, ¿qué es lo artificial? ¿el hombre mismo? ¿o quizá el homosapiens mismo ya está dividido en una parte natural y otra artificial?
El ser humano… ¿es o no es parte de la Naturaleza? En principio parece que sí, como cualquier otro animal. Cierto que se trata de un animal muy peculiar que ha desarrollado la capacidad de destruir toda forma de vida en la tierra… Pero, a fin de cuentas, el animal humano es tan natural como cualquier otro, insertado en el guión evolutivo de la Mama Naturaleza como cualquier otro… ¿O quizá no?
¿No deberíamos decir que es la propia Naturaleza la que ha desarrollado, a través del homosapiens la capacidad de destruirse a sí misma? Y, si el Hombre no es parte de la Naturaleza, entonces… ¿de dónde viene? ¿de Marte, quizá, como parece deducirse de su ritmo circadiano? Y, pero, aunque venga de Marte o de Sirius o las Pléyades… ¿éso no es tambien «Naturaleza»?
¿O quizá, y aquí entramos en materia rosicruciana, quizá viene de otro universo que nada tiene que ver con éste? .
En cualquier caso, como hemos visto, el humano ha heredado sus buenas cualidades, su disposición guerrera y depredadora, de su Mama Naturaleza. Si hay algo esencialmente malvado en el sapiens, como ya hemos visto, es por vía de su herencia materna 😉
Hummm, bueno, el concepto dista mucho de quedar claro.
Ciertamente, la Naturaleza ofrece, a sus humanos hijos, muchos y variados momentos de placer, de belleza, de éxtasis espiritual, incluso, contemplando una puesta de sol, un frondoso bosque, un cielo estrellado o una aurora boreal. Incluso podemos disfrutar de la belleza de un paisaje nevado o un mar embravecido… (siempre contemplando desde un refugio seguro, por supuesto 😉 . Estos preciados momentos despiertan en el buscador una cierta devoción hacia la Madre Naturaleza, y estimulando una suerte de veneración espiritual, que sintoniza con el buscado sentido de la vida. De hecho, el ecologismo clásico, en buena medida, se basa en una inclinación espiritual, una especie de «religión de la naturaleza», más que un interés práctico en evitar las amenazas de un cambio climático, o enfermedades debidas a la contaminación del aire y del agua. Al menos, por lo que se refiere al ecologismo original de finales del siglo pasado. Actualmente, el ecologismo sí que está intervenido por ésas otras cuestiones más prácticas.

Pero, no debemos olvidar, en el otro plato de la balanza, que la naturaleza también muestra su lado cruel y terrible. Toda la lucha por la vida, el fuerte que se come al débil, todo el sufrimiento y la enfermedad, son parte del guión evolutivo de nuestra querida Madre. Pensemos igualmente en las naturales inclemencias meteorológicas: heladas y glaciaciones, sequías, calores abrasadores, huracanes, terremotos, tsunamis, epidemias y todo el cortejo de catástrofes naturales. De nuevo vemos el doble juego, el doble sistema de líneas de fuerza: centrípetas y centrífugas, integradoras y disgregadoras, que relacionan a la Madre con sus hijos. ¿quién no echará mano de un artificial abrigo de fibra sintética, con olor a petróleo, o de una estufa eléctrica, alimentada quizá con energía nuclear, para evitar perecer congelado?

Los conceptos relacionados, aunque bien enfocados, distan mucho de quedar claros.
Aparte de estas contradicciones puramente filosóficas, el buscador que responde al campo de fuerza de un movimiento ecologista se va a encontrar con otras paradojas, ya en un terreno más práctico: ya habíamos comentado, por ejemplo, cómo muchos militantes ecologistas trabajan a sueldo, precisamente para empresas contaminantes, o destructoras del ecosistema planetario. O quizá trabajen para el sector público, de estados que hacen lo propio, estados militaristas, quizá potencias nucleares, que recaudan impuestos y botines de guerra, precisamente, gracias a sus intervenciones militares.
De modo que resulta una relación inversa entre el Poder y la defensa de los ecosistemas naturales. Tanto si hablamos de poder militar como económico. El respeto a la naturaleza, bien sea por el control (reducción) del co2, eliminación de la energía nuclear o similares, reduce el potencial del país, o del grupo que lo promueve. Pongamos por ejemplo, una rentable empresa contaminante, si se le prohíbe contaminar dejará de ser rentable. Especialmente, si únicamente la prohibición recae sobre dicha empresa, y si el resto de empresas puede seguir contaminando libremente, por el tema de la competencia y tal y cual. La empresa puede cerrar, y con ella, los militantes ecologistas (supongamos que están en nómina de la empresa) pierden su medio de financiación. O pongamos el caso de un país implicado en el desarrollo de un arsenal atómico, pruebas nucleares incluidas. Nos resulta que el potencial militar y económico de un país es inversamente proporcional a su disposición para respetar al medio ambiente. Y por una ecuación similar a la que llevamos manejando últimamente, podemos decir que el país que respeta el medio ambiente tenderá a desintegrarse bajo el ataque, militar o comercial, de otros estados menos escrupulosos con la cuestión ambiental.
Humanitarismo
Puede parecer un poco contradictorio meter aquí el humanitarismo, puesto que estábamos investigando los idearios de los grupos guerreros. Pero, quizá, precisamente así, puedan elucidarse más claramente las contradicciones del humanitarismo en el camino del buscador. Por otra parte, las nuevas guerras e intervenciones militaries cada vez se visten más de motivos humanitarios. Las guerras ya no son para invadir y someter a otras naciones, son intervenciones humanitarias para defender a la propia población del país atacado, de un régimen supuestamente tiránico. En cualquier caso, como siempre, es necesario un poder, una estrategia y, si fuese necesario, una intervención militar, para implantar el orden humanitario, con todas sus contradicciones inherentes.
El humanitarismo es, cito de la wikipedia: «una ideología de práctica informal que se practica con el trato humano y al prestar asistencia a los demás, su doctrina es que tenemos el deber de promover el bienestar humano.»
Bueno, más o menos. Luego sigue:
«El Humanitarismo se basa en la opinión de que todos los seres humanos merecen respeto y dignidad y deben tratarse como tales. Por lo tanto, los trabajadores humanitarios trabajan en pro de la promoción del bienestar de la humanidad en su conjunto»
Y continua:
«puede resumirse en una sola frase, todas las cosas que quieran que los hombres hagan con ustedes, así también hagan ustedes con ellos. Este precepto fundamental se puede encontrar, en forma casi idéntica, en todas las grandes religiones, Brahmanismo, el budismo, el cristianismo, el confucianismo, el islam, el judaísmo y el Taoísmo.«

Cuando nos apercibimos de que hay personas más débiles, más pobres que nosotros, especialmente si son vecinos nuestros, un impulso natural es, puede ser, como manda el humanitarismo, prestarles ayuda, «así como nosotros quisiéramos que se nos ayudase». En cierto modo parece que hubiera un trasvase de poder, el ayudador pierde riqueza y poder al tiempo que el ayudado se vuelve un poquito menos pobre, menos débil. Pongamos por ejemplo que damos una limosna. Es la línea natural atractora, centrípeta, agregadora que venimos comentando.
Pero la función natural de esta fuerza centrípeta es generar un órganismo social agregado y diferenciado del resto de organismos extraños o «enemigos». De modo que, cuando intentamos extender el humanitarismo a «toda la humanidad», vamos a entrar en contradicciones. De entrada, nos va a resultar materialmente imposible ayudar a todo el mundo, socorrer a todos los hambrientos y enfermos y debilitados. Y, aunque lo hiciéramos, los resultados podrían ser imprevisibles. Quién sabe, según el contexto, una vez recuperados y reestablecidos, quizá se vuelvan contra sus ayudadores.

Nótese por otra parte que, en su estado natural, el ayudador, solo entraría en contacto con un número limitado de necesitados. Pero en la sociedad moderna, con los modernos medios de comunicación, el ayudador se entera de que hay millones y millones de personas hambrientas o desvalidas, incluso puede ver las imágenes en su monitor, en alta resolución, con toda su viveza. El ayudador sabe, teóricamente al menos, la cantidad de niños hambrientos que mueren por unidad de tiempo. Sabe también, teóricamente, que con lo que se gasta en tabaco, cerveza y perfumes podría salvar la vida de alguno de estos niños. La sociedad moderna permite igualmente, teóricamente, meter en una cuenta corriente el dinero ahorrado y transferirlo allá donde sea preciso.
Lo mismo puede plantearse en relación con lo que el buscador gasta en mantener a su perro. Podría, teóricamente, sacrificar a su perro, y con el dinero ahorrado salvar la vida de un niño anónimo, que desfallece a miles de kilómetros.
O, lo que resulta más inquietante, podria hacer lo propio con lo que se gasta en mantener a su abuelito enfermo. Todo lo cual elucida ya de entrada las contradicciones del camino humanitarista. ¿Es ético dedicar tantos y tantos recursos de asistencia a nuestros ancianos y enfermos terminales, cuando esos mismos recursos podrían ser útiles para salvar muchas más vidas de niños de países pobres?
En la práctica, lo que ocurre es que nuestro perro, nuestro abuelo, forman parte de nuestro grupo orgánico de referencia, al cual estamos unidos por la fuerza natural centrípeta. Por éso que soltamos unas lágrimas por nuestro perrito muerto mientras oímos con indiferencia las noticias acerca de la muerte de miles de extranjeros. El humanitarista no puede incorporar a toda la humanidad, a todos los extranjeros, en su grupo orgánico de referencia. Es por ello que el humanitarismo tiende a institucionalizarse en unas coordenadas un tanto burguesas.


Pensemos, primero, que va dirigido a aquellos que consideramos más débiles, o más pobres que nosotros y, al menos, éso se desprende igualmente de la definición previa de wikipedia.
Resulta, parece, la contraparte del marxismo. Este último, recordemos, se dirigía a los ricos, a los más ricos, con la intención de arrebatarles su riqueza sobrante y repartirla con los más pobres. El humanitarismo se dirige a los pobres con la intención de volverlos un poco menos pobres. Da la impresión, a primera vista, que el humanitarismo, en su trasfondo, no busca eliminar la pobreza, o al menos no busca erradicar la diferencia de clase. Parece, más bien, que de lo que se trata es de institucionalizar las relaciones de clase, de ricos a pobres, de superiores a inferiores través de la limosna, o el servicio asistencial. Es más, casi parece que el humanitarista espera ser visto y admirado por su entorno social, como si de una campaña electoral o marketing social se tratase. Más aún, espera que el ayudado reconozca el servicio y la asistencia prestada y se mantenga agradecido, como con una deuda…
De modo que no se cuestiona la diferencia de clase. Al contrario. Se trata de que los ricos se sienten «buenos» y legitimados a causa de sus buenas obras en favor de los pobres. Y que los pobres se sientan agradecidos por la limosna recibida. Pero, en suma, la diferencia de clase continúa existiendo.
En cualquier caso, el humanitarista, a título individual, se ve impotente para solucionar el problema global de la «pobreza», por no hablar de la enfermedad. Millones de personas mueren de hambre. La única opción sería militar en una organización encargada de solucionar colectivamente el problema de la pobreza en el mundo.
Las contradicciones aparecen de nuevo, pues los recursos que las clases ayudadoras pondrían al servicio de las clases pobres provienen precisamente del desigual reparto de la riqueza… de la explotación, incluso, de las clases o países pobres.
Y hay importantes motivaciones psicológicas en esta institución, llamémosle, de la ayuda a los pobres. El ayudador busca engordar su ego, a través del proceso de ayuda, busca recrearse en su rol de «ayudador». Y, si al menos hay alguna transferencia material y real de recursos, algo sale ganando el ayudado. Pero la cuestion de la «ayuda», en ocasiones toma tintes un tanto rebuscados y, el ayudador, lo que pretende es ofrecer algun tipo de ayuda «espiritual» o «moral» o intelectual al ayudado, por la cual, si se descuida, el ayudador terminará pasando factura.
«Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha«.
Podemos interpretarlo en el sentido de dar la limosna, prestar la ayuda de forma anónima. Tanto de cara a la opinión pública, como al receptor de la ayuda. Claro que conlleva sus consecuencias, como por ejemplo, que el ayudador caiga en la miseria, y no sabiendo nadie nada de sus generosas donaciones anónimas… nadie se verá obligado a echarle un cable… Morirá en la indigencia.
El humanista, el ayudador, puede poner a prueba sus verdaderas intenciones preguntándose con frecuencia: «¿Mi objetivo es realmente erradicar la pobreza (o la enfermedad, o la ignorancia, o lo que sea)? Si es así entonces no me importa quién se lleve el protagonismo en la perseguida erradicación del hambre, o del problema en cuestión.
¿Mi objetivo es engordar el ego protagonizando un proyecto asistencial? En tal caso daré más valor a la apariencia de éxito que al éxito mismo. La manipulación, el engaño, la mentira, la descalificación del competidor… serán mis tentaciones eternas. ¿Hasta qué punto estaría dispuesto a boicotear un proyecto con tal de que otro no se lleve los honores?
Conclusión: hacia la Filosofía Gnósticanóstica
Aún considerando que el repaso que vamos dando a nuestra madre naturaleza y a las sociedades y organizaciones humanas ha sido muy a vuelapluma, vemos suficientes indicios de que el Bien Absoluto, tal y como lo intuimos, no se encuentra en esta Naturaleza. Existe un bien relativo, éso sí, diferente para cada interesado, desde el momento en que cada cual está integrado en una línea de fuerza agregadora que marca nuestra peculiar percepción del bien, de lo bueno y del aliado. Pero, en términos absolutos, nuestra Madre Naturaleza es una naturaleza indisolublemente unida a la muerte, al dolor y la enfermedad, a la lucha fraticida por la vida. El «hombre», en tanto que hijo de la naturaleza, y a su imagen y semejanza, es un animal mortal. Que muere y mata. Sufre y hace sufrir, Enferma y hace enfermar.
Es en este contexto que la filosofía Gnóstico-rosicruciana plantea el sentido final de nuestras vidas fuera de este orden de existencia. Plantea el universo Gnóstico fuera de esta naturaleza.
«Mi reino no es de éste mundo» que diría el protagonista de la leyenda evangélica.
El ser humano tendría insertado en el corazón un átomo-chispa de Espíritu que sería el punto de contacto con ese otro mundo, independientemente de nuestra naturaleza terrestre. Este átomo es también un átomo-semilla desde el momento que está llamado a germinar en el seno de la individualidad terrestre. :
«El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. 32 Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas»» (Mateo 13:31)
Y , en palabras de JvR:
«…de todas las criaturas de la tierra solo el hombre es doble, a saber mortal según el cuerpo, en lo que toca a la materia, e inmortal según el principio celeste, el hombre esencial. Así lo inmortal soporta dolores intolerables porque está unido a la materia sometida al cambio. Aunque el principio celeste superior oculto en el hombre dialéctico sea más esencial, más noble que su envoltura, se vuelve sin embargo el esclavo de esta envoltura.» (JvR, Gnosis Original Egipcia, comentario al Poymandre vers. 38, de los libros de Hermes)
JvR, no es muy claro en relación con cuándo este átomo es insertado en la ola de vida humana. Pero, evidentemente, no se trata de un proceso gradual, el átomo o se tiene o no se tiene. Pareciera que, en un momento de la evolución, tuviese lugar una mutación (la enésima mutación evolutiva), y a partir de aquí los nuevos especímenes fuesen dotados con este principio átomico. Cabe señalar que el cuerpo y psiquismo humano, según la cosmogonia Rosicruciana estaría especialmente diseñado para acoger este átomo semilla y hacerlo germinar. Numerosos órganos tendrían un papel fundamental en el proceso (pongamos por ejemplo el sistema sanguíneo, el sistema hormonal y el sistema nervioso. El timo, el plexo sacro, la médula espinal, los cordones del simpático…)
Todo ello tiene su relevancia desde el punto de vista filosófico ya que, pareciera, el cuerpo humano natural ha sido diseñado para acoger el átomo semilla y favorecer su desarrollo, como una matriz.
Sin embargo, lo que más nos interesa aquí, es el papel de la personalidad, del psiquismo «visto desde dentro», y especialmente la activación del proceso de búsqueda del sentido de la vida. La comprensión de las diferentes líneas de fuerza en juego, y la autoconsciencia del proceso de búsqueda y evolución personal hacia una meta cada vez más definida.
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Genial discurso…muy interesante…🙏
Gracias, gracias 😀