Sacerdotes y psicólogos. Salud mental y salud espiritual. Corrientes antecesoras de la psicología. Confesión y desahogo. Perfil del escuchador. El desahogo en la evolución natural. Aceptación del desahogo. Ahogo, desahogo y salud mental. Escenarios para desahogar.
Sacerdotes y Psicólogos
Suele decirse que psicólogos y psiquiatras son los nuevos sacerdotes y, me temo, que es bastante cierto, en más de un sentido.
Tomemos, por ejemplo, el modelo de la confesión. El pecador desahoga en el confesionario sus pecadillos veniales mientras el paciente hace lo propio en la consulta del psicoterauta, confesando sus «zonas erróneas», sus supuestas psicopatologías, vacíos existenciales, etc.

El cura perdona los pecados, quizá con alguna pequeña penitencia: «ego te absolvo peccatis tuis». Y el psicoterapeuta hace lo propio, dándonos unas palmaditas en la espalda: «Estupendo Isar, lo estás haciendo muy bien», «cada día te veo mejor y mejor 😉»
O quizá nuestros pecados no sean tan leves, ni tan fácil de ganar el perdón clerical. Quizá ni siquiera aparecemos por el confesionario, ni por la iglesia y el cura se ve impelido hacia un rol represivo, marginador, anatematizador…
Pero el psicólogo, el psiquiatra, también hace lo propio, cuando decide que la conducta del paciente va demasiado desviada y pone sobre la mesa sus recursos represivos, amenazándole no ya con el miedo al infierno sino con el miedo a la esquizofrenia, a la locura. Quizá le recomiende un tratamiento que lo vuelva más manipulable o favorezca directamente un ingreso forzoso. O quizá simplemente le descalifique para un puesto de trabajo.
Digamos que se trata de roles con cierto componente de control social, con pretensión de promover estilos de vida políticamente correctos.

Sí, bueno, las comparaciones hay que cogerlas con pinzas… Y hay una cierta evolución del modelo…
Los viejos sacerdotes predicaban sobre una religiosidad un tanto materialista, basada principalmente en la conducta, en las buenas obras y omisiones, y orientada hacia una recompensa postmortem.
Los modernos psicólogos se basan cada vez más en la conciencia, la autoconciencia, la plenitud, felicidad, desarrollo personal, etc. Y orientado hacia unos resultados (supuestamente medibles y acordados) en la vida actual.
Los sacerdotes siguen un «pensamiento único». Un único Dios, una única doctrina. Entre psicólogos o psiquiatras tenemos decenas de tendencias y paradigmas diferentes.
Bueno, sí, es cierto que también hay diferentes sacerdotes de diferentes religiones, de diferentes sectas y movimientos espirituales, algunos de los cuales se aproximan más al modelo de moderno Psicologo… Y, sí, también dentro del catolicismo tenemos curas modernos, curas obreros, revolucionarios, pederastas… 🤔🤔🤔
Al cura le suponemos trabajando para Dios, o sea, para la Iglesia. En beneficio de la salvación de las feligresas almas, pero en cualquier caso, sin su colaboración: para el pueblo pero sin el pueblo.
Al psicólogo le suponemos trabajando para el paciente-cliente. O sea, trabajando para lograr unos objetivos acordados con el cliente. Pero claro que, el paciente no siempre es el cliente, ni parte activa de la terapia. El cliente puede ser «la sociedad», la familia, la empresa, y es al cliente a quién intenta agradar el psicoterapeuta, y a quién factura la minuta, directa o indirectamente, a costa del interés personal del paciente.
Aparte de éso, el psicólogo puede tener su propia ideología, su propia ética, sus propios condicionamientos culturales que pueden ir a la contra del interés del paciente.
Incluso, rehogándolo todo un poco, podemos tener psicólogos miembros de diferentes iglesias, pongamos que puedan ser católicos, adventistas, del Opus o francmasones…
Salud mental y salud espiritual
Pero, en general, y salvando todas las particularidades, podemos decir que nos acercamos hacia un solapamiento entre la salud mental y el camino espiritual (el «Bien» en una palabra); un solapamiento entre la enfermedad mental y el «Mal». Un continuum donde las personas verdaderamente malas, son tratadas como enfermos psicópatas; y donde la salud mental puede perfeccionarse casi hasta el infinito, hacia un modelo de tipo espiritualista.

– Si la depresión es una enfermedad, entonces, en psicología moderna, la alegría y las ganas de vivir se convierten en modelos de salud. Alegría, equilibrio, paz interior… Nótese que se produce igualmente un acercamiento hacia el modelo espiritual oriental, budismo, yoga, etc.
– Si la distorsión de la realidad objetiva y el pensamiento mágico, es síntoma de enfermedad, entonces la salud debe enfocarse hacia un conocimiento preciso y objetivo, digamos que científico, del mundo que nos rodea.

– Si una pérdida severa de memoria, de la atención, o de cualidades intelectuales se tratan como enfermedades graves, entonces, al contrario, la salud se orienta hacia el cultivo, cuanto más mejor, de las cualidades citadas.
– Si el autismo es una enfermedad, entonces, la salud se enfoca hacia una mayor interacción social, empatía, don de gentes, capacidad de liderazgo, amor al prójimo…
Viejos pecados capitales: la pereza, la gula, la ira… pasan a convertirse en carne de terapia y superación personal:
- Contra soberbia, humildad.
- Contra avaricia, generosidad.
- Contra lujuria, castidad.
- Contra ira, paciencia.
- Contra gula, templanza.
- Contra envidia, caridad;
- Contra pereza, diligencia.


Naturalmente, los modernos psicólogos van a moderar un poco los requerimientos clericales clásicos, no van pedir al paciente una castidad absoluta y, al contrario, quizá recomienden recrearse en ciertos pecaditos, ciertas expresiones pecaminosas de ira, de pereza, de gula… en la constatación de que, quizá, ninguno de los extremos sea saludable. Llegamos de nuevo a el «el camino del medio» de los budistas…

Pero «el medio» no es un punto definido matemáticamente en alguna parte, cada uno lo situará más a la derecha o más a la izquierda según le convenga. Todo va a depender de las tendencias político-religiosas del terapeuta.
En este contexto, aparecen toda una serie de corrientes psicológicas referidas a la «realización personal», autoayuda, «cómo ser feliz en 7 lecciones» o «cómo alcanzar el éxito en 14 pasos», o cómo conseguir una supermemoria, alcanzar una vida plena, triunfar en los negocios, ser un líder, ganar amigos, vender más y mejor… etc. etc. etc.
Otras tradiciones
Nótese que la moderna psicología, engarza, entre otras, con tres tradiciones relevantes
– la oriental en cuestiones tales como el equilibrio y la paz interior,
– la esotérica-occidental en lo que se refiere al cultivo de cualidades psíquicas, técnicas de concentración, visualización creativa, «control mental»
– la protestante, calvinista y capitalista, en lo que se refiere al solapamiento entre las cualidades espirituales y el nivel económico y el éxito social. Es, por así decirlo, la creencia de que cada cual tiene lo que se merece, que los pobres son pobres porque se lo merecen, son perezosos, carecen de pensamiento «positivo», no se esfuerzan y derrochan en vicios lo poco que obtienen. De modo que, finalmente, el estatus socioeconómico de una persona sería fiel reflejo de sus cualidades espirituales.

Un punto de vista más extendido de lo que pudiera parecer a simple vista, aunque con matices en el imaginario latino: «lo bueno que tengo es porque me lo merezco, mis carencias se deben a injusticias sociales 😀«
Nótese que la previamente citada corriente de autoayuda y pensamiento positivo engarza directamente con la ética protestante y el espíritu del capitalismo: la idea básica es que la pobreza y el fracaso social son debidas a los propios pensamientos negativos del interesado.
Véase, como muestra, el enfoque de Louise L. Hay:
Bueno, no digo que el pensamiento positivo o negativo no tenga su influencia pero me temo que hay otros muchos factores.
Y siendo la riqueza, el poder, la fama unos recursos escasos…, el éxito de uno se obtiene, necesariamente, a costa del fracaso de otros.
¿Cómo engarzaremos el enfoque Gnóstico-rosicruciano entre todas estas tendencias?
¿Habrá alguna correlación entre el quehacer gnóstico y el status social? 🤔🤔
Me temo que, las altas esferas sociales de riqueza y poder no destacan precisamente por su amor a la filosofía y praxis Gnóstica, pero… ya lo desarrolleremos en otro momento.
Sigamos con la «confesión de los pecados». Al cura, al gurú, al psicólogo, al colega…
¿Quién da más? 😁
Confesión y Desahogo
Importante necesidad del ser humano es el desahogo: expresar a otro ciertas experiencias o vivencias que, por los motivos que sean, «ahogan», preocupan, bloquean… Ahogan, y no es posible desahogarlas sobre la marcha del ritmo de vida cotidiano. Quizá sean secretos que, por los motivos que sean, más o menos evidentes, no podemos confesarlos al cónyuge, a los hijos, los amigos… O quizá sea un simple «conflicto de Rol»: nuestros escenarios cotidianos solicitan roles muy específicos, donde no siempre procede desempeñar el rol de desahogador. Al contrario, se solicitan roles de dureza, de autoafirmación, de diversión, de crítica, de burla…
Entonces se hace necesario habilitar escenarios específicos donde se favorezca el desahogo, la confesión, la petición de auxilio, incluso en aquellos casos en los cuales el desahogo se resiste.
Tenemos, por ejemplo, la consulta psicológica, o el confesionario, pero tambien los grupos de co-ayuda, o co-escucha, con un carácter más pretendidamente horizontal.
Perfil del escuchador
Es cuestionable hasta qué punto sea necesario que el escuchador tenga una titulación universitaria, o un conocimiento específico del temario relacionado con el contexto del desahogo. O quizá solo sea necesario que el desahogador crea ser entendido por el interlocutor.

Así suele decirse que el psicoanalista debe limitarse a repetir la última frase dicha por el paciente, para que parezca que está siendo escuchado 😀😀: «…Así que se casó y se fue a vivir con su marido 🤔🤔...»
Pero, titulados o no, el desahogador busca escuchadores de cierto status. Uno no quiere desahogarse con cualquiera, no por ejemplo con «el tonto del pueblo», si se me permite la expresión. Ni con un enemigo, o alguien que, eventualmente, pudiera utilizar la información expresada en su contra. El Jefe no podrá desahogarse con el subalterno, ni el policía con el proscrito. Ni el de extrema izquierda con el de extrema derecha.
Y, en general, las personas implicadas en comportamientos delictivos o políticamente incorrectos buscarán escuchadores con quienes poder establecer ciertos lazos de complicidad y empatía…
Todo ello empuja hacia esa institución de desahogo, psicólogo-paciente, sacerdote-feligrés en la cual tenemos por un lado ésa autoridad, impregnada de poder sociocultural, bien sea que provenga del lado de la ciencia y la universidad o de la religión; un supuesto conocimiento de las diversas situaciones conflictivas que atraviesan los seres humanos, y que, además, se compromete a mantener el secreto de la confesión. El psicólogo tiende a mantenerse en un rol puramente técnico, por encima de ideologías y prejuicios sociales. (En teoría, al menos, que algunos los hay de cuidado)
Otro modo alternativo de desahogo puede ser dirigirse a entidades sobrenaturales, dioses, ángeles, y similares.

Independientemente de la realidad objetiva de estas entidades, la mera creencia subjetiva del interesado en que su mensaje será escuchado puede favorecer el desahogo y la descongestión.
Igualmente puede optarse por un desahogo en forma escrita, un diario, por ejemplo, una autobiografía, o una novela donde se proyecte sobre personajes ficticios una serie de situaciones y discursos basados en la vida personal del autor.

Desahogo y modelo evolutivo
Cabe preguntarse el porqué de esa necesidad de desahogo. Y de nuevo podemos echar mano del modelo evolutivo, como viene siendo frecuente a lo largo del blog.
El homosapiens, como animal gregario ha desarrollado unos protocolos de intercambio de información con sus congéneres. Las informaciones relevantes percibidas por cada individuo son transferidas al grupo: alimentos, refugio, caza, peligros… En cuanto que son percibidas por un individuo, siente la necesidad de comunicarlas al grupo, bien sea para proteger al grupo o protegerse a sí mismo.
De ahí tendríamos la necesidad biológica de comunicar al grupo ciertas experiencias.

¡Me duele mami!»

¡socorro, me ahogo, ayudadme!
«¡que viene el lobo!», grita el miembro de la comunidad pastoril, y entonces los demás pueden poner a salvo los rebaños.
De aquí se elucidan un par de comportamientos anómalos, o disruptivos en la intercomunicación dentro del grupo.
Uno sería que el miembro de la comunidad se ahogue sin pedir ayuda, o que, viendo al lobo, no diera aviso.
Otro que, dando el aviso, la comunidad no reaccionara, o no entendiera la situación.
También tenemos el clásico del pastor mentiroso. La mentira es una anomalía que boicotea la buena marcha del organismo social. Primero, porque al mentir, el cuerpo social recibe una información errónea, que toma como cierta y reacciona disruptivamente. Pero luego, inversamente, aprendiendo de la existencia de la mentira, desconfía de las informaciones verídicas. De aquí que las mentiras, aunque comprensibles en la vida moderna, no pueden sino terminar generando conflictos psíquicos internos, y se haga necesario un canal a través del cual expresar la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
Entonces, como resultado final, tras miles de años de evolución, cuando un individuo experimenta una situación supuestamente relevante para su supervivencia, o para la supervivencia del grupo, se ve abocado a comunicarla so pena de congestión neuronal. Comunicarla literalmente, o, si hiciese falta, engañar a nuestro sistema neuronal con un sucedáneo, o sea, la consulta del psicólogo, confesionario, grupo de autoayuda… O quizá dirigiéndose a algún ser espiritual, o simplemente registrandolo en un diario.
Es evidente que tenemos un programa biológico que nos invita a gritar cuando caemos por un precipicio, o nos llevamos un susto, o expresar admiración o extrañeza cuando vemos algo fuera de su sitio, todo ello en forma automática o refleja. Pero en las sociedades modernas los peligros no se nos presentan tan claramente, todo aparece muy enmarañado, pudiendo llegar a confundir a nuestro sistema neuronal y puede ser complicado desenmascarar cuáles son exactamente las verdaderas amenazas que nos rodean.

Aceptación del desahogo
Pero, en fin, a lo que íbamos: que sea cierta la hipótesis evolutiva o no, en un momento dado, quedamos que el homosapiens tiene una fuerte necesidad de expresar a sus proximos el contenido de sus vivencias más fuertes, o más relevantes. Pero, y además, de que su vivencia sea adecuadamente comprendida y asimilada. Y de que la persona en cuestión sea adecuadamente respetada en tanto que portadora de su experiencia vital.
– «Te juro que vi un ovni, aterrizó a unos cien metros delante de mí y bajaron unos hombrecillos verdes, empezaron a avanzar hacia mí entonces salí corriendo😨😨😨 desde entonces nunca he vuelto a ser el mismo…»
– 🤔🤔🤔🤔
Ahogo, Desahogo y Salud Mental
Si la experiencia en cuestión no llega a expresarse, o si no es recibida con el respeto y el interés esperados se produce el ahogo, fuente de posibles perturbaciones psíquicas. Entonces, de lo que se trata, es de colocar al interesado en un contexto, ante uno o varios escuchadores, a fin de que pueda desahogar la experiencia.

El desahogo puede tener efectos que podrían parecer milagrosos, puesto que descongestiona el sistema nervioso y el endocrino. Pero tampoco conviene mistificarlo, ni esperar otra cosa que una descongestión provocada por un bloqueo previo. Si me amputan un brazo, por mucho que desahogue la dolorosa experiencia, el brazo no va a crecer de nuevo. Si perdemos un hijo, o el empleo, la novia… pues más o menos lo mismo, no lo vamos a recuperar desahogando.
Lo único que hacemos es evitar las citadas congestiones a otro nivel, efectos colaterales del problema inicial.
Si el problema inicial es de tipo psíquico, pues, en principio, lo mismo. Una depresión o una psicosis, en principio, no se van a curar por el mero hecho de contar a otros lo que nos pasa. Pero el desahogo puede ayudar a evitar otras complicaciones o efectos secundarios derivados del inicial.
Digo lo de «en principio» porque el sistema psíquico es muy maleable y pueden producirse reacciones sorprendentes, al contrario que en el físico. Quiero decir que, si he perdido un dedo, por mucho que cuide y vivifique el resto de los órganos del cuerpo físico, es poco probable que el dedo crezca de nuevo. Pero si sufro una congestion en cualquier punto del sistema psíquico, y vivifico el resto de las áreas del sistema, que es puro software, entonces se generan nuevas conexiones neuronales, en otras áreas del cerebro por ejemplo, que pueden sustituir a las anteriormente dañadas.
Escenarios para desahogar
Entonces, a lo que íbamos, a favorecer las condiciones que a su vez vayan a favorecer el desahogo.
Lo primero, uno o varios escuchadores, dispuestos a escuchar. La vida cotidiana no siempre lo permite, por los motivos que sean. Y deben inspirar cierta confianza en el interesado. Digamos que pueden pertenecer a su grupo de referencia, especialmente si son grupos marginales. Algunas personas se sentirán cómodas con una persona que destile autoridad, autoridad oficial me refiero, como un médico, un sacerdote, un alcalde…

Otras, al contrario, desconfiaran de las autoridades oficiales y se decantaran por otra autoridad de tipo más marginal, o igualitaria, algún o líder rebelde, o de oposición, medico alternativo, gurú de una secta o iglesia alternativa.
Y, luego, tenemos el tema a desahogar.
Hay experiencias universales, que pueden expresarse en cualquier entorno político o religioso, sin mayor problema. Pongamos por ejemplo la muerte de un ser querido, un amor no correspondido, o un diagnóstico de cáncer.
Luego tenemos experiencias relacionadas con entornos marginales o delictivos. Como ya comentaba más arriba, en principio no procede desahogarlos fuera del propio entorno de complicidad del afectado. Pongamos un delincuente común, o activista político, o miembro de la mafia o de la guerrilla, o toxicómano o narcotraficante. Su desahogo llevaría implícita la confesión de delitos, o en general, información comprometedora para sí mismo y para sus compañeros. Por tanto debe orientar su desahogo en su propio grupo de referencia, o hacia un profesional lo suficientemente burocrático y aséptico como para colocarse por encima de valoraciones éticas y partidistas.

Y es que conviene separar el desahogo del «arrepentimiento», que no tienen porqué ir parejos. El «arrepentimiento» puede conllevar sus necesidades particulares de desahogo, por lo que puede suponer de «traición» a los antiguos colegas y cambio de valores.
Pero las necesidades de desahogo pueden ser previas e independientes al arrepentimiento. Por ejemplo un toxicómano o un guerrillero o un narco que tiene un hijo enfermo. La necesidad de desahogo, y sus connotaciones terapéuticas, no implica necesariamente un arrepentimiento de su modus vivandi. El problema es, cuando por los motivos que sean, no sea factible el desahogo dentro del propio grupo de pares.
Finalmente, tenemos que considerar, las experiencias de tipo mágico, místico y psicótico. En principio no nos importa si las experiencias de tipo mágico o místico o esotérico son «reales» o simples alucinaciones. Lo importante es que se trata de vivencias y percepciones interiores, difíciles de expresar, y de entender, que le pueden ocurrir a cualquier persona, de cualquier grupo social y que, en principio, no pueden ser adecuadamente desahogadas en el grupo de referencia.

Supongamos un militante de extrema izquierda, que tiene un encuentro con un ovni, con tripulantes incluidos, pongamos por caso. Intenta compartir su experiencia con sus compañeros de partido. No le creen, se burlan de él, lo toman por loco. Entonces debe dirigirse a algún investigador del tema ufológico o esotérico… Pero ¡cuidado!… ¡a ver si resulta que es de derechas… 😉!
Entonces debe de buscar otro escuchador más acorde con su grupo de referencia. En alguna asociación de contactados, por ejemplo… Quizá lo encuentre, quizá no. Si no es el caso entrará en conflicto entre su identidad de izquierdista, y su necesidad de desahogo, que terminará resolviéndose en un sentido u otro.
Digo que es de izquierdas como podría haber dicho que es de derechas, es solo por dramatizar el conflicto. Y el problema a resolver, que es la manera de canalizar estos desahogos.
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Hola, me gustan tus reflexiones, como siempre.
Abrazos de luz
Gracias Silvia 😊