Sentido de la vida y vocación. Investigación y divulgación. Gnosis. Vidas ejemplares en el AT. Misionismo y mesianismo. Misionismo racional. Misionismo mágico y profético. Misionismo reencarnacional. Misión y Gloria Terrenal. Recurrencia del modelo misionista. Dioses extraterrestres y otras fuerzas sobrenaturales. Esquizofrenia psicosocial.
Sentido de la vida
Al terminar la época preuniversitaria yo no tenía muy claro qué hacer en la vida. Sentía una fuerte inquietud interior y no veía embarcarme en un currículum clásico de estudios. De estudios-trabajo-matrimonio-hijos…

Entonces me tomé un año sabáthico para reflexionar…
Me sentía un poco diferente a los demás. Diferente, sí, pero un poco en clave de superioridad. Como que no quería ser un «animal de rebaño» más… y sin tener claro el rumbo a seguir…
En el entorno en que vivía, llamémosle pseudohippie, circulaban ciertos valores, ciertas ideologías, ciertas cosmogonías, ciertas «leyendas urbanas»… no exentas de contradicciones… de modo que me veo en la necesidad de investigarlas, de esclarecer el misterio de «la verdad de las cosas», de las opiniones, las ideologías, los valores, hallar mi propio camino, en suma…
Vocación
Comienzo con la investigación y lo que va surgiendo es una vocación filosófica, científica… Muy inspirada en la filosofía clásica y cartesiana y el Jnana Yoga… que tras la experiencia de mescalina va tomando forma un tanto mágica, esotérica, psicodélica…

Con el estudio de la Biblia y los Evangelios la vocación va tomando una forma espiritual-religiosa.
La cuestión era, o es, cómo enfocar, o cómo entender, una «vocación» de este tipo. Porque, se supone, que una vocación de pintor, por ejemplo, le empuja a uno a pintar cuadros, el músico a componer melodías, el escritor a escribir novelas, el médico a curar enfermos. El arquitecto, el pastor, el guerrero…,,, bueno, cada uno a lo suyo.
Pero, una «vocación espiritual»… o más concretamente: mi propia percepción espiritual.. ¿Hacia donde me llevaba?
Modelos a imitar
Consideremos también los modelos de referencia. El pintor quizá coja como modelo a Picasso o a Velázquez y el músico a Mozart, Bach o Lou Reed… Pero yo… ¿a quien tenía como modelo?






De primeras a nadie, me temo. Mi vocación había surgido de lo más profundo del interior… precisamente uno de mis principios había sido de no dejarme influir por nadie, y cuestionar cualquier influencia externa…
¿Cualquier influencia?
Bueno, al menos conservaba el lenguaje materno, el sistema lógico-linguístico heredado, el espíritu académico-filosófico-científico… casi me suena a Descartes… y su duda metódica… pero aderezado con algo más… ¿Siddhartha quizá?



Investigación y divulgación
Inicialmente lo que sentía era un impulso de escribir. De investigar y reflejar la investigación por escrito.
Luego un impulso de divulgar… pero… El camino espiritual era algo más que mera opinión, era transformación interior. De modo que la divulgación era también promover la transformación interior de los demás. ¿Cómo? No era asunto evidente. Y no tenía yo intenciones de salir a predicar a la plaza del pueblo, desde luego… 😁😁
Pero, al menos, antes de nada, se hacía preciso conquistar un equilibrio interior aceptable. ¿Como responder al impulso de «servir» a los demás si yo mismo no me sentía completo?
Pero tal era el modelo abstracto básico que me empujaba hacia alguna parte, no se sabe muy bien dónde.
Gnosis
Tras la primera fustración, tras los primeros apuros a la hora de comunicar el resultado de mis investigaciones, me encierro en mí mismo, me lo guardo todo para mí, y me veo en la necesidad de invocar una Fuerza Superior. De pedir Ayuda, en suma.
Una invocación que tiene su respuesta en el campo de fuerza gnóstico. (Real o supuesto, me da igual, pues no resulta objetivable.).
La «vocación» se enfoca, entonces, a mantener el contacto con el susodicho campo de fuerza y que parecía manifestarse al calor de las lecturas bíblicas y ciertos hábitos higiénicos de vida.

Pero, al mismo tiempo, acto seguido, y siguiendo el hilo vocacional comentado, lo que tocaba era divulgar, o extender, el campo de fuerza.
¿Cómo? Sigue sin resultar evidente.
Yo no me veía largando mítines espirituales a la peña, vamos, ni de coña. Únicamente a título energético o telepático, a modo de transmisión subliminal… tal era mi interpretación del «amor al prójimo», la emisión de algún tipo de energía, que colaborase con la evolución del susodicho. Emitir el tipo básico de energia que, igualmente, quisiéramos recibir de los demás.
Pero la energía siempre va asociada a una forma, a una información, y esta segunda parte, no pintaba nada claro.
En un futuro más o menos lejano, quizá… cuando tuviese las cosas más claras… ya se vería. Por el momento, «voto de silencio» 😉
Vidas ejemplares en la literatura sagrada
Las lecturas bíblicas abundan de modelos de Reyes y Profetas y similares, y de dudosa moralidad por cierto. El modelo básico era el del pobre mortal, rey o profeta, que se relaciona con una fuerza superior, Yahveh, Dios, Jehovah, o como quiera llamarse. O una fuerza superior que se trasmite al mundo a través del pobre mortal.

No creo que me tomaba el modelo literalmente, solo de forma alegórica para representar el flujo y reflujo del campo magnético. Pero algo siempre queda, quiéraslo o no. Digamos que tal y como yo lo entendía, la Gnosis se presentaba envuelta en unos ropajes un tanto macabros, especialmente en lo que se refería al antiguo testamento, y que habría que enfocarlos de modo alegórico o metafórico, sin darle credibilidad histórica. De eso ya comenté en los capítulos sobre «Conversión».

En cualquier caso ni me planteaba contar a nadie mi reciénte interés por las lecturas bíblicas, ni por supuesto, se me ocurría recomendarselas a nadie, ni de coña 😂😂, no fuera que me desterrasen definitivamente del pueblo 😂😂
En fin hasta aquí el proceso puede entenderse, casi, como políticamente correcto. Más o menos equilibrado, más o menos aceptable, dentro de la heterodoxia. No digo que ejemplar, pero sí, al menos, dentro de unas coordenadas asequibles.
Misionismo y mesianismo
Sentir que se tiene una misión en la vida es algo así como una vocación al cuadrado. Una disposición a entregarse en cuerpo y alma a un trabajo.

Bueno, puede pasar. ¿Qué habrá de pecaminoso en consagrarse en cuerpo y alma a una tarea que consideramos justa y buena y deseable?
Puede pasar, digo, pero ya encierra en sí algo sospechoso. De entrada parece que implica un profundo cambio vibratorio, que, si no es el adecuado, podría conllevar efectos irreversibles. Además, el mundo espiritual resulta muy escurridizo. ¿Cómo saber que vamos por buen camino?
¡No tenemos criterios objetivos!
Como no sea nuestra propia satisfacción interior… O como no sea la percepción subjetiva que los demás tengan de nuestro Camino…
Pero, ¡no!, Un demonio psicópata puede sentir satisfacción interior por sus fechorías. Y el buen gnóstico puede sentir fustración e indignidad ante su precario estado, y ante el largo camino que le resta por recorrer.
Igualmente puede cuestionarse la relevancia de la crítica ajena… El demonio psicópata puede estar bien visto en sociedad (lo cual por otra parte no es infrecuente), o, aunque solo sea, bien visto en su grupo de referencia. Y el buen profeta puede ser ignorado y humillado por la masa ignorante…
Pero, ¿No es realmente pecaminoso sentir que se tiene una misión en la vida? ¿No será realmente patológico?,🤔🤔 , ¿Un egocentrismo desmedido? ¿Un deseo de ser importante? ¿Un complejo de superioridad? ¿O, visto desde la defensa, quizá se refiere a un abnegado espíritu de servicio hacia la sociedad?

¿ Quizás resulte más correcto vivir al servicio de los impulsos naturales, de lo políticamente correcto?
¿O quizá caer en la depresión, en la apatía del «nada tengo que hacer en la vida»?

¿Dónde empieza y termina el problema?
Misionismo racional
Bueno, al menos, pongamos que la principal «misión» sea ésa: la de descubrir la verdadera misión…

La conciencia de tener una misión no parte de un análisis racional. Aunque, una vez asumida, las estrategias para materializarla ya sí pueden seguir un modelo racional y metódico.
Entonces, mientras entendamos que la conciencia de nuestra misión ha emanado de ciertos procesos psicológicos internos, más o menos cuestionables, pero humanos al fin y al cabo, todavía nos mantenemos en parámetros políticamente correctos.
Digamos que reconocemos íntimamente un objetivo al servicio del cual consagrar nuestras vidas. La misión es, en este caso, una decisión personal, fruto de un anhelo, de un deseo personal que podrá realizarse o no. Podrá tener éxito o no, en función del trabajo y de la estrategia racional del misionario… y también un poquito de azar, por supuesto.
Se le puede acusar al misionario de proponerse unos objetivos demasiado elevados, o complicados, o inalcanzables, pero en cada momento es consciente de los resultados realmente alcanzados o no. Además, la misión puede presentarse a diferentes niveles de abstracción, de modo que su implementación concreta puede variar y reajustarse a lo largo del tiempo en función de la experiencia acumulada.
Misionismo mágico y profético
Pero, la conciencia de una Misión puede tener connotaciones de tipo mágico que la vuelven de nuevo, un tanto sospechosa de algo insano.

Por ejemplo, la idea de tener una «misión» puede tener la connotación de haber sido «enviado» o «elegido». Enviado a cumplir una misión. Enviado sí, pero, ¿por quien?. ¿Por Dios? ¿Por los extraterrestres? ¿Por la Fraternidad Rosa-Cruz? ¿Por cualquier otra entidad de tipo sobrenatural?
Misión reencarnacional
Claro que, si creemos en la reencarnación, creeremos también, posiblemente, que hemos venido a este mundo a cumplir una misión, aprender unas lecciones, saldar cuentas kármikas… Por lo que, desde este punto de vista, tampoco sería tan disparatado entender que se tiene una misión. Una misioncita, se entiende.
Es un clásico del esoterismo rosicruciano, la creencia de que, antes de nacer, el mismo interesado negocia con ciertas entidades sublimes los pormenores de su próxima encarnación en la tierra, los retos a superar, lecciones a aprender… la misión a realizar, en suma.
Misión y Gloria Terrenal
A no ser que la «misión» sea demasiado importante… y conducente a generar cambios cruciales en la sociedad y engrosar las páginas de los libros de Historia.

Pongamos por ejemplo, un caudillo militar que siente la misión de conquistar el mundo, o restaurar el sacrosanto imperio romano-germánico. O una gran revolución social conducente a repartir la riqueza entre los pobres. O en el campo de la ciencia, el arte o la filosofía… Inventos revolucionarios, nuevos paradigmas, nuevas formas de pensamiento. O, en el campo religioso, fundar una nueva iglesia, un nuevo culto, un nuevo movimiento espíritual. Una nueva religión mundial que sustituya a las anteriores…
Todo lo cual puede, de nuevo, despertar nuestras serias sospechas sobre el modelo misionario.
El deseo de gloria mundana resulta evidentemente pecaminoso. El espíritu de servicio a la humanidad se presenta, al menos en apariencia, como algo muy loable. Pero, ¿Como distinguir el uno del otro si siempre van de la mano? ¿Como calibrar, en el contexto de una vocación Misionera, si lo que predomina es el ansia satánica de Gloria y Poder del Ego, o el espíritu de servicio al desarrollo social, cultural y espiritual de la humanidad?
Luego, todavía, queda la cuenta de resultados. Por muy puras que sean las aptitudes y espíritu de servicio del misionero, ello no garantiza que la misión sea técnicamente viable, ni que la proyectada transformación mundial, punto de inflexión histórico, se materialice realmente…
Recurrencia del modelo
Para el buen ateo escéptico, todo esto resultará un sinsentido, desde el principio al final. Pero son guiones relativamente frecuentes. Muchas personas creen que Dios les ha encomendado una misión en la vida, desde las más sencillas a las más gloriosas.

Desde la misión de cuidar de su niño enfermo, hasta la misión de, «cambiar el mundo», eliminar el comunismo, o cristianizar a los herejes o a los indígenas. (De hecho el término «misionero» viene de la vocación de algunos cristianos por extender el cristianismo a lo largo y ancho del mundo… y a cualquier precio, todo sea dicho. )
Otras personas se refieren a la influencia de extraterrestres y otros seres espirituales. Muchos testigos de apariciones de ovnis, por no hablar ya de contactados, reaccionan con éste, llamémosle, síndrome del misionario. (la obra del jesuita Salvador Freixedo, ya comentada anteriormente, por ejemplo, contiene numerosos episodios al respecto)
Otro clásico, también, es el de las personas clínicamente muertas durante un tiempo, que vuelven a la vida… con la conciencia de realizar o terminar su misión… después de contactar en el más allá con familiares fallecidos o similares.
Dioses, extraterrestres y otras fuerzas sobrenaturales
Ahora bien, suponiendo que todas estas supuestas influencias sobrenaturales fuesen erróneas… ¿Hasta qué punto estamos hablando de un cuadro patológico o pecaminoso?
Porque, sí, bueno, vale, supongamos que las voces o sugestiones que recibe un misionario se demuestra que no proceden de Dios. O mejor dicho, le dicen cosas que no son verdad. Profecías que no se cumplen… lo cual suele ser bastante habitual en estos casos.
Pero ¿Tan grave es el delito? Porque, en principio, puede considerarse un error como otro cualquiera… todo el mundo se equivoca, a diferentes niveles vitales, sobre diferentes asuntos, desde los más triviales a las a más profundos… Todo el mundo es engañado alguna vez por una autoridad de tipo político, religioso, cultural…
A no ser que las citadas voces actúen diaria y constantemente. Y que, asumiendo su origen divino o sobrenatural las obedecemos, o nos dejamos modelar por ellas sin rechistar.
Nos movemos como siempre en un continuum, en diferentes grados de diferentes dimensiones…
Esquizofrenia psicosocial
Y, bueno, estoy dando vueltas alrededor de los síntomas de ciertas esquizofrenias y psicosis de tipo místico.
Sentirse una persona «especial», con una misión especial en el mundo, que oye voces, voces que dirigen la mente… con ciertas aspiraciones de grandeza, que podrían catalogarse de delirantes, según los casos… Especialmente cuando relacionamos la misión con un destino, con una profecía que se cumplirá «sí o sí», bajo la providencia de entidades sobrenaturales.
Pero me temo que la sintomatología en sí resulta demasiado compleja, demasiado importante desde el punto de vista sociológico como para encajonarla en el baúl de los metódicos diagnósticos psiquiátricos.
Importante, quiero decir, porque esta sintomatología acompaña a muchas personas influyentes en historia del mundo, muchas veces aderezada de un sospechoso «don de gentes», de convencer, de rodearse de un séquito de seguidores.

Políticos, revolucionarios, gurús y líderes espirituales, caudillos militares con gran carisma y capacidad de persuasión…
También científicos, inventores, escritores artistas… más volcados hacia el interior y hacia la creación de su obra técnico-artística en soledad…

Ciertamente que muchos portadores de los síntomas acaban rápidamente con sus huesos en el psiquiátrico o en la cárcel. Pero no menos cierto que otros muchos terminan dejando su huella en la historia del mundo (y aunque no siempre en el sentido que esperaban).
De modo que se haría necesario profundizar un poco los diferentes aspectos de estos síntomas, o éstas cualidades o carácteristicas psíquicas, desmenuzar un poco sus componentes y elucidar una tipología más operativa.
Los medios de comunicación muchas veces nos presentan historias de líderes sectarios, pretendidamente inspirados por Dios, que convencen a sus seguidores para, por ejemplo, un suicidio colectivo. Se nos centra en el aspecto macabro y patológico del evento. Pero… ¡Ya quisiera yo para mí de un poquito de ese poder de persuasión 😁😁 ! Ya lo quisieran para sí nuestros políticos y gobernantes 😁😁… O, quizá, ando un poco despistado y sí que lo tienen… Bueno, da igual, la cuestión es ésa, que toda esta sintomatología va mucho más allá de un simple diagnóstico psiquiátrico individual.
Resumiendo modelos
Especialmente sospechosas son las misiones que se presentan como destinadas, o profetizadas, pues no dan pie a corregirlas ni cuestionarlas racionalmente. El misionario comienza a pensar que está libre de error, que toda decisión, incluso la más desencaminada tiene su función al servicio de la cruzada…
Más racionales se presentan las misiones autoimpuestas, o autoelegidas. Pues se sobreentiende que podrán tener éxito o no, en función de la estrategia y el esfuerzo del misionario. Teniendo un origen humano son convertibles, o reciclables, cambio de una misión por otra, en función de los resultados obtenidos.
Fuente de motivación y energía
En cualquier caso, finalmente, la conciencia de nuestra propia misión actúa como fuente de energía inagotable que nos va a ayudar, precisamente, para bien o para mal, a empujar nuestras vidas hacia algún sitio, más o menos parecido al que esperabamos, quizá saltando de una misión a otra, pero, y esto es lo relevante, sin ningún apoyo psicológico externo, solos contra corriente si fuese necesario.
La «misión» sería un compendio de energía y forma. Energía abstracta que nos empuja a lo largo de la vida, de dificultades, oposiciones y contradicciones… Y la forma seria el objetivo concreto, hacia la cual se orienta la misión, en el plano religioso, científico, humanitario, político…
Quiero creer que el núcleo de toda energía misionaria es genuino, aunque la forma pueda ser cuestionable. El verdadero peligro sería pues, enquistarse en una forma concreta, darla por definitiva, inamovible… asignándole, quizá, un origen sobrenatural e infalible.
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