La dirección Espiritual III

El Derecho a la interacción. Monopolio del campo de fuerza. La «puerta» astral. El delirio de grandeza. Delirios y grandeza entre los gurús de movimientos espirituales. Intensidad, duración y frecuencia del síntoma delirante. Efectos secundarios del síntoma. Los Criterios burocráticos de admisión en la Escuela Gnóstica. La RC y Yo.

Querido amigo:

Hemos recibido su carta y pasamos a contestarle.

Comprenderá que no podemos entrar en cada detalle de su carta, no obstante, si lo desea, puede usted profundizar en Nuestra enseñanza a través de Nuestra amplia literatura.

Lo primero, queremos aclarar que, cuando en nuestra anterior carta le decíamos que no podíamos ayudarle personalmente, lo que queríamos decir es que en la Escuela no se trata de que los problemas personales de los alumnos sean analizados por otros alumnos más avanzados para luego aconsejarles sino que cada alumno debe resolver sus propios problemas.

Ello es posible porque el alumno serio es dotado de una fuerza que contrarresta su debilidad y de una luz que desenmascara las raíces mismas de sus problemas. Con esa fuerza y en esa luz el alumno puede conseguir que la raíz misma del problema se consuma en el fuego purificador del Espíritu Santo. En nuestra anterior carta, por tanto, nos referíamos justamente a esas radiaciones que están a disposición de todo alumno serio que se ha ennoblecido para ello mediante una preparación cuidadosa.

Su caso es uno de los miles de casos que existen actualmente de jóvenes que se han visto impulsados a experiencias sumamente peligrosas. El consumo de drogas, el yoga… provocan efectivamente una ampliación de la conciencia. Pero ¿Hacía dónde? Normalmente, lo que ocurre es que la conciencia entra en el mundo del subconsciente (en Nuestra enseñanza llamado ser aural) o en los planos sutiles de nuestro planeta (en Nuestra enseñanza llamada esfera reflectora).

Ese delirio de grandeza es una influencia directa de su ser aural. Rechace pues estas influencias ya que en ello se lo juega todo. Si permite que su ser aural continúe jugando con usted por más tiempo no le espera nada bueno.

Ese juego se desarrollaría en tres fases. La primera fase el ensombrecimiento; el ser aural se coloca entre usted y la realidad deformándola, alterándola y aislándole. La segunda la posesión: el ser aural suplanta a su yo y asume la dirección de su vida. La tercera es la locura.

La batalla ante la que se encuentra, si es que la quiere afrontar le corresponde a usted lucharla. Usted ha abierto la puerta solo le corresponde curar sus heridas.

Mientras no recupere el dominio sobre sí mismo de una manera suficiente Nuestra Escuela NO puede aceptarle como alumno, ya que para ser alumno de Nuestra escuela hay que elegir con libertad y en su actual situación usted no lo puede hacer.

No queremos darle a entender que su estado no tiene solución ya que si que la tiene. Solo que es necesario que comprenda que hay algo en su sistema nervioso que fue afectado por las drogas. Ese algo puede ser comparado a un fusible, usted ha sobrecargado la tensión y el fusible se quemó. Ahora sólo queda esperar que el organismo recupere la pieza que ha sido dañada que, tratándose del sistema nervioso durará aún mucho tiempo.

Le deseamos de todo corazón que logre restablecer el orden en su sistema, mientras tanto le hacemos llegar nuestros saludos más cordiales.

****

Agradecimiento y reservas

No pude menos que sentir un sincero agradecimiento por la extensa carta remitida por la dirección, que a buen seguro les había robado una buena parte de su valioso tiempo.

Y no pude menos que aceptar humildemente los planteamientos tan amablemente expuestos. ¿No me había guiado la Fraternidad hasta esta Escuela? ¿No me había dirigido yo a la misma con una total sinceridad, humildad y respeto?

Bueno, aquí tenía la respuesta. Ahora tocaba estudiarla y sacar las conclusiones pertinentes.

He dicho que acepté humildemente los planteamientos expuestos. Quizá sería más correcto decir que, en parte, me forcé a mí mismo a aceptarlos humildemente. Por lo que señalaba más arriba: de que yo me había sentido guiado hacia la estructura burocrática, y había reconocido internamente el campo de fuerza que emanaba de la estructura.

No quedaba otra, así lo parecía, que aceptar sus directrices.

Sin embargo algo se revelaba en lo más profundo de mi interior, como que algunos comentarios no eran los más apropiados para mi situación personal.

¿Ego dolido, de ser rechazado incluso antes de solicitar la admisión en el grupo?

Puede ser.

En cualquier caso, voy a intentar expresar lo que, quizá, no me permití a mí mismo en su día, pero que de un modo u otro se encontraba latente.


Tono distante y descalificador

De entrada, el tono general de la carta era bien distinto al de la anterior, un tanto distante y descalificador. Y, por supuesto, no vino acompañada del Campo de Fuerza. Tanto así que, supuse, habría sido escrita por una persona diferente.

Sin embargo, era de suponer que la Dirección de la Escuela actuaba colegiadamente, y se hacía preciso un esfuerzo por asumir que, el remitente, colegiadamente hablando, fuese el mismo.

Claro que, entonces, ¿Cómo entender el cambio de actitud de la dirección espiritual? Yo no había cambiado, desde luego. Yo era el mismo que meses atrás. Lo único que había cambiado por mi parte era que había puesto sobre la mesa una mayor dosis de sinceridad y confianza y un mayor detalle a la hora de exponerles ciertas cuestiones un tanto peliagudas, como las descritas en el capítulo previo 😁😁.

En cualquier caso, de unos buenos gurús de una buena Escuela Espiritual cabría esperar una cierta dosis de sabiduría interior e infabilidad papal. De otro modo, ¿Cómo podría subsistir la Escuela al mando de gurús mediocres?

Entonces, vayamos analizando los pormenores.


Derecho a la interacción

«En la Escuela no se trata de que los problemas personales de los alumnos sean analizados por otros alumnos más avanzados para luego aconsejarles».

Ésto no es exactamente así. Más tarde pude comprobarlo. Los alumnos de la escuela se ayudan, se escuchan y se apoyan entre sí, como no podría ser de otra forma, tanto en cuestiones espirituales como personales. En las actividades oficiales de la Escuela, por supuesto, se intenta llevar el núcleo del debate hacia cuestiones espirituales. Pero como las cuestiones personales están muy íntimamente relacionadas con las espirituales, entonces, cualquier cuestión de tipo personal, y que pudiera incidir en el Camino, es digna de ser acogida con el máximo interés y respeto.

Si un alumno tiene alguna duda en relación con la filosofía de la Escuela cualquier otro alumno le expone gustosamente su punto de vista.

Igualmente, si un alumno tiene alguna duda referente a cualquier evento de su vida privada, y su posible incidencia en el Camino, los compañeros hacen lo propio, o simplemente le escuchan amablemente.

Incluso, cualquier cuestión práctica, sobre derecho, medicina, mecánica… cualquier alumno (médico, abogado o mecánico), gustosamente ofrecerá su ayuda y sus puntos de vista.

Entonces, ¿Porqué mi caso habría de ser diferente? ¿Acaso mis dudas estaban fuera de lugar? ¿Quizá mis dudas y reflexiones eran ajenas al camino rosicruciano? ¿La cuestión de las psicosis místicas y sus puntos de relación con el camino espiritual eran ajenas a la preocupación rosicruciana?🤔🤔

¿ O quizá es que no estaban suficientemente investigadas? 🤔🤔 ¿Quizá estas sintomatologías estaban más arraigadas entre los alumnos de lo que pudiera parecer a simple vista? 🤔🤔

***

Hay un patrón, bastante común en el funcionamiento de sectas y organizaciones similares, a la hora de gestionar las dudas, preguntas y problemas de los interesados:

Cuando la pregunta es facilica, y aparece referida en el capítulo tal del libro cual del maestro fundador; o en la guía de preguntas y respuestas de la organización… entonces, el oficiante responde plácidamente a la respuesta del interesado, sea de tipo personal o filosófico.

Pero cuando la pregunta no aparece en la guía, o no aparece señalada en la literatura, entonces se descalifica sutilmente al preguntador, como diciendo «¡Cómo se te ocurre plantear eso!» alegando que se trata de especulaciones del Ego, de que en cualquier caso no son necesarias para el Camino, etc. Lo cual posiblemente pueda ser verdad, pero igual de verdad que para el caso de las cuestiones facilongas.

La discriminación salta a la vista para con los alumnos que se toman la filosofía muy en serio, hasta elucidar las más sutiles contradicciones, que surgen hasta en los mejores sistemas filosóficos.

El trabajo de la Escuela se basa especialmente en el Campo de Fuerza impersonal, sí. Pero también en el intercambio lingüístico entre alumnos, y especialmente la literatura del fundador. De hecho, sin este intercambio no existiría estructura burocrática propiamente dicha. Es cierto, se intuye fácilmente, que algunos tipos de interacciones neurolingüísticas sean negativas, pongamos, por ejemplo, el modelo de ”obediencia ciega». Pero otras muchas interacciones se intuyen como positivas. Llamémosles «escucha crítica» o «desahogo respetuoso», o «debate constructivo», por ejemplo. La diferencia entre el camino en solitario y el camino en grupo se basa precisamente en la citada interacción.

Entonces, el párrafo señalado estaría fuera de lugar, por su carga marginadora y desvalorizante.

No es necesario hablar de «problemas». Se trata de «experiencias», o desahogos, o aportaciones. El alumno aporta su experiencia personal, sus vivencias, dudas, conclusiones… y con todo el derecho a ser escuchado y respetado. Si, luego, algún otro alumno, cree estar «más avanzado», allá él, que lo demuestre con una mayor dosis de inteligencia, humildad y respeto para con los supuestamente rezagados. Pero excluir al interesado del derecho a la interacción y al debate no creo que es la respuesta de un alumno supuestamente mas avanzado, ni respuesta de un gurú de la dirección espiritual.

A no ser que primen intereses o prejuicios de otra índole, y de dudosa orientación gnóstica.

Monopolio del campo de fuerza

«esas radiaciones están a disposición de todo alumno serio que se ha ennoblecido para ello mediante una preparación cuidadosa»

Ésto tampoco es exactamente así, me temo. La radiación gnóstica está al servicio de todos por igual, sean o no integrantes de la jerárquica estructura burocrática, e indistintamente del burocrático estatus.

Bueno, sí; es de esperar que el miembro medio de la estructura burocrática esté un poquito más abierto a esas radiaciones que el simple profano. Pero también es de esperar que el interesado que llega a la Escuela lo hace guiado o influido por esas mismas radiaciones. Es de esperar un trabajo previo del buscador antes de llegar a la Escuela, tal y como se indica en su propia filosofía.

Aunque, claro, no siempre. También pueden ser las «fuerzas enemigas» las que tratan de introducirse en la Escuela, quizá bajo la apariencia de un alumno impecable, cuidadoso, bien trajeado y de buenos modales. Y se introducen, contra el campo de fuerza original, vibraciones de tipo terrenal-satánico, avidez de poder, lucha por destacar y ocupar los «primeros puestos», todo ello a través de un cuidadoso esfuerzo de cultivo del yo.

La Puerta

«El consumo de drogas, el yoga… provocan efectivamente una ampliación de la conciencia. Pero ¿Hacía donde? Normalmente, lo que ocurre es que la conciencia entra en el mundo del subconsciente (en Nuestra enseñanza llamado ser aural) o en los planos sutiles de nuestro planeta (en Nuestra enseñanza llamada esfera reflectora).

Bueno, de acuerdo, no es nada nuevo. Ya se sabía que algunas drogas y algunos ejercicios de yoga pueden provocar efectos indeseados. Y, evidente, que no por ello se va a avanzar más en el auténtico Camino espiritual. La cuestión es ver hasta que punto esta apertura puede ser un obstáculo y, en cualquier caso, cómo manejarse cuando la puerta astral, o aural, se abre en paralelo con la propiamente gnóstica. Lo cual debe ser el caso de numerosos alumnos procedentes de nichos de experiencia esotéricos.

También tenemos otras drogas legales, que pueden causar efectos similares. Más aún: el cuerpo humano puede sintetizar internamente drogas alucinógenas, de modo natural. En cuanto al yoga, es una disciplina muy extensa, muy compleja, muy universalmente ramificada en diversas corrientes espirituales y terapéuticas… Y, de hecho, las mismas prácticas de yoga pueden realizarse bajo otros nombres. La «puerta» puede quedar abierta igualmente por otros medios, por nacimiento o accidente, pongamos por caso. Incluso el propio vegetarianismo propuesto por la Escuela puede actuar provocando una excesiva sensibilidad astral, especialmente cuando se sufren carencias vitamínicas del grupo B.

De modo que la apertura de una puerta abierta al astral o al subconsciente, debe entenderse como una cualidad relativamente frecuente entre los alumnos de una escuela espiritual. Y, como siempre, cuestión de grado.

Lo importante, entonces, es ir al grano, a los síntomas concretos, y a su adecuada gestión.

El delirio de grandeza

«Ese delirio de grandeza es una influencia directa de su ser aural. Rechace pues estas influencias ya que en ello se lo juega todo».

Vamos llegando al meollo. El denominado delirio de grandeza que, me temo, es lo que más les costaba digerir a los Gurus de la dirección espiritual.

La expresión «delirio de grandeza» comencé a utilizarla yo, y para flagelarme un poco, después de verla en una descripción de la esquizofrenia en una vieja enciclopedia. Sin embargo no creo que aquí está usada con propiedad. En el delirio, el delirante cree realmente en cualquiera que sea el objeto de delirio. Algo así como en un sueño, donde el sueñador cree realmente que las escenas vividas son reales.

Tal no era mi caso, aunque posiblemente la actividad neuronal implicada fuese similar, y posiblemente, como siempre, todo sea cuestión de grado. Me parece más apropiado el término sugestión, aunque tampoco resultaba perfecto. O mensaje; pero no se trataba de «voces» que dijeran ésto o lo otro. Parecían, más bien, «autorrefencias». O sea: que al leer una frase, o un párrafo en un libro, algo se agitaba en mí como diciendo: «ése eres tú» o «ése es tu caso», «éso es lo que te ocurre a ti». Digo «como diciendo», porque como digo, no había voces, era como un tipo de movimiento psíquico, magnético, que abrazaba para sí el texto leído. Pero sin llegar a alcanzar el status de creencia o de realidad definitiva. Yo observaba boquiabierto estos movimientos que en cualquier caso, no llegaban a alcanzar el centro de la conciencia.

Mi situación me parecía más bien similar a la de una persona con un microreceptor experimental insertado en el oído, y un graciosillo controlador emitiendo frases o discursos desde el emisor. El receptor, en tal caso, oye las voces, órdenes y sugestiones emitidas. No sabe de dónde vienen. Sólo sabe que vienen de afuera y que no tienen ningún sentido, y no las incorpora a su estructura profunda ni a su sistema de creencias. Es decir, que por el mero hecho de oirlas no se las cree, ni se siente obligado a obedecer las órdenes.

Pero las voces están ahí y simulan un grave trastorno neurológico, por lo que tienen como resultado, al menos, una pérdida de la autoestima y de la autoconfianza y un persistente y comprensible miedo a la locura.

El delirante, propiamente dicho, vive la situación como una realidad innegable. No solamente «oye» las voces, tambien las da por válidas, y finalmente se deja dirigir por ellas. Se deja dirigir o, quizá, se siente incapaz de resistirse, de la misma manera que un sueñador es incapaz de resistirse a las lineas de fuerza que van configurando el guión de un sueño o una pesadilla.

Pero, después de todo, quizá sea una cuestión de grado, y en realidad, nuestras decisiones vengan finalmente guiadas por fuerzas subsconcientes, y sin que el decisor llegue a ser plenamente consciente de ello.

Ahora bien, ¿qué es exactamente un delirio? ¿Una creencia errónea? Sí, pero, ¿errónea respecto de cual verdad? Todos tenemos opiniones diferentes sobre todas las cosas de modo que no parece que sea asunto fácil. Tampoco tenemos las mismas consideraciones sobre lo que haya de ser una creencia delirante.

Referir contactos con Dios, con extraterrestres, o con un campo de fuerza gnóstico, puede ser considerado, por un comité escéptico, como una prueba evidente de delirio. Otras personas pueden considerar como perfectamente normal que alguien tenga este tipo de contacto, por lo que a, priori, no es fácil encontrar un criterio objetivo.

Podría ser que sí, que el supuesto contacto con pleyadianos fuese un síntoma delirante, pero tambien podría ser real, si es que realmente existen los pleyadianos, lo cual entra perfectamente dentro de lo posible. De modo que la cuestión debería estudiarse más profundamente.

(En consideración al escéptico, que se niega a admitir la existencia de pleyadianos ni como mera hipótesis 😉, podemos plantear un engaño experimental, con todos los recursos técnicos necesarios, a través del cual hacemos creer a alguien que ha tenido un contacto con extraterrestres. Consecuentemente, referirá el contacto como algo real, sin que de ello pueda deducirse delirio alguno, que es lo que tratábamos de llegar)

Inversamente, un delirio puede tener una apariencia de lo más normal. Un delirante puede referir una conversación con un familiar, con un conocido, con un guión perfectamente lógico, trivial y creíble… pero finalmente resultar que no, que fue una alucinación, pongamos por ejemplo que el interlocutor falleció hace años.

Delirios y grandeza entre los gurús de movimientos espirituales

En cuanto a la «grandeza», como decía, toda esta actividad neuronal no me hacía sentirme «grande», sino todo lo contrario, candidato al manicomio más bien.

Lo más parecido a un delirio de grandeza, si se me permite la réplica, y dándole la vuelta a la situación, aparece reflejado precisamente en los gurús de la dirección de la escuela espiritual (y, en general en los gurus de los diversos movimientos espirituales).

Ellos sí que realmente creen estar en contacto directo con «el fuego purificador del Espíritu Santo» y sí que realmente se sienten «grandes». Se sienten «más avanzados» que los pobres neófitos. No digo ya un poquito más listos, o un poquito más avanzados, dentro de límites razonables, sino que abren un abismo para con sus próximos, llegando incluso a excluirlos o segregarlos de su grupo de referencia.

El propio fundador de la Escuela Espiritual creía ser la encarnación de algún Gran Maestro cátaro, liberado en encarnación previa, y creía portar la misión de liderar un gran movimiento espiritual gnóstico en la Europa de fin del siglo XX.

Y no es un caso especial, como hemos venido comentando en capítulos previos. Es una sintomatología demasiado recurrente a lo largo de la historia de los movimientos espirituales.

Tres cuartos de lo mismo con Catharose de Petri que, según la biografía oficial, durante su juventud se automarginaba de su entorno psicosocial en la creencia de tener una misión especial en el mundo y en la creencia de ser igualmente la encarnación de algún maestro cátaro.

Bueno, no quiero dar a entender que JvR y CdeP, o cualquier otro miembro de la dirección espiritual fuesen enfermos delirantes.

Ni tampoco quiero decir que cualquiera que sufre sugestiones en ese sentido esté destinado a convertirse en líder espiritual más o menos exitoso, más o menos mediocre.

Pero la sintomatología está ahí y se merece una investigación adecuada, con todas las cartas sobre la mesa.

El escéptico lo tiene fácil: todos los casos de este tipo resultarían peligrosamente patológicos.

Pero quien pretenda que algunos líderes (los suyos, por supuesto) sean realmente la encarnación de un Gran Maestro, con mesiánica misión en el mundo, y pretenda que los demás, que los líderes de otros movimientos, serían los casos patológicos, víctimas de «hermandades negras» y similares… se ven la tesitura de tener que elucidar los parámetros diferenciales que distingan al uno del otro, al verdadero Maestro del verdadero psicópata, y del líder mediocre.

***

Intensidad, duración y frecuencia del síntoma

Por otra parte la morbosidad de los síntomas delirantes, o supuestamente delirantes, puede valorarse bajo dos o tres ángulos principales a tener en cuenta: la intensidad, la duración y la frecuencia. Pongamos que los síntomas sean como pulsos magnéticos que pueden aparecer, lo dicho, con cierta intensidad, duración y frecuencia.

La intensidad en este caso se refiere a cuánto de delirante es el pulso, o el «videoclip» asociado. Lo cual de entrada ya no es fácil, entran criterios tanto psicológicos como filosóficos y culturales.
Una vez catalogado el aspecto cualitativo del síntoma, la duración y frecuencia resultan evidentes. El pulso aparece, dura un tiempo t1, luego mengua, o desaparece, y no vuelve a aparecer hasta pasado un tiempo t2. No es lo mismo un síntoma que dura dos minutos y se repite cada dos años que un síntoma que dura dos días y se repite todos los meses. Y no es lo mismo que una alteración permanente del psiquismo.

Efectos secundarios del síntoma

Otro aspecto importante a considerar son los, llamémosles, «efectos secundarios», o colaterales, del síntoma. Un delirio, por ejemplo, lleva asociado un comportamiento consecuente con la creencia delirante. Pongamos que alguien cree que es un vampiro, si se me permite el ejemplo, y en consecuencia se dedica a morder en el cuello a sus vecinos. O cree ser un pájaro y en consonancia se tira por la ventana agitando los brazos a modo de alas. O cree ser una lagartija y se dedica simplemente a tomar el sol tumado en las rocas.

El trastorno, en cada caso, puede ser igual de grave, o igual de intenso desde el punto de vista puramente biopsicoquímico.

Que el interesado crea ser un pájaro o crea ser una lagartija no cambia mucho la intensidad y cualidad del delirio en sí. Pero los efectos colaterales resultan más complicados en el caso del pájaro.


En la misma línea, quien crea ser la encarnación de un caudillo militar, de Napoleón, pongamos por caso, puede optar por salir a la calle con el rifle y liarse a tiros con el supuesto enemigo. Pero quien crea ser la encarnación de algún místico, filósofo o profeta, Gandhi, por ejemplo, puede optar por ayudar a su prójimo o predicar la no-violencia, probablemente pasará más desapercibido. Sin embargo, el desajuste neuronal que lleve a alguien a creerse Napoleón no tiene porqué ser más grave en sí que el correspondiente al modelo de Gandhi.

Claro que también es posible que la encarnación de Napoleón se enrole en el ejército, y participe en una guerra donde poder dar rienda suelta a su vocación napoleónica sin llamar demasiado la atención.

Entonces, yo diría que el delirio es una creencia o una estructura de creencias «erróneas» que surgen como consecuencia de una actividad neuronal atípica. Por lo que, lo realmente relevante es la actividad neuronal implicada y no el contenido del delirio en sí. El contenido expresado puede ser un mero indicador orientativo.

Una alucinación, o un delirio, puede ser políticamente correcta, y pasar desapercibida. Por ejemplo, uno cree haber estado conversando con un vecino cuando en realidad no fue así, solo un sueño. Y, a la inversa, podemos ser testigos de episodios increíbles, o víctimas de engaños experimentales, sin que ello suponga una actividad neuronal anómala.
De modo que, lo que se trata de valorar, es la calidad de la actividad neuronal implicada independientemente del discurso aparente.

Yo diría que, en estos casos, se trata de un estado intermedio entre el sueño y la vigilia. Algo así como que, en un estado similar al sueño, el escenario ambiental se distorsiona en clave onírica. Pero, el sueñador no sueña roncando plácidamente en el sofá, sino que sueña al tiempo que actúa realmente en el citado escenario de la realidad cotidiana, como en el clásico ejemplo de Don Quijote embistiendo a los molinos de viento.

Los Criterios burocráticos de admisión

«Mientras no recupere el dominio sobre sí mismo de una manera suficiente la Escuela NO puede aceptarle como alumno, ya que para ser alumno de nuestra escuela hay que elegir con libertad y en su actual situación usted no lo puede hacer».

En principio, parece lógico que cualquier organización disponga de unos criterios para admitir o rechazar candidatos.

Pueden ser generales y burocráticos, iguales para todos, y definidos por una norma. Del tipo: «solo para mayores de 25”, «solo para colombianos» o «solo para arquitectos». Son los más democráticos y políticamente correctos… siempre que no incurran en discriminación por motivos de raza, sexo, religión etc.

El interesado puede saber de antemano si cumple la norma o no. Y caso de que no la cumpla sabe los cambios a realizar para conseguir la admisión.

En la literatura de la Escuela se señalan algunos de estos requerimientos, por ejemplo: no se admiten hipnotizadores, ni magnetizadores ni practicantes de espiritismo. Claro que, debe entenderse en términos oficiales o profesionales. De otro modo siempre tenemos la duda de cómo decidir quién es espiritista o magnetizador y quien no. Pues como bien decía JvR, todos somos, en mayor o menor medida, espiritistas a través de nuestro ser aural. Y tres cuartos de lo mismo para magnetizadores e hipnotizadores. Influencias hipnóticas y magnéticas pueden aparecer en cualquier momento de la interacción psicosocial, independientemente de la voluntad de los implicados. Pero en lo que se refiere a prácticas oficiales el asunto queda más o menos claro.

Luego se presentan algunos requerimientos para ir ascendiendo de grado como por ejemplo, la abstinencia de tabaco, alcohol y drogas, televisión y alguna otra cosilla.

Pero el requerimiento de poseer «un dominio suficiente sobre uno mismo», o «poder elegir con libertad» es algo sobre lo cual no he llegado a ver ninguna referencia en la amplia literatura de la Escuela. Al contrario, lo que se advierte es sobre los peligros del cultivo del yo y la ilusión de creer que somos libres de elegir.

Evidentemente, nadie tiene un completo dominio sobre sí mismo. Ni, como dice el evangelista, puede añadir, por más que se empeñe, un par de centímetros a su estatura. De modo que, a ver cómo nos aclaramos para definir qué pueda ser eso de «un dominio suficiente sobre sí mismo«.

Muchos alumnos sufren grandes esfuerzos para dejar el tabaco y la carne y otros hábitos de vida, lo cual, por cierto, no era mi caso, que en su mayor medida los había adoptado por iniciativa propia.
En cuanto a mi vida cotidiana, cursaba un doble curso de ingeniería y formación profesional de 9 horas lectivas y 12 asignaturas de las cuales aprobé 9. Lo cual no es un resultado ejemplar pero, en cualquier caso, hace falta buena dosis de autodominio para seguir el curso, aunque solo sea al 75%. Y considerando que se trataba de asignaturas técnicas, y cribatorias, se precisa igualmente una buena dosis de racionalidad, pensamiento lógico y «contacto con la realidad».

Por supuesto, que el rendimiento académico nada tiene que ver con la calidad y aptitud gnóstica del interesado, pero era la propia dirección espiritual la que estaba poniendo el énfasis en esas cualidades de autodominio y de autocultivo.


Y volviendo al asunto de «decidir con libertad» nos topamos, como decía antes, con la propia filosofía de la Escuela que señala que realmente nadie decide con libertad, que todos vivimos prisioneros del ser aural y que para éso precisamente está la escuela, para ayudarnos a encontrar la liberación.

De modo que, así, hablando en términos prácticos y exotéricos, la única coacción que en mi caso me impedía actuar con libertad era precisamente la prohibición de la dirección espiritual de aceptarme como alumno.

Entonces, entiendo, la negativa de la Escuela no se basaba tanto en un criterio burocrático, ni democrático sino que sería fruto de la decisión personal, o personalista de los gurús de la Dirección.

Tal y como me comentó algún alumno años más tarde, resulta que tengo el dudoso honor de ser el único interesado al que se le negó la entrada en la Escuela de la Rosacruz incluso antes de solicitarlo.
Es cierto que se dejaba abierta la puerta para un ingreso futuro cuando se recuperase ese denominado «dominio sobre uno mismo«. Pero como no se llegaba a saber exactamente qué era o cómo se podría medir ese autodominio, la relación con la Escuela quedaba indefinidamente bloqueada.

Si te dicen que para ser admitido en una organización tienes que dejar de fumar, cumplir 25 años, o tener estudios universitarios… entonces ya sabes lo que tienes que hacer, si te interesa. Pero si te dicen que tienes que conseguir «un dominio suficiente sobre ti mismo» sin aclarar exactamente en qué consiste ese dominio o cómo pueda medirse o conseguirse… pues al final, de lo que se trata, es de depender de una decisión personal, de los gurús personales de la organización.

Podrían haber dicho «vuelva dentro de un año y valoraremos su caso de nuevo». Pero, no, me temo que aquí, de lo que se trataba era más bien de un rechazo personal, a unas experiencias personales. Una especie de xenofobia, no en el sentido literal, sino en el sentido del rechazo a personas que proceden de nichos de experiencia vital diferentes.

También suele decirse que las debilidades que peor toleramos en los demás son aquellas que precisamente habitan en nosotros mismos. Y ese supuesto delirio de grandeza, esas sugestiones de estar «más avanzado», de ser un gran maestro, o de tener una misión en el mundo resultan ser muy pero que muy recurrentes, sospechosamente recurrentes, incluso (o sobre todo) en el seno de una Escuela Espiritual Gnóstica.

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Bueno, todo ésto son elucubraciones a posteriori. Cómo decía, en su día, asumí las consideraciones de los gurús con gran humildad y respeto. Primero porque, realmente, no podía dejar de constatar la precariedad de mi situación, y segundo porque, de algún modo, me sentía guiado por la Fraternidad hacia esta misma Escuela.

La RC y Yo

Hace varios capítulos, al inicio de la séptima parte centrada en la Rosacruz, me proponía aclarar cuál era mi relación con la citada Rosacruz, tarea que no se presentaba especialmente fácil.

Primero di un repaso a algunos aspectos de la filosofía, y luego de la organización burocrática, señalando acuerdos y desacuerdos.

Ahora, por fin, va tomando forma mi auténtica relación con la estructura organizativa rosicruciana, difícil de presentar, pues ni soy miembro de pleno derecho pero tampoco soy ajeno a ella.

Y es que no sería exacto decir que la razón de que yo no sea miembro de la burocracia rosicruciana se deba a la negativa de la dirección a admitirme como alumno. Porque, independientemente de la postura de la dirección, por alguna razón, yo no veía claridad en los protocolos burocráticos del alumnado, ni me sentía especialmente impulsado a solicitar mi admisión como alumno.

Si realmente hubiera estado interesado en ingresar como alumno habría insistido, habría reivindicado mis derechos, incluso a través de un buen abogado 😉.

Igualmente podría haber ocultado ciertos aspectos, ciertas peculiaridades de mi vida interior, que, no me pasaba desapercibido, provocaban cierta oposición en la Dirección Espiritual.

Pero, y eso lo tenía claro, no me merecía la pena una Escuela Espiritual que no primase la humildad y la sinceridad antes que las apariencias, políticamente correctas, de autodominio y autosuficiencia. Y, en mi caso, así parecía, era precisamente una excesiva dosis de sinceridad y de humildad (ingenuidad quizá) la que me estaba creando problemas con la dirección espiritual de la Escuela de la Rosacruz.

Por otra parte, tampoco sería del todo exacto decir que la razón de que yo no sea miembro de la Escuela se deba a mi propia oposición personal.

Quien sabe, si la dirección de la Escuela no me hubiese prohibido el ingreso como alumno, pues quizá finalmente hubiese decidido solicitar el ingreso, es difícil saberlo. Pero la negativa de la Dirección a aceptarme como alumno había bloqueado mi relación natural y espontánea con la Escuela y no puede reconstruirse cuál habría sido el desenlace final si, desde el principio, me hubiesen recibido como uno más, como a cualquier otro interesado.

Así que la dirección espiritual me había colocado ante un callejón sin salida, o con no demasiadas salidas. La cómoda entrada en la Escuela me quedaba pues vetada. Y me quedaba abierto el camino en solitario, hacia la creación de una escuela propia 😉. O forzar la desconexión del campo de fuerza, a través de una vuelta al mundo de las drogas y placeres mundanos.

Pero, en fin, mi relación con la RC no concluye aquí, quedan varios capítulos. La cuestión principal ya ha quedado planteada, que por cierto no ha sido fácil ni desde el punto de vista técnico (que mira que el asunto estaba enrevesado de ganas) ni desde el punto de vista emocional (que mira que entran en juego factores muy muy personales). Y es que, para presentar mi relación con la RC debo explicar:

  1. Mi conexión, real o supuesta, con el campo de fuerza gnóstico que vivifica a la estructura burocrática.
  2. La negativa de la dirección espiritual a aceptar mi ingreso como alumno.
  3. Los motivos por los cuales se produce esa negativa.

Bueno, en realidad este último punto no sería estrictamente necesario, y he dudado mucho si incluirlo o no. Por un lado no me apetecía mucho hacerlo. Pero por otra parte no me parecía bien ofrecer una imagen distorsionada de la Dirección, ni de que la aludida discriminación se producía gratuitamente.

Con esto voy cerrando una etapa vital donde se genera una de las principales congestiones emocionales de mi pasado y que más me costó desahogar, más aún incluso que la correspondiente a las drogas propiamente dicha, y por los problemas técnicos ya señalados.

*****

Volví a responder con una carta agradeciendo su interés y comentando mis objeciones.

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Acerca de Isar

Investigador de todo...
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3 respuestas a La dirección Espiritual III

  1. «De hecho la percepción se produce en el cerebro, no existe realmente ahí afuera.» Me recuerda el principio hermético o idealista «Todo es mente (mental), o todo es sujeto». ¿Podría negarse, dándole la vuelta, «Nada es mental, o todo es objeto» pasando a una posición Realista, es decir, no hay tal «dentro», como los reduccionistas, conductistas, fisicalistas o materialistas etc.? Krishnamurti a veces dice que la relación entre exterior e interior es como el movimiento de mareas…con lo que, siguiendo un estilo o forma de pensar que parece usar «Isaspi», a veces, tendríamos, primero, la antítesis realista y, luego, una especie de síntesis hegeliano-krishnamurtiana, una especie de superación del dualismo sujeto-objeto, etc.

    • Isar dijo:

      Que la percepción se produce en el cerebro creo que es algo reconocido por materialistas y Realistas. Ahí afuera hay «algo», no se sabe muy bien qué. Digamos que sea una amalgama de átomos y moléculas y ondas electromagnéticas y fotones y partículas similares.
      Estas partículas interaccionan con el ojo, y con el cerebro, que es donde tiene lugar la percepción, la conciencia de la percepción. Por tanto, sí, la percepción, los colores, las formas, las distancias, no existen realmente ahí afuera, solo existen sus causas inmediatas
      Yo no diría entonces que ”todo es mente», porque realmente existe algo «ahí afuera» que no es «mente», que no es cognoscible por mí, y que es el origen, o causa anterior, de la percepción mental.. Y hablo por mí, quizá haya otro que posee algún tipo de omnisciencia y que pueda penetrar hasta el corazón de ese Algo exterior, como parte de su experiencia mental.
      La diferencia es muy sutil, porque, al final, lo material sigue siendo lo material, aunque sea mental. La fuerza de gravedad sigue siendo la fuerza de gravedad y la tierra sigue siendo redonda. Lo verdadero sigue siendo verdadero y lo falso sigue siendo falso. Las leyes de la física y el «conocimiento científico» siguen siendo lo mismo.
      Un árbol percibido directamente seguiría perteneciendo a una categoría diferente que un árbol recordado, o imaginado o soñado. Y un Señor Dios o una Señora Virgen cuya existencia no queda demostrada seguiría siendo algo no-demostrado.
      En filosofía clásica, creo recordar, este punto de vista lo defendían Locke y leibnitz y cómo se llamaba ¿Berkeley? ¿O quizá era obispo de Berkeley? Bueno da igual.
      Tampoco diría necesariamente que «todo es sujeto». Podemos considerar también que hay objetos mentales.
      La oposición dentro/fuera pasaría a ser la oposición congnoscible/incognoscible. Solo conocemos lo que está en nuestra mente, o ante nuestro ojo mental. Lo que está fuera no lo conocemos, pero sabemos que está ahí. Podemos hacernos hipótesis o modelos que sí estarán en nuestra mente pero no son la cossa real de fuera.
      En realidad la oposición dentro/fuera deviene un tanto metafórica, pues el Espacio también es una creación de nuestro cerebro. De modo que realmente el Espacio no existe «ahí afuera». Y donde no hay Espacio no procede hablar con propiedad de lo que está dentro ni de lo que está fuera, en términos espaciales. Pero sí, digamos que la relación es similar. Así, aunque todo sea mental hay zonas más «interiores»que otras.
      No estoy seguro de cómo enfocar la dualidad sujeto/objeto
      La estructura profunda del lenguaje se basa en esa sintaxis básica:, sujeto-verbo-objeto.
      No creo que puede superarse a nivel lingüístico, si lo intentamos caeremos de nuevo en la contradicción de expresarlo con un sistema de oraciones sintácticamente construidas con sujeto verbo y objeto…

      Hay varias oposiciones conceptuales relacionadas, por ejemplo:
      Unidad/diversidad: el Sujeto es uno, los objetos multiples

      Cambio/permanencia: el Sujeto es permanente, el objeto cambiante
      Interior/exterior el Sujeto dentro, el objeto fuera
      Divisible/indivisible… Etc

      Quizá el místico iluminado pueda superar en silencio esta contradicción. Y quizá pueda expresar con propiedad el mantram de «todo es uno». Pero, fuera del estado de iluminación, quien copia y repite el mantram… yo diría que se engaña pues realmente no lo vive lo que dice.
      Entonces la realidad sería algo así como «Sujeto que se relaciona con objeto», «permanencia cambiante» «unidad de infinita diversidad» «indivisibilidad divisible» y trabalenguas similares.
      Sobre esto filosofé un poco en los capítulos de

      https://isaspi.wordpress.com/2015/04/09/el-nombre-secreto-de-yahveh/
      https://isaspi.wordpress.com/2016/08/07/upanishads-vi-del-cambio-y-la-pemanencia/
      Y algún otro.
      A ver si en un próximo post me sale una solución más elegante.

  2. «Así que supondremos que, con el Poder de nuestra mente, o el Poder de nuestra Voluntad, podemos modular, aunque sólo sea un poquito, todas estas actividades psíquicas, de modo similar al modo en que podemos modular, aunque igualmente sólo un poquito, el mundo físico, o mundo de percepción sensorial, con el Poder de la Voluntad aplicado al movimiento de nuestro cuerpo.» Al leer este párrafo me acordé del siguiente soneto de Borges:
    Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
    reina, torre directa y peón ladino
    sobre lo negro y blanco del camino
    buscan y libran su batalla armada.

    No saben que la mano señalada
    del jugador gobierna su destino,
    no saben que un rigor adamantino
    sujeta su albedrío y su jornada.

    También el jugador es prisionero
    (la sentencia es de Omar) de otro tablero
    de negras noches y de blancos días.

    Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
    ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
    de polvo y tiempo y sueño y agonía?

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