Argi

Pagitzlan me habló en una ocasión de Argi.

Era un viejo gurú, famoso en el Pirineo Oriental que había pasado el centenar de años. Anarquista, naturista y vegetariano como él mismo se definía. Según me comentó Pagi, vivía en una especie de comunidad rural donde se rodeaba de seguidores y buscadores que acudían en busca de consejos espirituales.

– No es necesario que le digas nada. Antes de que hables ya sabe lo que te ocurre. Tiene el don de ver las auras y los más recónditos pensamientos de cada uno.

La idea de conocer a un gurú de este tipo me resultaba tentadora. Me sentía identificado con el tema del anarquismo y el naturismo. Vegetariano yo no era al 100% ni lo consideraba un aspecto demasiado relevante. Pero que hubiese vivido más de 100 años era otro aspecto que me otorgaba bastante confianza.

Y éso de que pudiera leer las auras… pues éso era precisamente lo que yo necesitaba, y es que no me resultaba fácil explicar lo que me ocurría, si es que me ocurría algo…

Así que, terminado el curso académico, decidí cruzar el occéano para hacerle una visita.

– Yo no te voy a decir que no vayas – me dijo Pagi cuando estaba a punto de partir. No entendí lo que quiso decir con éso… sólo más adelante.

El viaje

Y así, cogí la mochila y aterricé a orillas del Mar Mediterráneo.

No dormí nada aquella noche, tenía la mala costumbre de tomar café, que me aceleraba más de la cuenta, y con el stress del viaje, pasé toda la noche despierto.

Pagi me había facilitado unas indicaciones para llegar hasta la residencia de Argi.

Me junté con un mozo que regresaba a su casa, disfrutando de un permiso del servicio militar. Íbamos andando por una carretera mientras hacíamos auto stop.

No recuerdo mucho del viaje, ni de lo que hablamos. Al cabo del tiempo paró un coche y recogió al militroncho.

Dijo que no había sitio para mí.

Continué el camino sólo.

No sé cuánto tiempo estuve andando, horas y horas al ritmo del ardiente sol mediterráneo que, recién llegado el verano, apretaba con fuerza sobre el maltrecho cuerpito que me quedaba después de una noche sin dormir.

No paraba nadie, no me extraña la fama de tacaños de los occitanos 😈

Bueno, sí, alguien paró y me acercó algunos kilómetros a mi destino.

-Nunca suelo parar a nadie, con la gente tan rara que anda por aquí… – dijo sonriéndome de reojo – pero es que te vi antes. Hace un par de horas que pasé por aquí, en sentido contrario.

Después de caminar durante todo el día por fin llegué a un poblado, próximo a la casa de Argi. Los vecinos me miraban como si de alguna aparición extraterrestre se tratara.

– sí allí es, a unos 800 mts

Me caía de sueño.

Me senté a descansar debajo de una higuera.

Me sentí un Buda, meditando bajo el árbol sagrado y preguntándome a ver para qué hostias había ido hasta allí, con lo bien que podría estar en mi casa viendo una buena peli de terror y fumándome unos chirris.

– ¿Qué es lo que realmente buscas? – creí oír que me decía una voz interior.

– ¡Todas las respuestas están en tí!

Me planteé seriamente el darme la vuelta por donde había venido, ya casi se ponía el sol… ¿Qué pensaba yo pues que me iba a decir de nuevo el buen anciano?

Pero, no, una vez llegado hasta allí, casi alcanzado el objetivo, tenía que completar el viaje.

Retomé la mochila y me acerqué hasta la casa donde vivía Argi.

Con Argi y Compañia

Me recibió sonriente, en la calle, un mozo de buen ver.

Llamaba la atención la pureza de su aura, posiblemente trabajada a base de una alimentación crudívora y, quizá, alguna otra práctica ascética.

– ¿Argi? ¿Vive por aquí?

– Sí sí, aquí es. Qué tal, qué te trae por aquí!

– No, nada, me estaba volviendo loco en mi pueblo y me animé a dar una vuelta.

– ¿Y qué querías?, ¿ver al Abuelo? Vaya, pues está en la cama… se suele acostar pronto, con el sol al atardecer…

Me resigné.

Después de todo, me tocaría volver sin verle. Por unos pocos minutos se me había ido a la cama.

El mozo entró en el interior de la casa. A los pocos minutos volvió donde mí.

– ¡Adelante! ¡Pasa! El Abuelo se va a levantar para recibirte.

Pasé a un estancia de la cual no recuerdo detalle. Esperé un rato sentado y allá apareció Argi. Me resultó una persona menuda, que andaba con dificultad. Me llamó la atención la ropa, que me sonó un tanto exótica, no sabría decir porqué.

Comenzó a hablarme en catalán, no entendía nada, y me caía de sueño.

Recordé las palabras de Pagi, de que «no es necesario decirle nada…»

– El Abuelo está un poco sordo, háblale un poco más alto – comentó el mozo.

Lo que me faltaba, hablar a gritos, si no podía yo con mi alma…

No sé cómo iniciamos la conversación. Pero giró alrededor de mi preocupación porla esquizofrenia.

– pero, ¿Quién te dijo que estás loco?

-pues mucha gente me dice, lo insinúa, o lo da a la entender sin decirlo.

Pagi, por ejemplo, un psicólogo amigo tuyo, incluso, me llevó a un psiquiatra para un tratamiento…

– no le recuerdo a Pagi. Pero ¿vas tú donde él, o él va a tu casa?

No supe que contestar. Conocí a Pagi por qué se presentó en mi casa, pero normalmente le llamaba yo.

– Los locos gritan y rompen las cosas, insultan y molestan a la gente. -señaló-

Sí, bueno, evidentemente no era ése el tipo de locura que me preocupaba.

– Los que fuman y los que comen carne son los que están locos – añadió.

-Bueno, yo he sido fumador, y a veces como carne… – le contesté – Pero no es el tipo de locura que me preocupa.

Se hizo un rato de silencio.

– No comas carne que es pecado

Silencio, de nuevo.

– Los que gobiernan están locos. -añadió- Porque quieren gobernarme a mí, y yo no quiero que nadie me gobierne.

– Pero, ¿puedes volverte loco leyendo la Biblia?-acerté a preguntar-

– ¿Y qué tiene que ver la Biblia? -pareció extrañarse de la pregunta.

Se quedó un rato como pensativo. Luego comenzó a hablar en catalán con el otro compañero con un tono como de sorpresa o extrañeza.

– ¡ Le dicen que está loco y se lo cree! -Continuó saltando al español de nuevo-

Me sentí un poco incómodo. Pensaba que mi problema era más serio que todo éso.

– Pero… ¡Cómo! – intervino el compañero que había permanecido en silencio hasta el momento- ¡Cómo que te crees lo que te dicen! ¡Tú no hagas caso a la gente! ¡Tienes que ser tú mismo!

Me sonó un poco a cliché facilongo lo de «ser tú mismo»

– A nosotros también nos llaman locos – continuó Argi.

– ¿Vosotros? ¿Quiénes «vosotros»?

– nosotros, naturistas, – pareció extrañado de nuevo por mi pregunta- Nos toman por locos.

Me ofreció un folleto de una escuela de yoga, animándome a ir.

Creo que intenté exponer mis miedos hacia el yoga, el hatha yoga y las energías kudalíneas.

– ¿Y dónde piensas dormir esta noche? -continuó volviendo a la práctica realidad cotidiana-.

– Pues… Pensaba dormir aquí… Si es posible…

– Oh, no! No es posible, aquí no tenemos sitio.

Se dirigió a su compañero como para confirmarlo.

– comprendo… Entonces ya me voy.

Me levanté y salí a la calle. El sol ya se había puesto hace un rato y no quedaba luz para mucho tiempo. Y no tenía ni idea de dónde estaba, en mitad del campo.

El compañero de Argi salió detrás de mí.

– ¡Recuerdos a Jalisco! Ya me gustó cuando estuve por allí. Mucha gente muy despierta y mucho verde. Mejor ambiente que por aquí, ésto está muerto.

Yo me empezaba a preocupar por la vuelta. Estaba anocheciendo.


El mozo continuaba hablando.

– y qué haces por allá, a qué te dedicas?

– estudio ingeniería industrial

– ¿ingeniería? Hummm… Ya veo… Tú debes ser el clásico que han hecho de tí lo que han querido, y no lo que tú hubieras querido ser.

Me sonó de nuevo a cliché facilongo. Las circunstancias que me habían impulsado hacia la ingeniería no habían sido fáciles. Todos vivimos insertados en ecosistemas coercitivos que nos limitan las opciones vitales.

– ¿porqué no coges la azada, trabajas la tierra… y así la tierra te trabaja a tí… ?

De nuevo, más clichés… Qué más quisiera yo que disponer de un trozo de tierra para trabajarlo… Pero la tierra cuesta dinero… Hay que trabajar en la industria primero… y guardar los ahorros en el banco…

-Sí, sí, ya veré…

– ¿ y hacer una dieta de crudos? Igual será difícil ¿No?

– Ya veré, ya veré…

Se veía que el buen hombre tenía ganas de hablar. Pero yo estaba en un nivel más práctico, pensando en dónde iba a dormir esa noche. Agotado, dos días sin dormir, un día entero caminando por el asfalto, no sabía ni dónde estaba, en medio del campo… ¡Qué les habría costado hacerme un rincón para dormir…!

Pero qué les vas a hacer, eran catalanes 😜😜

– Bueno, tendré que dormir en la calle -le dije.

– No hombre, tienes un pueblico ahí mismo. Sí mira, bajas por aquí, y luego por allá, luego das la vuelta a la izquierda y subes por la derecha… y llegas a un camino que conduce a P. Primer cruce a la derecha y segundo a la izquierda… Allí ya encontrarás algo.

Me marché de allí.

El regreso

Me metí en un campo, creo que eran vides. Un buen rato caminando, la noche era cada vez más negra, me sentía perdido, pensaba hacerme un agujero en el suelo y echarme a dormir.

Entonces oí pasar un coche a lo lejos.

Había una carretera.

Me dirigí hacia allí.

Gracias al tenue resplandor de las estrellas algo se distinguía la línea del asfalto, aunque a veces se desdibujaba y las sombras parecían moverse. Poco a poco seguí adelante, no sin miedo de salirme de la carretera y caer en alguna acequia.

Pronto pasó otro coche. Le saqué el dedo, sin mucha esperanza, y, como suponía, sin éxito. Pasó a toda velocidad; a través de sus ventanas abiertas sonaba a todo volumen un estridente ritmo bacaladero que iba atenuándose a medida que sus luces se alejaban en el horizonte… Pude comprobar así el largo camino que aún quedaba.

Y así pasó otro coche, y otro, todos con similar ritmo discotequero.

Finalmente, no sé cómo fue que aparecí en S.

Recuerdo, al menos, tres videoclips de mi paso por el pueblo.

Primero recuerdo una cuadrilla de jóvenes haciendo corro en la calle bebiendo unas cervezas. Me miraban riéndose.

-¿Qué os pasa? – inquirí.

Aquél no era yo. Yo nunca respondía a burlas e insultos, reales o supuestos, pero estaba un poco alterado del viaje y la falta de sueño.

-Tranquilo amigo, no pasa nada.

Pensé que probablemente era alguna de esas cuadrillas que me adelantaron en coche por la carretera

Entonces me acordé de las palabras de Argi

«¡Le dicen que está loco y se lo cree!«

Y reconocí que había mucho de cierto en ello. Las críticas ajenas me afectaban de una manera especial, casi como «creyendo» lo que trasmitían. El pensamiento de «estar loco» procedía de los demás.

Yo me levantaba de la cama, feliz y lleno de energía, me asomaba por la ventana y disfrutaba de un hermoso día de primavera. Salía a pasear recreándome plácidamente en mis pensamientos… Hasta que me cruzaba con algún conocido, nos saludamos, hablábamos de esto y lo otro… Y, ¡Zas! La idea de «estar loco» se instalaba en mi mente hasta que poco a poco me iba zafando de ella.

Bueno, no exactamente así pero casi.

El segundo videoclip va ambientado en una pensión que encontré en el pueblito. Se me abrió el cielo pensando que podría dormir plácidamente en una cama, aunque tuviese que invertir los pocos dólares que me sobraban.

– Hola buenas noches ¿ alguna habitación para dormir hoy?

– sí creo que sí, – me atendió una simpática moza- preguntaré a ver

Se dirigió a un hombre con cara de pocos amigos que sería el dueño del local.

No hacía falta mucho conocimiento del occitano para traducir la respuesta del jefe:

– Ese tipo de gente en mi casa yo no quiero.

La moza volvió donde mí

– Lo siento no tenemos habitaciones libres

– Estoy muy cansado, llevo dos días sin dormir, no sé dónde ir. ¿No podría aunque sólo sea dormir en el suelo en cualquier rincón? .

– No, no! ¡No puede ser! ¡Imposible!

– Que os pago por adelantado
– Que no!

Se puso un poco nerviosa.

El tercer videoclip se desarrolla en una estación de tren o de autobuses no recuerdo bien.

Me metí dentro, me tumbé encima de un banco y me eché a dormir tapado con la manta.

Al poco rato oí como entre sueños una voz en catalán. Supuse que era el responsable de la estación, que iba a cerrar y me apremiaba a levantarme y largarme a otro sitio.

Me hice el dormido. El buen hombre no insistió

A la mañana comprobé que no había cerrado la puerta de la estación con llave. A lo que se ve le había dado pena y me dejó estar. Qué no se diga, que algunos catalanes tienen su corazoncito 😜😜

Un poco más animado, después de dormidas algunas horas, que no muchas, deposité mis huesos en un autobús dirección Tortosia.

Me acomodé entre los asientos y según me dormía, no sé bien si más dormido que despierto, divisé un enorme OVNI que acompañaba la trayectoria del autobús.

A partir de ahí no recuerdo nada más, solo sé que aparecí en Guadalajara. De nuevo, pensé, se trataría de algún tipo de teletransportación cuántica, o quizá algún tipo de amnesia temporal, no le dí mayor importancia. Lo verdaderamente importante es que había dormido profundamente, y me encontraba totalmente recuperado. Hacía un día espléndido y disponía de todo el día para pasear por la ciudad.

A la tarde cogería un tren para llegar a casa.

Recordé que en Guadalajara había un centro de la Escuela Gnóstica. Por un momento pensé que, si había sido teletransportado hasta esta ciudad, no habría sido por casualidad y que algo o alguien quería dirigir mis pasos hacia esta Escuela. Además tenía pendiente una entrevista con el director del centro.

Así que me entretuve buscado la Avenida del Levante donde, recordé, se hallaba situada la vivienda particular del director del centro y que hacía las veces de local público.

No me costó mucho encontrarlo, preguntando aquí y allí. Me acerqué al portal… Pero no me decidí a llamar. Lo dejé correr. Pensé que ya era suficiente con haber explorado el terreno. Tampoco eran maneras presentarse ahí sin avisar con estas pintas… que estos gnósticos son un poco raritos… En otra ocasión quizá.

Y, así, seguí deambulando por la ciudad.

Me metí en una librería, en una sección de temática espiritual y esotérica y allí pase largas horas absorto, hojeando libros.

Finalmente, de entre toda la oferta, y cuando el librero ya me echaba del establecimiento elegí un par de ellos.

-¡Venga, ya está bien! que esto no es una biblioteca pública, llevas toda la mañana! ¡Tengo que cerrar para irme a comer!

Elegí un librillo que se convirtió en libro de cabecera durante un tiempo: «A los pies del maestro» de Jiddu Krishnamurti. El otro, no recuerdo cuál.

No sé qué fue lo que me llamó la atención del librillo en cuestión, supongo que el carácter escueto y resumido del texto, y alguna frase que leí en su interior.

El título no resultaba nada atractivo, menos aún para un pobre anarco como yo, trasmitía la imagen de una sumisión negativa e incondicional hacia los Gurús.

El autor tampoco me resultaba muy atractivo, al menos las cosas que había oído de él. De que si era la encarnación de Jesucristo y cosas similares que no invitaban a hacerle mucho caso.

Yo también me fui a comer.

Me metí en un restaurante y, hojeando la carta, sentí una cierta repulsión ante los platos carnívoros. Me di cuenta de que había llegado el momento de dar una nueva vuelta de tuerca hacia el vegetarianismo.
A la tarde cogí el tren de vuelta a casa. Casi ni me acordaba ya de Argi, pero me sentía envuelto en un campo de fuerza de tipo naturista, ecologista vegetariano, anarco, hippie….

Conclusión

Bueno, la organización un desastre. Pagi me trasmitió la idea de que podría dormir allí, en los dominios de Argi, pero no fue así, lo cual me dejó un poco resentido.

Mea culpa, si ya sabía yo que Pagi era un poco fantasma, tenía que haberlo confirmado. En realidad, Argi había tenido que abandonar recientemente sus dominios, y las cosas no eran como las había conocido Pagi. Pero en cualquier caso, aunque hubiese sido un centro público de acogida, siempre hay que confirmar las plazas.

Mea culpa, mis resentimientitos no estaban en absoluto justificados, bastante había hecho el Abuelo en levantarse para recibirme con sus ciento y pico de años.

En cuanto al auto stop, cada región tiene sus costumbres y no se puede culpar a nadie de que yo hubiese caído en una zona poco dada a estas formas de desplazamiento.

Y lo del hostal, sí, casi seguro que no me dejaron habitación porque no les dió la gana, pero en fin, suele pasar.

Por lo que se refiere a la filosofía naturista y pacifista alrededor de la cual se movía el entorno de Argi, no era perfecta ni me cautivaba en absoluto, hacía agua por todas las esquinas.

La Madre Naturaleza no es en absoluto pacífica ni vegetariana. Es carnívora, cruel y despiadada. Y en un mundo cruel y despiadado, el pacifista que se queda de brazos cruzados ante la violenta maldad y crueldad de sus convecinos se vuelve cómplice violento del evento. O exterminamos violentamente al violento criminal, o permitimos violentamente que continúe ejerciendo sus violentos crímenes, con lo cual, en un mundo interconectado, realmente, es como si los cometieramos nosotros mismos.

En fin, sobre estas contradicciones de los pacifismos, humanismos y naturismos ya he disertando ampliamente en otras partes del blog. La filosofía gnóstica me resultaba más completa, y más consecuente.

También me resultaba atractiva la idea de una estructura burocrática, de una «persona jurídica». En ocasiones, y cuando las personas fallan, las estructuras impersonales pueden resultar útiles.

Sin embargo, con todas sus imperfecciones y contradicciones, el «naturismo» resulta un campo de fuerza aceptable, que ofrece igualmente una identidad aceptable para desenvolverse en sociedad. Una identidad más aceptable y fácil de llevar y compartir que la propiamente gnóstica.

Amor por la naturaleza, rechazo de la civilización y el progreso, vida sana, comida vegetariana, vuelta a sociedades primigenias, la India, el Amazonas, los antepasados, ecología, antimilitarismo, antinuclear, Etc. Etc. Etc.

Así pues, a pesar de que yo me sentía gnóstico, de cabeza y de corazón, me refugié en una identidad, en un discurso, en una apariencia de corte natural, ecologista, naturista, anarquista y vegetariana. Con unos vaqueros, unas sandalias, unas melenas y un periódico de izquierdas.

Los gnósticos, la verdad, me resultaban un poco distantes, psicosocialmente hablando, con sus trajes y sus corbatas y sus coches impecables.

Parecían traficantes de armas 😁😁

Aparte de que, bueno, ellos mismos se empeñaban en ponerme a comer aparte con su negativa a admitirme como un compañero más.

Hay que decir que mi naturismo resultaba un tanto atípico, mis estudios de ingeniería industrial no casaban mucho con el perfil medio. También era un tanto burgués, en el sentido de que yo no renunciaba a ninguno de los placeres de la civilización, o casi (aunque éso es algo que hoy día cada vez se lleva más). Era una especie de identidad social. De máscara, más bien. Y por otra parte engarzaba bastante bien con lo que había sido mi vida previa, mis compañeros previos. En el fondo, podría seguir presentándome como un hippie. Un hippie que se alejaba de las drogas y del pasotismo, arrimándose a la dimensión más naturista, espiritualista, intelectualista…. manteniendo una buena dosis de romanticismo rebelde.

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Acerca de Isar

Investigador de todo...
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2 respuestas a Argi

  1. Goyo Galache dijo:

    Chapoo…me quito el sombrero…

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