ALPDM (V.2, Amor II: deseo, voluntad y altruismo)

”El Amor es la cualidad más importante, porque cuando es bastante fuerte en un hombre, lo estimula a revestirse de todas las demás, que sin ella nunca serían suficientes.» (ALPDM, J.K.)

Vale, de acuerdo más o menos. Siempre que estemos hablando de Amor Real, o Absoluto.

Incluye Conocimiento, y/o Discernimiento.

Incluye la Alegría y la Confianza, asociadas igualmente al Amor. Y, se entiende, cuando es lo suficientemente fuerte, es una «Aspiración Única».

Amor, Conocimiento y Deseo

Solo cabe cuestionar a ver cómo relacionamos el amor con la «carencia de deseos» a la vista de que, amor y deseo apuntan hacia líneas de fuerza similares.

El Amor Real es, inicialmente, ante todo, un amor a algo desconocido. El deseo se refiere a un objeto conocido. O mejor dicho, el Amor transciende desde la apariencia de un objeto conocido hacia la esencia que se encuentra oculta. El deseo empieza y termina en las apariencias ilusorias del objeto, pertenece al dominio de Maya.

El Amor, en su desarrollo final, abraza a todo y a todos.

El amor es amor a uno mismo, al yo-mismo, es amor al conocimiento de uno mismo y es el propio conocimiento de uno mismo.

Pero todo evento que aparece en la conciencia es parte del uno-mismo. Incluido el prójimo, o la percepción de nuestro prójimo.

Todo evento amado, es entonces transmutado y conocido hasta fundirse en Uno.

El deseo es parcial y excluyente. Se enfoca en un evento limitado y excluye a sus contrarios. Desea lo «bueno» y excluye lo malo. (Bueno para sí, malo para sí, se entiende). Desea al amigo odia al enemigo. Desea el placer, la fama, el poder, la riqueza… y odia a cualquier adversario, cualquier amenaza que se interponga.

El Amor elimina la dualidad sujeto/objeto, el deseo la conserva.

Amor y Deseo, sin embargo, van íntimamente relacionados. El Uno emerge del otro. El amor es deseo transmutado, o evolucionado. El Camino, la Búsqueda, es, en cierto modo, un proceso de transmutación del deseo en Amor. Transmutación del deseo del objeto conocido al amor del objeto desconocido. Desconocido en tanto que no se trata de objeto propiamente dicho.

De modo que el Campo de Fuerza del Amor siempre va a ir unido, o mezclado, con el campo de fuerza del deseo. Y a medida que avanzamos, a través de los vaivenes vitales, la intensidad de uno será más predominante que la del otro.

O, como decíamos en los capítulos previos, el Campo de Fuerza Real se superpone al campo de fuerza mayávico.

«Suele definirse el amor como un intenso deseo de unión con Dios y de liberación de la rueda de nacimientos y muertes» (ALPDM, j.k.)

Bueno, aquí aparece la peliaguda mezcla de la noción de amor y la de deseo.

En parte de acuerdo, considerando la estrecha relación, en términos metafóricos, entre amor y deseo.

Pero, como decía antes, el Amor, el Amor Real no es deseo, y decir que se desea la unión con Dios no puede llevar más que a confusiones.

¿Se desea la unión con Dios de la misma forma que se desea la cercanía de un padre protector? ¿Se desea la unión con Dios de la misma forma en que se desea el Poder, la riqueza y la fama? (Atributos clásicos de la divinidad, por cierto, especialmente en la judeocristiana)

Entonces hay una confusión de conceptos. Si decimos, literalmente, y sin intención metafórica alguna, que deseamos la unión con Dios, entonces, posiblemente, el Dios al que nos referimos no sea el verdadero Dios, ya que, por definición, Dios no sería un objeto de deseo.

Tampoco estoy diciendo nada del otro mundo. Dios es, por definición también, un algo desconocido y no podemos desear algo que no sabemos lo que es. Al menos no podemos desearlo en la misma forma en que deseamos un objeto conocido, una chocolatina, o un bastón de mando. Por eso usamos el término Amor que incluye tanto el instinto inconsciente hacia algo desconocido como la búsqueda, la indagación, el conocimiento…

También es cierto que no hay dos objetos exactamente iguales aunque participen de una misma idea de semejanza. Así que todo objeto de deseo no es exactamente un objeto conocido, o exactamente conocido. O también: el objeto de deseo es la extrapolación de objetos de deseo similares previos a través de los cuales, por analogía, esperamos obtener un placer similar. Pongamos por ejemplo la chocolatina que deseamos en base a su relación de semejanza que hemos establecido con las chocolatinas previas que hemos degustado.

De lo conocido a lo desconocido no tenemos entonces un escalón abrupto, siempre vienen superpuestos aspectos conocidos y desconocidos.

Lo de la liberación de la rueda de nacimientos… lo mismo:

¿Para qué queremos liberarnos? O, ¿cómo nos imaginamos que sea ese mundo nirvánico? ¿Quizá esperamos encontrar todo lo que deseamos en este mundo mayávico, y vernos libres de todo lo que nos agobia?

El amor, entonces, incorpora un elemento de Misterio, de Investigación, Búsqueda, de algo, o hacia algo, que no es de este mundo mayávico, y con lo que, de entrada, solo podemos establecer aproximaciones o extrapolaciones de corte metafórico.

Amor y Voluntad

«Pero este concepto del amor suena a egoísta e implica sólo una parte de su significado. El amor es más que deseo; es voluntad, resolución, determinación.» (ALPDM, J.K.)

Bien, de acuerdo, el amor es más que deseo, o algo diferente al deseo, como decía antes. Pero identificarlo con la voluntad, la resolución y la determinación no creo que ayuda a aclarar las cosas.

Voluntad, resolución, determinación… sí, podría ser… si entendemos que van enfocadas hacia «el Objeto desconocido».

Pero ya no tanto si van enfocadas hacia objetos mayávicos de naturaleza ilusoria.

Hablar de voluntad, resolución, determinación… no excluye para nada el egoísmo. Podemos hablar igualmente de voluntad, resolución y determinación… hacia el Mal. Todos los verdaderos Malos de la historia, malvadamente peligrosos, se han distinguido por una férrea voluntad, resolución y determinación… hacia sus propios objetivos malévolos.

Amor y altruismo

«Es, sin duda, la voluntad de ser uno con Dios, no para escapar del sufrimiento y de la fatiga, sino a fin de que, en razón de vuestro amor profundo hacia Él, podáis obrar con Él y como Él obra… Pues siendo Dios Amor, si queréis llegar a ser uno con Él, debéis también estar poseídos de amor y perfecto altruismo» (ALPDM, J.K.)

Bien, aquí se matiza, en parte, lo comentado anteriormente. «No para escapar del sufrimientos y la fatiga«.

Pero se contradice con postulados previos. ¿No decía Buda que, precisamente, el camino era un camino de liberación del dolor y del sufrimiento? No decía Cristo aquello de «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré «(Mateo 11:25)

La resolución del jeroglífico no se presenta fácil 😁. Pero, en fin nos quedamos precisamente con ello, que la correcta línea de fuerza que ha de unirnos con Dios, no se basa en clichés o recetas facilongas.

Digamos que sí, que de lo que se trata es de liberarnos del sufrimiento, pero no para refugiarnos en su contrario mayávico,

¿»Obrar con él y como él obra»?

Bueno, estamos en lo de siempre. Si no conocemos a Dios tampoco podemos saber cómo él obra. De nuevo el autor se saca de la manga lo del altruismo.

¿Será el altruismo una solución?

Puede ser. Pero como ya hemos comentado en otras ocasiones, altruismo o humanitarismo, no deja de portar sus consecuencias contradictorias.

Se plantea el altruismo como una receta, una técnica, como si «siendo buenos» en este mundo recibiremos como recompensa la unión con Dios, la unión con el Padre protector que nos librará de todos los males, de todos los miedos, y compartirá con nosotros toda su hacienda.

Con lo cual el carácter puramente altruista queda un poco en entredicho.

Un robot también puede ser perfectamente altruista, si lo programamos adecuadamente.

Ahora bien, de nuevo: si no conocemos a Dios, ¿Como podemos saber lo que él quiere? ¿Como podemos conocer de antemano las recetas que nos colocarán ante su presencia?

Quizá alguien nos lo dijo, quizá alguna autoridad social, quizá alguien que supuestamente alcanzó el sagrado conocimiento y se dispone amablemente a señalarnos el camino.

Pero ¿Porqué habríamos de creerle? O, incluso creyéndole, ¿Como habríamos de entenderle?

No dejan de ser palos de ciego.

«Señor, ¿qué quieres que yo haga? (Hechos 9:1-9)»

Es la eterna pregunta que el buscador se hace a sí mismo ( aunque la conjugue en 2ª persona). El mantram básico del buscador. Eterna pregunta sin respuesta. Y a falta de respuesta no queda otra que ir tanteando con la esperanza de no equivocarnos demasiado, aunque solo sea.

Sobre las contradicciones del humanitarismo ya comenté en el capítulo V de la saga de «el sentido de la vida» («sociedad humanista» y «humanitarismo») Dista mucho de resultar la receta perfecta.

En la vida diaria, esto significa dos cosas: primera, que procuréis cuidadosamente no causar daño a ningún ser viviente; segunda, que siempre estéis alerta por si se presenta la oportunidad de ayudar.

Pero, situando el texto en su contexto, mejor dicho, en mi contexto: el planteamiento humanitario básico a mí me encantó.

Lo asumí como un ideario ético propio, basado en los tres ejes básicos desarrollados más abajo: maledicencia, crueldad y superstición. Con el tiempo hube de ir matizando algunos aspectos, pero, en general, me han acompañado siempre.

La cita es extensa, pero creo que merece la pena ir comentándola. La dejo para el próximo capítulo.

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Acerca de Isar

Investigador de todo...
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