ALPDM (V.3, Amor IV: crueldad y superstición)

«La crueldad intencionada consiste en causar, de propósito, dolor a otros seres vivientes, y éste es el pecado más grave de todos: obra de diablo más bien que de hombre. Diréis que ningún hombre puede hacer una cosa semejante; pero precisamente los hombres la han hecho muy a menudo y aún la están haciendo cada día. Los inquisidores la practicaron, y también muchas gentes religiosas en nombre de
su religión; los vivisectores, así como habitualmente algunos maestros de escuela.»

Ánimo que ya queda poco. Con ésto ya terminamos la saga y pasamos a otra cosa.

Crueldad

Seguimos en la misma línea que en capítulos previos, desmenuzando conceptos y contradicciones relacionadas.

Causar dolor a propósito a otros seres vivientes, de entrada no tiene muy buena pinta. Pero, como siempre, hay un pero, y depende del motivo por el cual pretendemos causar dolor.

Siempre hay fines que justifican los medios (o lo pretenden, al menos) .

Intervenciones médicas

Por ejemplo supongamos una cura, una intervención médica, dolorosa. Siempre con vistas a un beneficio superior. Una extracción dental, una vacuna, una biopsia…

Otra cosa es que la intervención médica no resulte, que técnicamente sea equivocada, pero en cualquier caso desde la subjetividad del médico, el dolor de una inyección, una vacuna, una extirpación o amputación se hace con vistas a un beneficio mayor para el paciente.

Castigos

Tres cuartos de lo mismo para los castigos de los hijos, o de los alumnos. Ya no está de moda el dolor físico los cachetes, los latigazos, el «jarabe se palo»… pero igual de doloroso puede ser el dolor psíquico, castigando sin recreo, sin postre, sin salir a jugar a la calle…

En cualquier caso, el dolor se inflige, supuestamente, por un beneficio superior: la educación del niño.

Técnicamente puede ser una actuación equivocada, pero, como en el caso anterior, desde la subjetividad del educador, lo que predomina es un deseo de ayudar.

Puede ser, es cierto, que algunos padres, algunos maestros, disfruten del maltrato físico y psíquico contra sus educandos y que utilicen su rol y status favorable como educadores para dar rienda suelta a sus desviaciones, sus frustraciones y estados de ánimo.

Pero, en fin, puede suponerse que en algunos casos, los educadores utilicen la violencia física o psíquica de modo objetivo, con el consciente propósito de mejorar las aptitudes de los alumnos y su educación de cara al futuro.

El perfil netamente diabólico, o patológico, es el de la persona que origina sufrimiento, físico o psíquico, por el puro placer de causarlo, sin ningún animo de defensa, venganza o lucro personal. Ni, por supuesto, de ayuda a la víctima.

Derecho a defenderse

Pero tenemos también, por ejemplo, como decía, el derecho a defenderse de cualquier mortal:

si alguien nos agrede, o simplemente nos sentimos agredidos, nos defendemos. Con un puñetazo en la nariz, por ejemplo. Nos defendemos originándole dolor a propósito, como reza el texto. Le provocamos dolor precisamente por eso, para que no vuelva a agredirnos, para que sepa que si nos agrede responderemos provocándole dolor de nuevo.

Incluso aunque la percepción de la agresión inicial sea ilusoria, errónea, o paranoide, lo importante es la percepción subjetiva.

Claro que, entonces cambian los papeles. El agresor pasa a ser el agredido, y quien invocará su derecho a la defensa devolviendo otro puñetazo.

¿Quién entonces es «el malo»? En un momento dado ya no se sabe quién es el agresor ni quién el agredido.

Tortura

Incluso podemos optar por técnicas de tortura si pensamos que así vamos a obtener información relevante sobre el enemigo, evitar un atentado, o simplemente ganar una batalla.

En este caso tampoco puede hablarse de crueldad, con propiedad. Se trata, en principio de una defensa o una venganza como respuesta a una agresión previa.

La crueldad, en el sentido que apunta el texto debe entenderse en otro sentido. Provocar dolor por el simple placer de causarlo, sin que medie causa previa, ni espíritu de defensa o venganza, ni menos aún espíritu corrector o educador.

Bueno, sí, normalmente, aunque la tortura proceda de una «razón de estado», los verdugos ejecutores posiblemente sean personas perturbadas que realmente disfrutan del oficio, independientemente de la motivación última.

Claro que también podríamos considerar una respuesta defensiva o vengativa desproporcionada. Alguien se burla de nuestros zapatos nuevos y en justa venganza le rociamos con gasolina y le damos fuego.

Pero, en fin, casos patológicos aparte, en las consabidas «espirales de violencia» no siempre está claro quién «empezó», o quién es el malo o el cruel. Un daño involuntario puede ser interpretado como agresión voluntaria, sucediéndose la cadena de respuestas.

Vivisectores

Luego está el tema de los vivisectores.

Tampoco se trata exactamente de disfrutar originando dolor a los animales víctimas de estas prácticas. Como mucho se trata de intereses económicos y profesionales. Se apela también al progreso de la ciencia y posterior beneficio de la humanidad y tal y cual.

Claro que también es verdad que, aunque no se trate de «disfrutar» con el dolor, tampoco se le hacen muchos ascos al oficio. La empatía con el dolor y sufrimiento animal está muy desigualmente repartida. Mientras algunos pueden realizar indiferentemente este tipo de trabajos, otros se muestran horrorizados ante tales prácticas.

Y muy relacionado con esto un aspecto cognoscitivo, que comentaré en el epígrafe siguiente: la comprensión que cada cual tiene de la vida animal. Hasta qué punto entiende, con razón o sin ella, que el animal sufre de modo similar al humano. Quizá el ejecutor no es consciente del daño infligido. Y aunque el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, al menos no se le puede acusar se crueldad, propiamente dicha.

La pasión científica, como otro tipo de pasiones, puede cegar e insensibilizar al científico, capaz de viviseccionar a su propia madre con tal de conseguir un Nobel. Pero, en fin, no sé si hablaríamos con propiedad de «crueldad», si por las causas que sean no «vemos» el daño causado.

Otra forma más sutil de crueldad, y más corriente, sería alegrarse del dolor ajeno. Lo cual tampoco es de extrañar, si la persona dañada es un competidor en nuestra lucha por la riqueza y el poder.

Sin embargo esta alegría, y burla, por el dolor ajeno puede referirse hacia personas débiles o dañadas que realmente no resultan una amenaza en nuestra lucha por el Poder.

Superstición

La superstición es otro mal tremendo, que ha causado grandes y terribles crueldades. Las personas esclavas de ella menosprecian a las que saben más, y tratan de obligarlas a hacer lo que ellas hacen.
Pensad en la horrorosa matanza debida a la superstición de sacrificar a los animales y al todavía más terrible prejuicio de que el hombre necesita alimentarse de carnes. Pensad en el trato a que la superstición ha dado motivo con respecto alas clases oprimidas en nuestra amada India, y ved cómo esta mala tendencia puede engendrar una despiadada inconsideración, aun entre los que conocen el deber de fraternidad. Los hombres han cometido muchos crímenes en nombre del Dios de Amor, movidos por la pesadilla de la superstición; cuidad mucho de que no quede en vosotros ni el más leve vestigio de ella.

Superstición, o simplemente desconocimiento o ignorancia. Pero, no sé, también podemos calificar de supersticiosa la creencia de que es posible vivir sin matar animales, más o menos directamente. O la creencia de que sea posible vivir sin matarnos unos a otros, sin guerras y de forma pacífica, o sin crear castas o clases sociales, de forma igualmente más o menos indirecta.

La vida social, la lucha por la vida es muy complicada y conviene ser cautos antes de dar por absolutamente válida cualquier hipótesis en este contexto. Sobre ésto ya filosofamos en capítulos previos, «el sentido de la vida», por ejemplo, no quiero repetirme demasiado.

En su día, yo me sentí identificado plenamente con el texto, la cuestión animalista y vegana, la cuestión de las castas sociales, la represión de los docentes… Pero…

Ética y razón

Ética y razón forman un tándem indisoluble. La ética promueve (o proscribe) una actuación general de tipo X sobre un objeto genérico de tipo Y. «No matarás», por ejemplo.

La razón elucida cuándo una acción concreta xi pertenece al tipo X; y cuándo un objeto concreto yi pertenece al tipo Y.

Por tanto un comportamiento aparente amoral, o contrario a determinada ética, puede tener su origen en la clasificación racional de la acción y/o del objeto.

Pensemos por ejemplo en proclamas éticas del tipo «no matarás» o «no robarás». De entrada parecen fáciles de entender o de asumir.

Pero, ¿Qué es exactamente matar, o robar? Y, ¿A quién, o a qué, no se puede matar o robar?

No matarás

Sí, de acuerdo, le doy a alguien con un martillo en la cabeza y le dejo frito. Pero nuestra responsabilidad en la muerte de nuestro prójimo puede tomar diferentes matices en diferentes contextos.

Por ejemplo, el golpe no fue certero. El otro no muere, o no muere directamente. Pero muere años más tarde, consecuencia directa de las heridas. Pero el matador fui yo, ¿No? ¿O quizá recibió más golpes de otras personas y la responsabilidad se reparte?

Y, ¿Si fallo el golpe? Porque la intención era 100% matadora… ¿soy menos culpable del delito por tener mala puntería?

O abandonamos a un niño indefenso en la selva. No lo matamos pero como si lo hiciéramos. ¿Somos matadores en tal caso? Igual confiamos en que algún alma caritativa lo encuentre y lo adopte. O quizá lo dejamos en manos de Dios, Él sabrá si salvarle, o qué hacer.

Subrogando responsabilidades

También podemos optar por contratar a alguien para que haga el «trabajo sucio». Un sicario, o verdugo, carnicero o matarife. ¿Soy menos matador por ello?

O votar a un político para que haga lo propio. Una guerra por ejemplo. Porque, ¿somos culpables de los crímenes que cometen los políticos a quienes colocamos en el poder?

Matando sentado y con los brazos cruzados

O puede ser que tengamos delante de nuestras narices a un asesino auténtico. Con un rifle matando de uno en uno a personas inocentes. ¿Le dejaremos continuar, que siga matando gente?

Porque, entonces, somos cómplices de la matanza. ¿No? ¿Mataremos al matador?

En cualquier caso violamos el Quinto.

Claro que también puede tratarse de un gobierno tiránico. O una política concreta de un gobierno democrático.

O negamos la ayuda a un pobre, un hambriento… y a falta de recursos muere.. ¿Será también una forma de violar el quinto mandamiento mosaico? Estamos en las mismas. Millones de niños hambrientos mueren. ¿Somos igual de matadores por no preocuparnos?

Hombre, animal matador

La «sociedad», en cierto modo, es un organismo homicida, guerrero, al cual pertenecemos por activa o por pasiva, no podemos autoexcluirnos de él. Nuestro nivel de vida se lo debemos a las guerras que promueven nuestros políticos, a guerras y conquistas en las cuales quizá participaron nuestros antepasados. El «zoon politikon» es algo más que politikon, es político-militar, es militar-matador.

Mato el aire cuando respiro

No solo podemos cuestionar cual sea exactamente la proscrita acción de matar. Podemos cuestionar cual sea exactamente el objeto sobre el cual debamos aplicar la acción (o no-aplicar, en este caso).

Se refiere a humanos, o ¿también animales? O, porqué no, también a vegetales. Y a bacterias, hongos o virus que también son seres vivos sobre quienes podemos aplicar el decreto.

Pero, claro, nuestro cuerpo viene diseñado y preparado de fábrica para matar virus y bacterias. De entrada lo tenemos un poco difícil.

Veganismo y frutarianismo

Podemos optar por una alimentación vegana, como sugiere el texto. Vegana o frutariana más bien. Pues algunos vegetales hay que matarlos para comerlos.

Pero, aún así, por mucho empeño que pongamos, quizá nos veamos obligados a fumigar nuestras cosechas, y erradicar las «malas yerbas».

Y por el mero hecho de alimentarnos de vegetales, vamos a entrar en competencia con nuestros hermanos herbívoros. Deberemos vallar nuestros huertos, nuestras plantaciones, con lo cual, nuestros hermanos herbívoros no podrán alimentarse… y morirán… .

Lucha por los recursos

Pero la relación de competencia se extiende también a nuestros propios hermanos humanos. Hay un problema de reparto de recursos que acompaña a la humanidad desde sus orígenes. Castas superiores e inferiores, clases altas o bajas, gente que se queda sin recursos y muere… o al menos ve mermada la esperanza de vida.

Matadores y guerreros

Y por supuesto las guerras, guerras por el territorio y el reparto de recursos, inseparables compañeras de la humanidad en su peregrinaje a través de la historia.

El contexto en el que surgen las «tablas de la ley» no es ajeno a todo ello. El mismo Yahvé que proclamaba el «no matarás» establecía pena de muerte para sus súbditos revoltosos. También inducía a su pueblo a la guerra contra sus convecinos. El antiguo testamento esta lleno de testimonios de este tipo y de las más sangrientas carnicerías inspiradas por Yahvé, todo hay que decirlo.

Así que, de entrada, podríamos suponer que el objeto de aplicación del «no matarás» se refiere, puede entenderse, no exactamente a sujetos humanos de cualquier tipo, sino a los propios súbditos, a los propios miembros del mismo pueblo: prohibido matarse entre sí. Pero estaban permitidas las guerras contra los Otros, los extraños, los infieles.

Todo esto se sigue practicando hasta nuestros días, nada nuevo bajo el sol. El militar que bombardea una ciudad con miles de muertos civiles es honorado y condecorado. El civil que se defiende con un cuchillo de carnicero es marginado y despreciado como propia personificación del Mal.

Prebendas de la autoridad competente

Tampoco es exactamente que se permita, se alimente, la matanza de extranjeros, a la vista de la pena de muerte dentro del mismo pueblo, de la misma nación… y a la vista de los numerosos episodios en los que Yahvé entra en cólera y manda pasar por la espada a los revoltosos.

Entonces lo que tenemos es que el «no matarás» no es un mandamiento indiscriminado. Se puede matar al extranjero, enemigo en una batalla. Pero también al vecino… cuando así lo dictamine la autoridad competente… Lo que nos lleva a que son las clases bajas, las castas inferiores quienes tienen prohibido matar a sus vecinos. No así las clases altas, superiores y dominantes, quienes tienen potestad para matar a aquellos miembros, o subgrupos, de la comunidad, que lo estimen oportuno en el momento oportuno.

Aquí comenzamos ya a jugar con el lenguaje, a hablar de «ejecución», «eliminación» o «anulación del objetivo», cuando la acción de matar viene promovida por las clases dirigentes. Y hablamos de «asesinato», de crimen cuando la acción de matar se promueve al margen de las susodichas clases dirigentes. Hay todo un juego de términos, en la vida civil y militar, y según quien sea el matador, si es un miembro de «las fuerzas del orden», si es un soldado del propio ejército, «nuestros muchachos» o del ejército enemigo, o un «bandido», o un «terrorista».

De nuevo volvemos al discernimiento correcto de la correcta acción, independientemente de normas y recetas preestablecidas.

Animalismo y veganismo

Si asumimos que el mandato ético se refiere a «no matar personas», pero permite la matanza de animales todavía nos encontramos con el problema racional de distinguir al humano del animal. No es lo más corriente, pero imaginemos que descubrimos un eslabón intermedio, o eslabón perdido entre el hombre y el animal. ¿Le serán aplicables los mismos principios éticos que al humano? Hummm… No es un dilema nuevo, también la reciente esclavitud de personas de raza negra se justificaba alegando que no eran propiamente humanos… o el propio eslabón perdido entre hombre y mono…

Aborto

Dilema similar aparece en la cuestión del aborto. ¿Cual es la diferencia entre matar un niño recién nacido o hacerlo unas semanas antes de nacer? ¿Y si en lugar de semanas ponemos meses? ¿En qué momento decidimos que el feto es un ser humano objeto de aplicación del «no matarás»?

No robarás

Sí, de acuerdo. El objeto O pertenece al sujeto X. Entonces llega otro sujeto Y que se apropia del objeto O. Pongamos que lo hace con violencia, o con engaños…

Esta claro lo que es el sujeto X y lo que es el sujeto Y. Claro también lo qué es el objeto O.

Pero, ¿Qué es exactamente la relación de propiedad de un objeto O con respecto a un sujeto X?

No se trata precisamente de una noción objetiva, sino más bien convencional.

Pues, ¿quién decide que tal sujeto es el propietario de tal objeto?

La propiedad puede entenderse en términos jurídicos. Como el derecho de propiedad, o de uso, de un objeto. Y como tal, viene referido a un sistema jurídico, que a su vez viene referido a un poder ejecutivo.

Mi móvil es mío, según el sistema legislativo del Estado en que vivo. Viene alguien y me lo roba. Entonces doy parte al sistema ejecutivo para que capture al ladrón y me devuelva lo que es mío. Pero los sistemas ejecutivos no son perfectos. Puede que no descubran al ladrón, por negligencia o mala fe, y que yo no recupere mi móvil. Un móvil que, de hecho, ya no será mío sino del ladrón. A falta de pruebas o criterios que demuestren que el móvil es mío, la propiedad de hecho se convierte en una propiedad de derecho según el propio sistema legislativo inicial.

Los sistemas legislativos cambian, lo que hoy es mío según un sistema legislativo de referencia mañana puede dejar de serlo a través de un decreto ley o orden judicial. Pero también, en un mismo ecosistema social pueden entrar en competencia dos sistemas legislativos, amparados por sus respectivos ejecutivos. Caso típico es el de una declaración unilateral de independencia de una región, o cuando dos países se disputan el control de un área fronteriza. Pero también, y aunque de modo menos formal, cada individuo, o grupo social, puede portar sus propios principios, sus propias consideraciones sobre sus propios derechos, muy especialmente sobre el derecho y reparto de la riqueza y la propiedad. A falta de un sistema ejecutivo firme que lo respalde, puede aprovechar cualquier fisura en este último para intentar ejercer sus propias convicciones.

De modo que el «no robarás» no puede proclamarse así sin más, debe ir referido a un sistema legislativo concreto que sea quien en última instancia determine quién es propietario de qué, el sistema de propiedad de los legislados.

Así de sencillo.

Obedecerás a la casta gobernante

De modo que el no matarás y el no robarás no tienen un significado absoluto, vienen referidos a sistemas legislativos particulares. El sistema legislativo es entonces quien determina quién no debe matar a quién, pero también quién sí puede hacerlo.

Al final lo que tenemos es un «obedecerás al gobierno».

Lógico si consideramos la creencia ancestral de que Reyes y mandatarios eran elegidos a dedo por la propia divinidad.

Pero a falta de tal creencia, lo que tenemos es, de nuevo, falta de criterios objetivos para reconocer al legítimo gobierno. Como no sea, precisamente, la capacidad del ejecutivo para hacer respetar las leyes del legislativo. O sea: el más fuerte.

Recordemos las palabras de San Pablo
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«Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan; porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas. Por consiguiente, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto…»

Pero ¿Quién es la autoridad?

¿El más fuerte? ¿Y si la autoridad es tiránica? ¿Si nos obliga a coger el fusil a pegar tiros contra el enemigo? ¿Haré caso al gobierno independentista recién proclamado, o al gobierno central? ¿Al ejército invasor?🤔🤔

Amor, superstición e ignorancia

Entonces, sí. Como dice el autor, la superstición y la ignorancia pueden ser promotores de comportamientos crueles. Y una de las patas del Amor debería ser el conocimiento, y el conocimiento de aquellas actuaciones que, de rebote, o de manera no muy explícita, pueden resultar en el sufrimiento de terceros.

El problema es que la vida es muy complicada, intelectualmente hablando. La lucha por la vida es muy complicada, y por un vericueto o por otro, siempre terminamos dañando, o matando, a terceros. El humanitarismo, en términos absolutos y globales no es factible, por todo lo que venimos desarrollando.

Hemos visto las contradicciones del vegetarianismo, o del veganismo así como nuestra responsabilidad en los crímenes de guerra de nuestros gobiernos y en las relaciones de explotación que mantienen con la periferia. Tampoco nos sirve quedarnos de brazos cruzados mientras otros andan robando y matando ante nuestras propias narices.

Solo es factible un humanitarismo local, enfocado a nuestros próximos, literalmente hablando. Hacia nuestra familia, amigos vecinos, nuestro «pueblo»… O sea, hacia nuestro grupo local de referencia que, indefectiblemente… entrará en conflicto con otros grupos externos. Otras familias, otros pueblos.

En cualquier caso, sí, quizá sea mayor pecado matar a alguien con nuestras propias manos que hacerlo a través de un sicario. Quizá sea mayor pecado degollar un animal que llevarlo al matadero. Quizá sea mayor pecado bombardear un país extranjero que disfrutar cómodamente, en la retaguardia del botín de guerra.

No sé.

Después de todo el que mata a alguien con sus propias manos es más consciente de lo que hace que el cómplice que se queda en casa esperando el embutido o el botín de guerra.

Y, después de todo, para entender que nuestro buen nivel de vida se basa en intervenciones militares genocidas en países extranjeros hace falta cierta capacidad de análisis socio-político e histórico que quizá no esté al alcance de todos.

En el mejor de los casos lo que tenemos es una cuestión de grado y, en mayor o menor medida, todos estamos en el punto de mira del karma de la crueldad.

Pero no tan sólo estáis obligados a refrenaros de este modo ante el mal, sino que habéis de ser activos para el bien. El intenso deseo de servir ha
de llegar al máximo, hasta el punto de estar siempre a la mira para aplicarlo alrededor de vosotros no tan sólo a las personas, sino a los animales y a las plantas. Debéis prestar vuestro servicio hasta en las pequeñas cosas de la vida diaria, de modo que, acostumbrándoos a ello, no podáis substraeros, cuando se presente la oportunidad de hacer cosas de mayor importancia. Pues si deseáis llegar a ser uno con Dios, que no sea para vuestro propio beneficio, sino para convertiros en canal por donde fluya Su amor para alcanzar a vuestros semejantes. El que está en el Sendero no vive para sí mismo, sino para los demás; se olvida de él para poder servirlos. Es a manera de pluma en manos de Dios, por la que fluye Su pensamiento y tiene expresión aquí abajo, lo que no podría suceder sin ella. Es a manera de un canal de fuego viviente que derrama sobre el mundo el Divino Amor que llena su corazón.

Bueno, lo dejo así.

Ya he venido dando vueltas a las contradicciones del humanitarismo. En nuestro querido mundo mayavico ayudar a Uno, en el contexto de una lucha de todos contra todos por el poder, ayudar a Uno implica perjudicar a otro.

Únicamente tiene sentido en el sentido del grupo de referencia… Pero siempre en perjuicio de otro.

Otra cosa es, como dice el texto, convertirse en un canal «por donde fluya su amor» un «canal de fuego viviente». Ya que podemos suponer que el amor Real actúa «por encima del bien y del mal», a otro nivel, indiferente a las luchas humanas por el poder. Dos personas en lucha, podemos transmitir nuestro amor, impersonal y Real, a ambos contendientes, independientemente de quien gane o pierda la lucha. Incluso aunque actúen en perjuicio nuestro.

Y, sí, puede ser, que practicando la «ayuda al prójimo» aunque sea de tipo mayávico, preparamos nuestro sistema psíquico para convertirnos en «canal de fuego viviente», independientemente de todo lo demás, independientemente de las consecuencias imprevistas, o indeseadas, de nuestra «ayuda».

Tal vez…

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Acerca de Isar

Investigador de todo...
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